El mundo y la economía peruana

Sobre la reunión del BM y el FMI y la economía peruana

Acaba de iniciarse la Reunión Anual del Grupo del Banco Mundial (BM) y del Fondo Monetario Internacional (FMI) en la que participan los 188 ministros de Finanzas y los gobernadores de los bancos centrales de los países que integran ambos organismos multilaterales.

Si bien el objetivo principal del cónclave planetario es evaluar la desaceleración de la economía mundial, el impacto de la caída del precio de los commodities, y las recomendaciones principales sobre esos fenómenos, es evidente que el hecho de realizarse en Lima, de una u otra manera, focaliza la atención en el desarrollo de la economía peruana. Una de las cosas que ha llamado la atención es que el representante del FMI, José Santos, haya calificado con una nota de 9.9, sobre un total de 10, a la economía del Perú. Y, en general, los diversos representantes de los organismos multilaterales se deshacen en elogios al desempeño económico nacional. ¿Por qué el contraste entre el optimismo de afuera y el pesimismo de los analistas nacionales?

Quizá la explicación del optimismo de los funcionarios internacionales tenga que ver con las reformas peruanas de los noventa, consideradas entre las más audaces del planeta. Las fortalezas macroeconómicas son indiscutibles en cuanto al bajo nivel de deuda pública, el volumen de nuestras reservas internacionales que nos ha permitido manejar devaluaciones frente al dólar, y una institucionalidad económica del primer mundo (Banco Central de Reserva, Ministerio de Economía, Superintendencia de Banca y Seguros y otros). Semejantes logros y activos no han sido tocados por la administración humalista.

Sin embargo, pasar de un crecimiento anual promedio de 6% a solo 3%, con la consiguiente lentificación en la reducción de pobreza, nos ha envuelto en discusiones pesimistas con justa razón. No solo porque, por ejemplo, si no se hubiesen paralizado emprendimientos mineros por US$ 22,000 millones se habría agregado alrededor de 2 puntos al PBI en promedio, sino porque la izquierda pretende echar por la borda uno de los mejores logros que hasta hoy hemos desarrollado como República: es decir, las reformas de mercado y el protagonismo del sector privado.

Ante la reducción del crecimiento ha comenzado la cantaleta de “la diversificación productiva” y algunos, incluso, comienzan a cuestionar que el Perú tenga uno de los aranceles más bajos de la región (1.4% en promedio), proponiendo el regreso a fórmulas proteccionistas y la resurrección del estado empresario. De allí viene esa especie de guerra ideológica alrededor del modelo que extiende pesimismo. No hay, pues, consensos sobre el futuro.

Nadie niega que el Perú tiene que diversificar y complejizar su economía. Pero, tal como lo recomiendan el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional y todos los académicos del mundo, debe hacerlo desarrollando competitividad. Se debe resolver el déficit institucional (Poder Judicial, sobrerregulaciones y tramitología) y se tiene que solucionar el grave déficit de infraestructuras para que los mercados y las inversiones cuenten con las redes legales y materiales que les permitan desplegarse. Asimismo, tampoco existirá diversificación si es que no impulsamos el capital humano mediante la profundización de la reforma educativa y la reforma del sistema de salud.

En otras palabras, no existirá diversificación real si es que no reformamos el estado que se ha convertido en una rémora del crecimiento económico y del protagonismo del sector privado alcanzado en los últimos 25 años. Ante el hecho de postergar inversiones que nos hubieran permitido agregar varios puntos al crecimiento, quizá valga el pesimismo como una manera de advertir los intentos de resucitar a las momias estatistas.