Las bancadas de la centro derecha –entre ellas Fuerza Po...
El mensaje de Pedro Castillo estuvo plagado de alusiones a la “leyenda negra” en contra de la Conquista, no obstante que Felipe VI, rey de España, escuchaba a pocos metros el mensaje presidencial. A nuestro entender, no hubo rigurosidad académica ni histórica para hablar del llamado Incanato, del llamada Virreinato ni de la República. Pero tampoco hubo la cortesía diplomática que cualquier jefe de Estado debe guardar ante un visitante protocolar.
El presidente Castillo, de alguna manera, idealiza la etapa prehispánica de nuestra historia en contraposición al Virreinato. Si la administración de los incas hubiese sido una justa, inclusiva y respetuosa de las naciones de entonces, de ninguna manera un puñado escaso de conquistadores habrían domeñado un territorio tan vasto. Las conquistas de Perú y México fueron fenómenos externos que actuaron sobre las opresiones y sojuzgamientos de los llamados pueblos originarios. La conquista no es, entonces, solo un fenómeno externo.
De otro lado, el presidente Castillo también repitió la eterna monserga jacobina acerca de que la Provincia de Reinos solo representó la destrucción y explotación del mundo indígena. Si en Perú y México existe un prolongado mestizaje solo se explica por el virreinato. De lo contrario, estas tierras estuvieran solo pobladas por descendientes directos de europeos. Asimismo, vale recordar que la absoluta mayoría de los ejércitos realistas que pelearon en Ayacucho y Junín estaba compuesto por indígenas. Algo más: una de las primeras insurrecciones que enfrentó la naciente República –luego de la Independencia– fue la de los iquichanos que se alzaron en defensa de la monarquía. ¿Cómo se puede, entonces, seguir repitiendo los lugares comunes que forman parte de la “leyenda negra” contra España?
Castillo también señaló que la experiencia republicana no resolvió el problema de las sociedades indígenas. Le faltó señalar que cuando Bolívar erradicó las noblezas indígenas (los kurakas) la República se convirtió en el peor enemigo del mundo indígena en toda nuestra historia. Los criollos, sin la resistencia de los curacas, avanzaron sobre las tierras de las comunidades y expulsaron a los indígenas a territorios a muchísimos metros de altura sobre el nivel del mar.
Asimismo, nadie sabe a qué se refiere Castillo cuando habla de “pueblos originarios”, según las convenciones internacionales. Nosotros entendemos que pueblos originarios son aquellos que no se sometieron a formas de mestizaje culturales y lingüísticos, por ejemplo. En ese sentido los únicos pueblos originarios son los que subsisten en la Amazonía, área hasta la que no llegó el virreinato.
Las comunidades campesinas de la sierra fueron rediseñadas por el virrey Toledo de acuerdo al molde de las comunidades de Castilla en España. Las polleras, los pantalones, las camisas, los sombreros e, incluso, los colores del mundo andino tienen la impronta de España; o para ser más precisos, de Castilla. Incluso el quechua solo era el idioma de la burocracia oficial del imperio Inca, pero no era hablado por chankas, moches y tallanes, por ejemplo. En ese contexto, los evangelizadores españoles enseñaron el quechua como idioma oficial para evangelizar en los Andes. El quechua tal como los conocemos, pues, es un producto español.
Todo el estribillo de los pueblos originarios, toda la monserga sobre las culturas, cuando Lima se ha convertido en la ciudad andina más grande de toda nuestra historia, es una simple estratagema de poder para justificar una república plurinacional y posibilitar que ciertas minorías radicalizadas asalten el poder republicano. Es decir, se le saque la vuelta al sufragio nacional a través de una asamblea constituyente.
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