¡La nueva guerra mundial ya empezó!

A lo largo de la historia, la humanidad ha enfrentado diversas amenazas globales; sin embargo, el homo sapiens siempre se dio maña para salir adelante mediante descubrimientos científicos que detuvieron los armagedones. Basta recordar que la “peste negra” asesinó a un tercio de la población de Europa y que la gripe española mató alrededor de 100 millones de personas en 1918.

Sin embargo, los descubrimientos científicos, el avance de la teoría de los gérmenes, el desarrollo de los antibióticos y la multiplicación de las vacunas desataron el optimismo de la supremacía humana sobre la naturaleza. Los gérmenes entonces estaban en su lugar y el mundo se embarcó en la Guerra Fría y la amenaza de una devastación nuclear reemplazaron al miedo atávico de los humanos a las enfermedades. Antes se guardaba papel higiénico y latas de conserva en barriles en los sótanos para enfrentar la conflagración nuclear. Hoy se desabastece los mercados por el miedo a los virus.

La pandemia mundial del Codiv-19, o también llamado coronavirus, de un solo portazo le ha recordado a la humanidad que podemos inventarnos amenazas a partir de construcciones ideológicas; pero la humanidad siempre será vulnerable a los gérmenes, sobre todo luego de poblar el planeta con gigantescas ciudades y más de 7,000 millones de personas.

Antes del coronavirus conocimos al ébola en África occidental y la epidemia de la gripe SAR en el planeta. Los organismos especializados –entre ellos la Organización Mundial de la Salud y el Banco Mundial–, de una u otra forma, señalan que el mundo está perdiendo la guerra contra los gérmenes. La lucha contra el ébola, por ejemplo, se considera un fracaso. Si este virus letal, causante de la fiebre hemorrágica, no avanzó más fue porque no se propaga por el aire y se confinó a las áreas rurales.

La humanidad está perdiendo la guerra contra los gérmenes, no obstante que tiene una tecnología jamás imaginada; o que solo se vislumbró en las mejores novelas clásicas y películas de ficción. Los teléfonos inteligentes, los sistemas satelitales, la nanotecnología, la robótica, entre otros, crean herramientas que podrían conectar en tiempo real los mejores laboratorios del planeta para investigar y encontrar soluciones. Sin embargo, estas tecnologías avanzadas no están al servicio de los sistemas de salud, sino de los sistemas de guerra. Y allí existe un gran problema.

Nadie puede pedirle a un país desarrollado que se desarme y abandone sus investigaciones científicas para la guerra. Es necesario, y en el caso de Estados Unidos siempre será una urgencia para garantizar que los colectivismos, los comunismos y los fundamentalismos no amenacen la paz mundial. Sin embargo, la amenaza de los gérmenes hace imposible que los países piensen en sus tecnologías militares sin considerar las urgencias de los sistemas de salud. La vulnerabilidad de Estados Unidos y los países de la OTAN frente al Codiv-19 lo demuestra claramente.

Así cómo los países se prepararon para una eventual conflagración nuclear, que hoy parece alejarse del panorama mundial, igualmente deben organizarse para la guerra contra los gérmenes que ha desatado el emplazamiento de megaciudades con millones de habitantes y un homo sapiens que puebla casi todos los rincones de la tierra.

Hoy el hombre está ensoberbecido. Y una de las mayores razones de esa soberbia es que los avances en los sistemas de salud y de bienestar han aumentado la esperanza de vida. Incluso el aumento de la longevidad ha puesto en aprietos todos los sistemas de salud y de pensiones, porque en el futuro existirán más jubilados que trabajadores activos que contribuyan a los sistemas. Toda esa soberbia puede venirse abajo, como un castillo de naipes, por no prepararse para la guerra contra los gérmenes.