Ecologismo radical en su garbanzal

¿Se usó la COP 20 en función de estrategias y agendas personales?

Culminada la COP 20, el Ministerio del Ambiente se esfuerza en demostrar que la reunión mundial sobre el clima fue “un éxito” por la llamada Declaración de Lima, un gaseoso documento que, en realidad, no es el ansiado borrador que se debe discutir en la Convención Marco sobre el Cambio Climático de Paris (COP 21), donde se aprobaría un nuevo tratado mundial sobre el cambio climático.

Los balances de los diversos participantes nos señalan que no hubo acuerdos entre los países desarrollados y los países emergentes sobre cómo reducir las emisiones de gases que producen el polémico efecto invernadero. Sin un borrador sobre la mesa para la COP 21, todo está por hacerse en la próxima reunión mundial que debe continuar los acuerdos políticos de Copenhague de 2009, las conferencias de Cancún (2010), de Durban (2011) y de Doha (2012), en las que se avanzaron acuerdos que complementan el Protocolo de Kioto.

Sin embargo, ¿por qué nos creímos el cuento de que Lima era la antesala de los grandes acuerdos sobre el cambio climático en el planeta? ¿De cuándo acá las negociaciones entre los Estados y los organismos mundiales tienen borradores previos? Generalmente, en este tipo de negociaciones, los estados explicitan sus respectivos puntos de vista y el tira y el afloja se produce horas o minutos antes de firmarse el Tratado. Es decir que esas horas y minutos se darán el próximo año en París.

Claro que la COP de Lima tiene su aporte: se plantea que cada Estado y las diversas regiones del orbe especifiquen los compromisos que se auto imponen. Pero nada se parece a un borrador del futuro tratado sobre el cambio climático.

¿Por qué, pues, surgió la idea de que en Lima se jugaba el todo o el nada? A nuestro entender las organizaciones del ecologismo radical que controlan el Ministerio del Ambiente usaron el evento para desarrollar sus estrategias particulares que, según nuestro criterio, no tienen nada que ver con el desarrollo en armonía con el medio ambiente que debe prosperar en el país. El ecologismo radical, por el contrario, pretende cambiar el modelo  económico, “porque considera que el capitalismo está llevando al planeta a un desastre ecológico”.

De allí que durante el desarrollo de la COP de Lima las diversas personalidades e invitados que dieron entrevistas a los medios de comunicación desarrollaron un discurso ideológico contra las inversiones en recursos naturales. El concepto del “extractivismo depredador” se puso de moda no obstante que nuestros ríos están envenenados por la basura de las ciudades ante la indolencia del MINAM y que hoy la explotación minera y petrolera no representan una amenaza para el ambiente, tal como lo demuestran países verdes por excelencia como Finlandia, Noruega, Dinamarca y otros.

Luego de la COP de Lima las estrategias colectivas e individuales del ecologismo radical se han fortalecido. Las ONG del extremismo ambiental se han repletado de proyectos y financiamiento, y las personalidades vinculadas a este sector probablemente ya tienen exilios dorados en organismos internacionales. Pero el país, desacelerado por el bloqueo de las inversiones en minería, petróleo y energía, sigue reclamando criterios claros que armonicen el crecimiento, el desarrollo y la reducción de la pobreza, con la preservación del medio ambiente.