El reto de la Confiep

Sobre la necesaria convergencia entre el empresariado formal y el emergente informal.

Martín Pérez acaba de asumir la presidencia de la Confederación Nacional de Instituciones Privadas (Confiep) con un interesante discurso dirigido a los pequeños empresarios del Perú y las provincias del interior. Acaba de anunciar que representantes de las MYPES se incorporarán al directorio de Confiep y que el máximo organismo empresarial desarrollará sesiones de trabajo  descentralizadas (en abril en Piura).

Luego de reconocer que la reducción de impuestos favorece a la reactivación, Pérez precisó que, en cambio, no funciona la eliminación de la maraña burocrática que afecta, sobre todo, a los pequeños emprendimientos que llegan a sumar el 80% de la inversión privada. Toda una declaración de principios a favor de los mercados populares del país que, de una u otra manera, no han sido tomados en cuenta por la gran empresa formal.

Semejantes declaraciones indican que existe el reconocimiento de que es imposible legitimar la presencia nacional de la Confiep y la imagen del empresariado al margen de los mercados populares y los pequeños empresarios. La idea de enfrentar el casi 80% de informalidad laboral que afecta, principalmente, a las pequeñas empresas parece apuntar en ese sentido. Si las cosas van por ese camino contemplaremos un giro de timón en la conducción de la Confiep.  ¿A qué nos referimos?

En todos los años de existencia de la Confiep, no obstante las buenas intenciones, el máximo gremio empresarial no ha vencido los estigmas de la izquierda tradicional contra el empresariado. Pese a que el impresionante crecimiento económico y la asombrosa reducción de la pobreza se deben principalmente a la inversión privada, los sectores anti empresa aún pueden demonizar al hombre de negocios. Quizá esa situación se explique por nuestras tradiciones históricas, ya que desde la Colonia hasta la República no hubo un sector privado masificado y poderoso, y hacer empresa para las mayorías era imposible. En la República Oligárquica hubo un sector privado fuerte, pero concentrado en pocas familias. En ese contexto, el marxismo y la izquierda estigmatizaron al empresario como la fuente de toda explotación y miseria.

Sin embargo, luego de las reformas de los 90 y el repliegue del estado empresario, la liberalización de la economía desató las energías de la sociedad y emergió un sector privado poderoso e inclusivo, como nunca antes en nuestra historia. Los pobres dejaron de ser los excluidos que la izquierda pregonaba y se convirtieron en una multitud de emprendedores, gracias a que se liberalizó gran parte de la economía. De allí emergieron las nuevas clases medias y muchos de los nuevos ricos.

En el universo de los mercados populares, por el contrario, el empresario triunfador es “un héroe”, alguien digno de admiración por su entrega y esfuerzo; los estigmas de la izquierda no pegan y están proscritos el estatismo y las sobre regulaciones a la empresa y el trabajo.

Si el empresariado formal convergiera con ese mundo no representado en el Perú oficial, entonces el sujeto empresario se refundaría y, al igual que en los países que han alcanzado el desarrollo, emergería como protagonista heroico e incuestionable de la sociedad democrática y de libre mercado.

Representar a ese otro lado multitudinario de la empresa es, a nuestro entender, el gran reto de la Confiep. Si eso sucede, por ejemplo, la CGTP quedaría como un pequeño cascarón de privilegiados que defiende la rigidez laboral y excluye a las mayorías trabajadoras. El discurso de la izquierda tradicional sonaría como un eco imposible de repetir. En cualquier caso, algo diferente puede suceder en el universo empresarial.

27 - Mar - 2015