Las bancadas de la centro derecha –entre ellas Fuerza Po...
Luego de la audacia de Keiko Fujimori en Chota y el plan presentado por Fuerza Popular para los sectores D y E, no nos cabe la menor duda de que las distancias electorales entre Pedro Castillo y la lideresa fujimorista se acortarán considerablemente. Es realmente una pena que las dos últimas encuestas no hayan medido el efecto Chota. Sin embargo, la defensa del sistema republicano y de las libertades políticas y económicas frente a la amenaza del comunismo y del colectivismo demanda una movilización general de la sociedad.
Paradójicamente esa estrategia ha surgido de manera espontánea desde las clases medias consolidadas y emergentes del Perú. Es una ola sin dirección, desde todos los puntos cardinales, desde galerías y tiendas de mercados populares, desde los talleres de Gamarra, desde los edificios mesocráticos, las asociaciones, grupos de redes sociales, etcétera.
De pronto, la campaña se comenzó a llenar de videos de aprendices, de tiktoks, de canciones y mensajes inesperados, en contra del comunismo, del estatismo y del totalitarismo. De repente la ola anticomunista desde las clases medias creció y se comenzaron a escuchar ecos desde las provincias. Inés Melchor, nuestra gran deportista nacional, envió un poderoso mensaje desde Huancayo; se conoció un breve video –hoy paradigmático– sobre cómo funcionan los mercados de ganado en las alturas de Puno y los ronderos del centro enviaron un mensaje contra el terrorismo.
Alexis de Tocqueville, quien escribió La democracia en América, absorto y maravillado por la asociatividad y la organización de los estadounidenses, se preguntaría, ¿de dónde surge tanta organización y movilización de las clases medias si el sistema político está en ruinas? Una respuesta señalaría que el crecimiento no solo produce riqueza y reduce pobreza, sino que crea sociedad. Y, en efecto, el modelo económico ha triplicado el PBI y ha reducido la pobreza del 60% de la población a solo 20%, es verdad; pero también ha producido sociedad, consciencia de clase media. Ante la amenaza comunista esa clase media abandona las sofisticaciones progresistas y se vuelve conservadora, busca preservar el sistema que explica su condición y naturaleza.
Es verdad que la elección no se puede ganar si no se cambia la percepción de los sectores D y E, los más excluidos por el Estado y los mayores bolsones electorales. Semejante verdad es como una ley física: existe de por sí y al margen de cualquier voluntad. De allí la enorme importancia del programa para el D y E que presentó Keiko en Chota. De allí, igualmente, la importancia del mensaje del “cambio hacia adelante” que comienza a convertirse en un estribillo en el mensaje fujimorista. De allí también la importancia de subrayar el peligro del “cambio para atrás” que amenaza la posibilidad de que los descamisados del Perú tengan comedores populares contra el hambre, agua y desagüe, la posibilidad de salvar pequeñas empresas y millones de empleos en las áreas urbanas y rurales y, sobre todo, de vacunas contra el Covid.
Planteada las cosas así, la guerra contra el asalto comunista de la República se asemeja a dos ejércitos que actúan coordinadamente en base a una guerra de movimientos. La movilización anticomunista de las clases medias que comienza a permear a los sectores A, B y C y la ofensiva de Fuerza Popular en los sectores D y E.
Sin embargo, la gesta de las clases medias definirá la elección. Sin esa movilización anticomunista Fuerza Popular no tendría el espacio y la holgura para avanzar en los sectores D y E. De allí la trascendencia, el objetivo estratégico de seguir levantando la ola anticomunista, no solo porque toda guerra (una segunda vuelta reproduce toda la lógica de las guerras, se busca eliminar las posibilidades electorales del adversario) se gana definiendo al enemigo principal, sino, sobre todo, porque es absolutamente justa y legítima. A un comunista se le gana desvelando su programa y su ideología, evitando el camuflaje o el detergente del antifujimorismo o de “defensor de los pobres”.
La movilización de las clases medias debe entonces proseguir. No solo para avanzar en la consciencia de los sectores D y E, sino también para obligar a los empresarios, a la burguesía nacional –como diría el barbado Marx– a empuñar las herramientas necesarias para defender la libertad. Y ya lo están haciendo. Los gremios empresariales comienzan a formar frentes en cada una de las regiones y empiezan a pelear.
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