El frenazo como oportunidad

La urgencia de un shock general de competitividad

A estas alturas del año, todos los especialistas coinciden en que el 2015 la economía peruana crecerá apenas alrededor de un 3% y la tendencia sigue a la baja. Y los datos del primer semestre nos indican que las exportaciones han caído en alrededor del 20% y la inversión –que representa cerca del 30% del PBI- sigue contrayéndose de manera imparable.

La  desaceleración en China y la situación de la economía planetaria en general lleva a algunos a sostener que las cosas no cambiarán, incluso con el cambio del Gobierno en el 2016. En medio del pesimismo que se extiende, los actores empiezan a desesperarse y ensayan iniciativas curiosas para enfrentar los nuevos tiempos.

Por ejemplo, el Presidente Humala cree que puede reducir pobreza aumentando el gasto social. Quizá semejante espejismo lo ayude en algo para el 2016, pero ese camino no tiene sustentabilidad si es que no crece la inversión privada y los correspondientes impuestos recaudados por el estado. El ministro de la Producción, Piero Ghezzi, con muy buenas intenciones, insiste en el llamado Plan de Diversificación Industrial, soñando en que algunas medidas sectoriales podrían encender “nuevos motores de la economía” al margen un shock de competitividad general del país.

Pero lo más grave de esta ola de ansiedad pública frente al frenazo se empieza a notar en las autoridades de los gobiernos subnacionales. Frente a la evidente caída del canon minero, el alcalde de Arequipa, Alfredo Zegarra, acaba de solicitar que la minera Cerro Verde realice un aporte de S/. 500 millones. Antes, la Gobernadora Regional, Yamila Osorio, había planteado que las empresas mineras financien un banco de proyectos para la región. ¿Ambas autoridades no saben que las compañías mineras pagan en promedio más del 40% de sus utilidades operativas? ¿Cómo así continuarán con sus inversiones si seguimos reduciendo la competitividad?

Para evitar guerras de suma cero, por ejemplo, deberíamos ponernos de acuerdo en lo que no se debe hacer. De ninguna manera podemos ensayar el camino de Brasil y Venezuela que redujeron pobreza solo con gasto estatal y proteccionismo, porque la recesión que hoy padecen vuelve a incrementar pobreza y los arroja al abismo.

En el Perú la gallina de los huevos de oro que explica el crecimiento y reducción de pobreza de las últimas décadas es la inversión privada, pero la confluencia de un contexto internacional adverso y el descalabro general del estado han desatado el frenazo. ¿Qué hacemos entonces para enfrentar la nueva situación? No podemos hacer que China crezca por encima del 7% ni que la FED de Estados Unidos postergue el alza de las tasas de interés. Pero sí podemos hacer que la gallina que hoy comienza a agonizar vuelva a cacarear. Y eso se llama competitividad.

Para agregar competitividad a nuestra economía tenemos que sentar en el banquillo de los acusados al estado. ¿Cómo es posible, por ejemplo, que se siga manteniendo un régimen laboral que aterra a quienes pretenden formalizarse? ¿Cómo es posible, por ejemplo, que los permisos ambientales para inversiones mineras hayan aumentado de 10 a 140 en una década? ¿Cómo se ha desatado semejante locura, semejante irracionalidad?

Para volver a crecer a tasas altas y reducir pobreza necesitamos un nuevo estado que se expresa en Poder Judicial e instituciones predecibles, en resolver el déficit de infraestructura, en nueva educación y salud, y en una voluntad de entender que no hay democracia y bienestar sin un sector privado cada vez más fuerte y vigoroso.