La CADE y el nuevo estado

Urgen nuevas instituciones que acompañen el crecimiento económico

En las diversas intervenciones que inauguraron la Cade 2015 se aludió a la necesidad de desarrollar reformas para enfrentar el nuevo ciclo económico global caracterizado por un descenso de los precios de los commodities. Se menciona la necesidad de contar con una burocracia eficiente y meritocrática, de superar la inacabable tramitología, la indolencia del Ministerio de Economía y Finanzas y la carga ideológica presente en el Ministerio del Ambiente; de cerrar las brechas en infraestructura, educación, salud; de reformar el Poder Judicial y las instituciones.

En otras palabras, todos los protagonistas de la CADE exigen que la sociedad peruana cuente con un nuevo estado, con un nuevo sistema de instituciones que acompañe el crecimiento económico y la reducción de la pobreza que han generado los mercados en los últimos 25 años.

Considerando la composición plural de los organizadores de la reunión anual de ejecutivos, creemos que la visión de un nuevo estado debería constituirse en una idea fuerza que comience a ser parte de los consensos públicos.

Desde la caída del fujimorato solemos señalar que el Perú se caracteriza por tener una mala política y una buena economía. Con la desaceleración de la economía las cosas se van precisando: la mala política no solo expresa en la desacreditación de los políticos, sino, sobre todo, en un estado que se ha convertido en una rémora del crecimiento, en un enemigo de los esfuerzos creadores que se desatan en la sociedad.

Cualquier persona natural o jurídica que haya lidiado con un trámite ante el estado sabe de la indolencia de los burócratas que prefieren no hacer nada para evitar complicaciones, no obstante que una inversión, un emprendimiento no se pone en valor. El bosque de sobrerregulaciones a niveles de ministerios, regiones y gobiernos locales ha creado una paradoja en la economía nacional: es una de las más abiertas del mundo, pero también una de las más sobrerreguladas. La libertad económica entonces se convierte en una palabra que se la lleva el viento.

Ni qué decir sobre la situación del Poder Judicial.  Más del 70% de los presos permanecen en las cárceles sin sentencias y la imposibilidad de hacer valer los contratos pulveriza la idea de predictibilidad. En resumen el estado es, pues, el principal responsable de la desaceleración económica.

La izquierda pese a tener una magnífica oportunidad para liderar la propuesta de organización de un estado fuerte y eficiente prefiere la ideología. Pretende atribuirle la desaceleración y la lentificación del ritmo de reducción de pobreza al mercado y al modelo de economía de libre, mientras que le dora la píldora a la responsabilidad del estado. Y, sobre la marcha, se le nota el fustán ideológico cuando propone resucitar el estado empresario que, a nuestro entender, acabaría con los círculos virtuosos de la economía de los últimos 25 años.

De alguna manera entonces es el estado el sujeto que empieza a sentarse en el banquillo de los acusados. Ese viejo estado populista que fue demolido a combazos en los noventa y que, no obstante algunas islas de excelencia institucional, no ha sido capaz de acompañar el mayor proceso de crecimiento e inclusión social de nuestra historia republicana.