No puede existir un modelo económico y social en cualqu...
La Escuela de Teatro de la Universidad Católica acaba de anunciar una obra que se llama “María Maricón”, con el claro objetivo de agraviar a la Virgen María, una figura central en la fe y devoción de los católicos y la cristiandad en el Perú. Para que el agravio aumente en intensidad y se focalice en la figura sagrada, un rostro de hombre se coloca en medio de la silueta de virgen apócrifa, e incluso se coloca un halo dorado alrededor de su rostro.
Para los católicos la voluntad de denigrar a la Virgen María es considerada una blasfemia. Sin embargo, una de las cosas que más llama la atención es que el ataque a la figura sagrada provenga de una universidad que se considera Católica y Pontificia.
Es evidente que los valientes e iconoclastas progresistas de bolsillo que se atreven a atacar las figuras sagradas del cristianismo de las mayorías no osarían jamás a vilipendiar cualquier referencia sagrada de los musulmanes en un país islámico, ni siquiera en un país europeo con gran presencia de migrantes musulmanes. Sin embargo, ¿cómo explicar la cobardía de estas corrientes neocomunistas que embisten en contra de una religión que enseña a poner la otra mejilla frente al agravio?
La respuesta está en Marx y Engels y los primeros textos y programas del comunismo. En textos como La cuestión judía, La ideología alemana y El manifiesto comunista, los fundadores del comunismo embisten contra dos instituciones centrales de las sociedades occidentales: la familia y la propiedad privada como condición previa para demoler al Estado burgués. Sin embargo, todas estas reflexiones y objetivos están atravesados por el intento de erradicar la tradición judeo-cristiana, que se convirtió “en la ideología y la cultura” de la familia, la propiedad privada y la sociedad burguesa.
Los marxistas franceses, de alguna manera, le agregaron dos toques de sofisticación a las tesis de los fundadores del comunismo, añadiendo la crítica cultural de Foucault y la deconstrucción de Derrida. Bajo estas influencias en el mundo académico se llegó a la ignorancia mundana de considerar que el ateísmo era sinónimo de cultura y conocimiento, ignorando más de dos milenios de filosofía occidental.
Los jóvenes que atacan las figuras sagradas de la cristiandad participan de estas ignorancias y son instrumentos de una estrategia neocomunista por el poder. ¿Por qué hablamos de una estrategia de poder? Tal como lo hicieron los comunistas españoles –durante la Guerra Civil de los años treinta del siglo pasado–, que incendiaron iglesias, fusilaron sacerdotes, seminaristas y atacaron monjas; tal como lo hicieron los comunistas chilenos que incendiaron más de 100 iglesias y quemaron y destruyeron santos en las calles de Santiago durante el movimiento octubrista, igualmente, un pequeño grupo de progresistas de la Universidad Católica pretende hacer escarnio de las figuras sagradas del catolicismo para, supuestamente, deconstruir la sociedad peruana y librarla de la ideología judeo-cristiana, que es el fierro y cemento de la sociedad burguesa.
Es hora de hablar con fuerza, de levantar la voz, para evitar reacciones extremas en la sociedad que terminarán afectando, principalmente, a nuestros progresistas de bolsillo. El Perú, posiblemente, es uno de los países más conservadores del planeta, y es imposible hablar de la peruanidad sin hacer referencia a la tradición católica.
El área más religiosa de la sociedad está en los Andes peruanos y las zonas emergentes de las ciudades de la costa. La idea de una juventud que ataca a las figuras sagradas de la cristiandad solo puede prosperar en Lima costanera; es decir, en algunos sectores de la mesocracia desde San Miguel, pasando por Magdalena, San Isidro, Miraflores hasta los balnearios del sur. En otras palabras, representan una abrumadora minoría, pero con gran influencia mediática. La mayoría de los peruanos, si bien no va a las misas de los domingos, de ninguna manera aceptará los ataques neocomunistas a la cristiandad.
En ese sentido, desde este lugar invocamos a reflexionar a los sectores progresistas que encienden los leños de una confrontación religiosa innecesaria y absurda para el futuro de la peruanidad. Y desde aquí convocamos a los profesores de la Universidad Católica, que lanzan a los jóvenes a estos absurdos, a iniciar debates públicos en las aulas para discutir estos temas, tal como se viene haciendo en Occidente desde varios siglos atrás.
Es hora de dejar en claro de qué lado están la ignorancia y la oscuridad.
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