ODEBRECHT ES EL FRACASO DEL MERCANTILISMO

Capitalismo de amigos desata recesión y corrupción

No obstante que las ondas expansivas del sistema de corrupción descubierto con el caso Lava Jato afectan principalmente a la izquierda latinoamericana, existen algunos sectores que empiezan a darse maña para vincular a la corrupción de Odebrecht y las empresas brasileñas con el modelo de economía abierta que ha imperado en diversos países de la región.

Sin embargo es hora de empezar a poner todos los puntos sobre las íes. Que la corrupción del caso Lava Jato hunda sus negras uñas en 37 países solo se explica porque la empresa Odebrecht en determinados momentos parecía ejercer las funciones de la Cancillería del Brasil. En otras palabras, no se puede entender este modelo de corrupción globalizada sin el abierto apoyo del Estado. De allí, por ejemplo, las acusaciones contra el ex presidente Lula e incluso la destitución de otro ex jefe de Estado, Dilma Rousseff. Además de las acusaciones contra toda la clase política brasileña.

El modelo económico brasileño se caracteriza por el proteccionismo que imperaba en el Mercosur, el abultado gasto estatal y el llamado “capitalismo de los amigos” que se promovió bajo los mandatos del Partido de los Trabajadores. Si se revisará, por ejemplo, la diplomacia política que desarrolló el ex presidente Lula encontraríamos que casi todos los objetivos tenían que ver con los contratos de Odebrecht en la región. Así de simple.

Ahora bien, los tentáculos de la corrupción brasileña han afectado por igual a gobiernos de izquierda y derecha de la región. Decir lo contrario es caer en el maniqueísmo y la antipropaganda con los que suele actuar la izquierda. En todo caso allí están los gobiernos de Álvaro Uribe en Colombia y los de Alejandro Toledo, Alan García y Ollanta Humala en el Perú para confirmar la tesis acerca de que la lluvia moja a todos.

Sin embargo no se debe olvidar que el caso Lava Jato se ha originado bajo la sombra del Estado mercantilista del Brasil, en donde los contratos y las leyes pueden ser relativizadas cuando el jefe de Estado quiere favorecer a sus amigos. En otras palabras, ante mayor intervención estatal más posibilidades de corrupción.

En el Perú, la ausencia de un sistema de partidos, el protagonismo de los outsiders y aventureros, y el caudillismo de las antiguas organizaciones explican que los tres gobiernos posnoventa estén vinculados con la corrupción. El triste y estremecedor espectáculo de contemplar a otro ex presidente que ingresa a la cárcel solo se entenderá por la ausencia de elencos estables de la política.

El caso Lava Jato solo afecta a algunas empresas privadas peruanas, asociadas a Odebrecht que, sintomáticamente, tenían una inclinación singular por la política y el espacio público. Pero la estructura empresarial del país, la formal e informal, que surgió en los últimos 25 años de cara a la globalización y con el respaldo de más 17 tratados de libre comercio firmados por el Perú no tiene porque ser ensombrecida por el caso Lava Jato. El nuevo empresario es altamente competitivo, no obstante que las sobrerregulaciones y los sistemas tributarios han sido los peores enemigos de la productividad y el crecimiento en el Perú.

En el país, por ejemplo, el 80% del total de la inversión se explica por el aporte privado; el 80% del empleo también proviene de los privados y el 80% de la recaudación fiscal son tributos pagados por los privados. En otras palabras, en la economía abierta del Perú —como en las de los países de la Alianza del Pacífico— el sector privado tiene una participación mayoritaria en el PBI.

Como se aprecia con claridad, la corrupción del caso Lava Jato es otro negativo resultado del mercantilismo del Brasil, que también explica la recesión (en promedio) en que ha caído América Latina en el 2015 y el 2016, debido a la contracción económica del gigante brasileño.