El referéndum que desinstitucionaliza la República

Este domingo los electores peruanos participarán en el referéndum convocado por la autoridad electoral para decidir sobre las cuatro reformas constitucionales propuestas por el Ejecutivo y que el Congreso aceptó, abdicando de todas las prerrogativas establecidas en la Constitución. La inexperiencia y límites de la mayoría legislativa determinaron que se aprobaran las reformas sobre los temas y en los plazos formulados por el presidente Martín Vizcarra. No hubo capacidad de contrapesos y hoy la República enfrentará las consecuencias.

¿Por qué formulamos semejantes tesis? Cuando el presidente Vizcarra señaló que apoyaba la no reelección de congresistas pero se oponía a la bicameralidad, dejó en claro que su objetivo era convertir el referéndum en un plebiscito a favor o en contra de su Gobierno. ¿Por qué? Porque para todos es evidente que la no reelección congresal es extremadamente popular por los yerros acumulados por la mayoría legislativa. Vizcarra entonces va a ganar. Pero no solo va a ganar, además pretende destruir a la mayoría legislativa y cualquier posibilidad de oposición en el Congreso. De allí que se oponga a la bicameralidad. Con la no reelección y sin bicameralidad, los congresistas actuales no tienen posibilidades de continuar sus carreras públicas por cinco años y, por lo tanto, los débiles grupos tenderán a desorganizarse.

Pero lo más grave de todo es que este momento político —único para desarrollar reformas que le agreguen un nuevo piso constitucional a la República, reformando el sistema de justicia y el sistema político— se ha echado por la borda para aumentar la popularidad presidencial. En ese contexto, luego del referéndum, todo parece indicar que la polarización continuará e, incluso, recrudecerá. Otra de las probables consecuencias del referéndum es que la desinstitucionalización de las instituciones (vale la redundancia) se profundizará a tal extremo que la idea de una asamblea constituyente comience a formar parte del sentido común.

De pronto, la Constitución que nos ha posibilitado desarrollar cuatro elecciones sin interrupciones y avanzar hacia una quinta, que ha permitido triplicar el PBI, reducir la pobreza del 60% de la población a solo 20%, y expandir las clases medias como nunca, entraría en cuestión por el proceso de autodestrucción institucional en que parece estar embarcado el Ejecutivo, con el apoyo de los medios tradicionales.

¿Una visión demasiado apocalíptica? Puede ser. Pero existen demasiados indicios que nos señalan que las cosas avanzan por el mal camino. El encarcelamiento de los líderes de la oposición y el forzado cerco judicial a Alan García, la renuncia a enfrentar los problemas de gobernabilidad (reconstrucción, seguridad ciudadana, anemia y desnutrición) y las reformas urgentes para relanzar el crecimiento. Un Gobierno que aumenta popularidad sin gobernar está tentado a seguir en la misma ruta, a menos que emerja el estadista.

Claro que existe otra posibilidad. Que el presidente Vizcarra utilice su posible triunfo en el referéndum para liderar una segunda ola de reformas en la economía y la sociedad, que relance el crecimiento, la inversión privada y el proceso de reducción de pobreza. Y como parte de ese esfuerzo, convoque a la unidad nacional y a la reconciliación de todos los peruanos. Si algo así sucediera, Vizcarra se transformaría en el padre fundador de un nuevo momento de la República y los peruanos lo elegiríamos el 2026 casi unánimemente. Vizcarra ganaría la gloria republicana. Y no solo sería el triunfo de la semana (mes o año), sobre los escombros de la República, y que luego suele transformarse en persecución y escarnio. Si hay dudas, miren a Leguía y Fujimori.