¡Emergencia económica en medio de polarización!

Cae la inversión privada y pública y el Perú crece solo 2%

El primer trimestre de este año el Perú apenas creció 2%, la inversión privada cayó 5.6% y la pública alrededor de 16%. En otras palabras, el Perú se acerca peligrosamente a la recesión y, de persistir semejantes números, volvería a ser una sociedad que aumenta pobreza, sobre todo considerando que es imposible ampliar los programas sociales con la evidente caída de la recaudación tributaria.

Como ya hemos informado, el Perú necesita crecer por encima de 3.5% para absorber la demanda anual de empleo que se genera por la incorporación de 250,000 jóvenes a la población económicamente activa. Si el crecimiento del primer trimestre del 2017 fuese el resultado anual, entonces, ya estaríamos aumentando pobreza.

Semejante escenario se produce en medio de los torbellinos autodestructivos que desencadena el caso Lava Jato —que ha paralizado cerca de la mitad de los US$ 18,000 millones de obras de infraestructura que el gobierno se proponía destrabar— y los terribles efectos de El Niño costero; y en medio también de una preocupante polarización política entre Ejecutivo y Legislativo, que no tiene cuando amainar y que explica el desenlace con respecto al Aeropuerto de Chinchero. A entender de este portal es absolutamente imposible que esta situación cambie si no se supera la confrontación política que vive el país.

Pero antes de continuar con el tema político vale explayarse un poco más en la gravedad de la situación económica. La caída de la inversión privada se viene produciendo en los últimos tres años, y parece que no hubiese camino para modificar la tendencia. Si consideramos que del total de lo invertido en el país (alrededor de 22% del PBI) el 80% es aporte privado, entonces la situación resulta dramática. Si no hacemos algo nos acercamos al abismo de la recesión.

El terrible desenlace del proyecto del Aeropuerto de Chinchero —el anuncio de una posible rescisión unilateral del contrato de parte del Estado— es una las peores señales que se puede enviar a los mercados y un golpe letal a la inversión en infraestructuras a través de las asociaciones público privadas y las obras por impuestos. Si consideramos que las inversiones en infraestructuras y minería suman alrededor del 70% del total de la inversión privada, la recesión económica comienza a convertirse en una terrible amenaza.

En otras palabras, el Perú comienza a estar en emergencia económica y lo peor que se puede hacer es bajar la voz alrededor del tema. Hay que hablar fuerte y emplazar al pepekausismo y al fujimorismo a asumir su responsabilidad en semejante situación, porque la ralentización y la amenaza de la recesión solo favorecen a las propuestas antisistema que casi ganan las elecciones en el 2006, el 2011 y el 2016.

Las tendencias autodestructivas que paralizan la economía y amenazan con incrementar el flagelo social de la pobreza solo pueden ser detenidas con un shock político que envíe nuevas señales a los mercados y que posibilite la recuperación de la confianza empresarial, condición impostergable para retomar los círculos virtuosos de la economía. En otras palabras, solo pueden ser revertidas con un entendimiento Ejecutivo - Legislativo, con un entendimiento entre pepekausas y fujimoristas.

Si no se modifica el avance de estas tendencias autodestructivas en el Perú se habría producido una terrible, lamentable, paradoja política. No obstante que en las elecciones del 2016 dos fuerzas promercado disputaron la segunda vuelta —una proempresarial y tecnocrática, y otra plebeya con rasgos populistas— el país no ha sido capaz de organizar una mayoría a favor de aquellas reformas de segunda generación que permitirían seguir creciendo a tasas altas y reducir pobreza como antes. El Perú habría caído entonces en la trampa de ingresos medios, y la emboscada de la izquierda habría triunfado en medio de la ingenuidad de los tecnócratas de Palacio.