La representación del crecimiento

Ningún político quiere representar en campaña modelo que reduce la pobreza.

El discurso del presidente Ollanta Humala sobre el conflicto social en Tía María no solo nos recordó el fracaso del gobierno en el tema, sino también una especie de “falta de autoridad” del jefe de Estado. Durante la campaña del 2011 Humala se opuso abiertamente al proyecto Tía María y también al emprendimiento Conga en Cajamarca. En ambos casos, con las humaredas del conflicto en el cielo, el radicalismo antiminero le recordó al jefe de Estado las incoherencias.

De alguna manera Alejandro Toledo en el Arequipazo y Alan García en el Baguazo también asumieron las mismas facturas –aunque menos costosas- que hoy Humala debe pagar. La idea de hacer campañas por la izquierda y gobernar con la mano derecha, entonces, es parte de estos fracasos. Si observamos que las actuales estrategias de Keiko Fujimori, Alan García y PPK, también coquetean con el flanco izquierdo y mantienen un cálculo desconcertante con respecto a Tía María, es evidente que no se han aprendido las lecciones.

Semejante bipolaridad que se expresa en las campañas electorales y el ejercicio del poder, ¿tiene algo que ver con la crisis de representación, el fracaso del Estado y el desborde de los conflictos sociales? Creemos que sí. De una u otra manera, la sociedad requiere la representación política del crecimiento económico que, en las últimas dos décadas, ha reducido la pobreza y la desigualdad como nunca antes en nuestra historia.

¿Quién dice que defender el modelo no reditúa electoralmente? Recordemos: Toledo ganó porque el García del 2001 recordaba la hiperinflación de los ochenta. García ganó en el 2006 porque Humala era indiscutible alfil chavista. Humala ganó el 2011 porque se acicaló con la Hoja de Ruta y archivó la Gran Transformación. En todos los casos de los presidentes electos post Fujimori, el voto finalmente se inclinó por “el mejor amigo del modelo asociado al mal menor”, no obstante el inicio de campañas por la izquierda.

Es indiscutible, pues, que la mayoría electoral es conservadora en el sentido de defender la democracia y el crecimiento. Si las estrategias electorales y las campañas partieran por reconocer este presupuesto quizá se abriría un momento privilegiado en la sociedad para hacer pedagogía. Los ciudadanos escucharían un mensaje que explicaría que no se trata de defender a empresas mineras sino a un modelo de crecimiento que tiene en la inversión en recursos naturales uno de sus pilares fundamentales. Se comprendería que, en realidad, el discurso antiminero no es ambientalista sino que busca profundizar la desaceleración para que llegue la hora de la resurrección de la momia estatista.

Igualmente se entendería que el modelo de crecimiento tambalea, no porque el mercado y las empresas hayan fracasado, sino, principalmente, porque el estado sale desaprobado en la mayoría de los cursos. Se comprendería que el Perú necesita más estado, pero no el estado empresario que produce déficit fiscal e hiperinflación, sino un estado que provea carreteras, escuelas y postas médicas para los más pobres, que regule para evitar abusos de mercado, pero no para sobrerregular las iniciativas de la sociedad y de los privados.

Quizá en la ausencia de representación política del crecimiento económico resida la explicación del porqué el sistema político fracasa, del porqué no surgen nuevos partidos y, finalmente, del porqué la pasada estrella de América Latina comienza a apagarse con extrema gravedad.

20 - May - 2015