Elecciones y el Perú emergente

Debates sobre la informalidad en el Perú

La subida de César Acuña al tercer lugar en la intención de voto presidencial  ha desatado una serie de análisis y aproximaciones del porqué de semejante avance.  Casi todas las reflexiones señalan de que Acuña algo tiene que ver con el mundo emergente: provinciano, carrera política regional, empresario exitoso y una universidad con grandes interrogantes académicas.

Es evidente que en el Perú existe una crisis de representación política que, de alguna manera, se ha vuelto estructural en nuestro sistema político. Considerando que la democracia moderna es representativa por naturaleza, es decir, se organiza en función de representantes de la soberanía, hablar de crisis de representación en una democracia es un verdadero oxímoron. Sin embargo  así estamos en el Perú.

¿Cuál es el origen de esta crisis? Existen varios: necesidad de reformar las instituciones centrales de la democracia (Congreso, Ejecutivo, regiones, gobiernos locales), un sistema electoral más participativo y un nuevo sistema de partidos. Creemos que la clave para superar la crisis de representación reside en impulsar reformas en estas áreas. Sin embargo también existe la posibilidad de avanzar en estos objetivos si es que los llamados partidos y los actores públicos se proponen representar el mundo emergente. Y las elecciones en curso son un buen momento para hacerlo.

El mundo emergente que avanza entre la formalidad e informalidad en el país es, sobre todo, un fenómeno económico y social. Es decir, es una consecuencia de cómo se organiza el orden público y la ley (tributos, leyes laborales y procedimientos). Cuando los costos de acceder a la legalidad son demasiado altos y el estado no ofrece servicios al legal, el ciudadano y el emergente optan por la informalidad. Es una ley de pura economía. Siempre ha sido así, incluso en países que han logrado reducir la informalidad al mínimo como, por ejemplo, Estados Unidos.

La ausencia de voluntad de representar el mundo emergente posibilita que surjan interpretaciones muy curiosas. Por ejemplo, hay algunos observadores que pretenden equiparar la aparición de Acuña con el tsunami Fujimori de los noventa. Luego de un cuarto de siglo de economía de mercado, gran parte de ese mundo emergente se ha constituido hoy en la nueva burguesía, sobre todo, a través de las corporaciones agrarias del norte y los mercados populares de las ciudades. ¿Cómo se puede hacer semejante símil? El propio Acuña pretende tocar una fibra sensible hablando en un spot de “una raza diferente” ante el silencio de los demás actores públicos.

Otros economistas con PHD, leídos y cultivados, hablan con una facilidad que sorprende de un supuesto “problema cultural”. ¿Y los miles de migrantes andinos que triunfan en sociedades con sistemas legales inclusivos? ¿Alguien pretende hablar de un choque de civilizaciones entre peruanos? ¡Vaya! Otros tratan de endilgar la criollada, la pendejada, y las economías delictivas al mundo emergente. Semejantes vicios también prosperan en el mundo formal, en las áreas más sofisticadas de la sociedad, o ¿no? Entonces es un problema del país.

Separemos la paja del grano y abordemos la emergencia nacional como el gigantesco fenómeno económico y social que expresa. Y quizá una aproximación diferente pase porque los llamados partidos, los actores públicos, sobre todo, los que encabezan las encuestas, se propongan representar ese mundo emergente que ha andinizado el Perú. No se puede cometer la irresponsabilidad de permitir que alguien reduzca la emergencia a asuntos de “razas diferentes”.