¡El Perú demanda nueva cumbre PPK - Keiko!

A recuperar el impulso de la gobernabilidad y el crecimiento

Las denuncias del caso Lava Jato no solo han paralizado la mitad de los US$ 18,000 millones de dólares que el gobierno se había propuesto destrabar en obras de infraestructura, no solo han creado un escenario en el que siete de cada diez peruanos considera que la economía se está enfriando, no solo continúan evitando que despegue la inversión privada, sino que también parecen paralizar todas las acciones conducentes a organizar la gobernabilidad en el país.

En este contexto es incuestionable que el Perú necesita un shock político que le permita organizar un espacio progobernabilidad mientras en las instituciones de la democracia se investiga, procesa y sentencia a diversos políticos de la clase política posnoventa por el affaire brasileño. ¿Cómo desencadenar un shock político que modifique el pesimismo que comienza a apoderarse de la sociedad? Es evidente que se requiere que la administración PPK se ordene y supere las clamorosas incoherencias que demuestra, pero todo nos indica que la coherencia y el sentido común no se recuperarán si el Ejecutivo solo se mira el ombligo.

¿Qué hacer entonces? Aunque parezca mentira, una nueva reunión cumbre entre el presidente Kuczynski y Keiko Fujimori establecería el diálogo imprescindible entre las cabezas políticas del oficialismo y la oposición que le permitiría a los actores recuperar el sentido de la realidad que comienza a perderse en medio de las denuncias del caso Lava Jato, y en medio también del fracaso del círculo más cercano que rodea al jefe de Estado.

En una reunión de ese tipo el jefe de Estado quizá podría escuchar sobre la gravedad del desborde criminal que afecta a pobres y ricos en el Perú y que, no obstante todos los rush mediáticos del titular del Interior, Carlos Basombrío, es incuestionable que entre el ministro y el mando de la policía existe un distanciamiento (al margen de quién tenga la razón) que ha significado el abandono del patrullaje policial y que bloquea la efectividad de todas las políticas de seguridad ciudadana. Quizá también el jefe de Estado podría escuchar que las tensiones entre el Ejecutivo y una abrumadora mayoría nacional por las cuestiones de la currícula y los temas de género están desgastando de tal manera a la administración PPK que estos temas deberían ser postergados y trasladados al debate abierto en la sociedad, sin que el Estado renuncie a promover normas a favor de las minorías.

Además una reunión entre ambos líderes le devolvería racionalidad a la democracia, porque no se puede organizar la gobernabilidad —es decir, viabilizar políticamente el funcionamiento de las instituciones de la democracia— si es que un Ejecutivo de la tercera bancada parlamentaria no tiene algún nivel de entendimiento con la mayoría absoluta del Congreso. No hay otra manera de hacer funcionar la democracia.

Para todos es notorio que el fujimorismo no está dispuesto a asumir el pasivo —que empieza a crecer— del Ejecutivo pepekausa. De allí que pensar en gabinetes concertados pertenezca al reino de las buenas intenciones. Pero el solo hecho de que se produzca la cumbre cambiaría la situación política y le permitiría al jefe de Estado volverse a conectar con ciertos cables de la realidad que parecen haber sido cortados por su círculo más cercano.

Aparentemente no existe otra manera de volver a recuperar el impulso a favor de la gobernabilidad y la buena política, sin las cuales es imposible volver a crecer a tasas altas y relanzar la inversión privada.