Editorial Política

Cuando se radicalizan la igualdad y la libertad para eliminarlas

A propósito de la libertad de prensa y las libertades absolutas

Cuando se radicalizan la igualdad y la libertad para eliminarlas
  • 17 de enero del 2025

 

Una de las estrategias del marxismo fundacional y de los neocomunismos, luego de la caída de la Unión Soviética y el Muro de Berlín, siempre fue radicalizar los programas de la igualdad y de la libertad de la revolución en Francia. Finalmente, todos los textos de Marx y Engels proponían la igualdad absoluta en la sociedad, no obstante que esa visión había sido descartada del pensamiento occidental a lo largo de más de dos milenios.

Sin embargo, la idea de una igualdad absoluta de todos era una idea racionalmente correcta y atractiva. Era políticamente correcta. ¿Qué hombre de buena voluntad se puede oponer a igualar a todos, sobre todo luego de que el cristianismo señalara que todos somos iguales por albergar el soplo divino? No obstante, la idea de la igualdad absoluta como proyecto racional siempre se estrelló contra la naturaleza humana, contra la evolución social de la humanidad, contra las condiciones históricas y concretas de las sociedades. ¿Cómo así? En la evolución social, la desigualdad es el principal motor de la historia, y todas las sociedades establecen desigualdades y jerarquías, desde la más primitiva hasta las más avanzadas.

Por estas razones el proyecto comunista que pretendía igualar a los hombres se convirtió en la mayor expresión de genocidio y terror de la historia humana, sumando más de 100 millones de muertos en el gulag soviético y la comuna campesina del Gran Salto Adelante de Mao. Nunca desde los vientres de la racionalidad habían surgido tantos océanos de sangre y terror.

Sin embargo, en el siglo XX el marxismo y el comunismo comenzaron a desarrollar reformas radicales para sofisticar sus estrategias de poder. Conscientes de que la igualdad absoluta se había estrellado contra la evolución humana, empezaron a desarrollar el programa de la libertad absoluta. La Escuela de Frankfurt, Sartre, Foucault, Derrida, Deleuze, de alguna manera, son los profetas de la libertad absoluta. Muchos liberales del mundo tremolaron frente al existencialismo individualista de Sartre. Sin embargo, todo era una estratagema de poder del neocomunismo.

El wokismo en Occidente es el primogénito de la libertad absoluta. La idea de una democracia identitaria basada en autopercepciones individuales de género, raza, cultura, color y otras diversidades solo se explica por el concepto de libertad absoluta. Igualmente, los debates que pretenden generalizar el aborto –ignorando la protección de los más débiles– también provienen del concepto de la libertad absoluta del cuerpo humano. Asimismo, todos los proyectos de expropiaciones de medios en el siglo XX –en los países soviéticos y en Hispanoamérica– provienen del concepto de la libertad absoluta del periodista que debe enfrentar a los intereses del propietario del medio.

Si se generalizara y constitucionalizara el concepto de la libertad absoluta no quedaría en pie ninguna institución de Occidente: ni la familia ni la escuela, porque los hijos se rebelarían contra los padres y los alumnos contra los maestros luego de haberse quebrado el principio de autoridad. Tampoco quedaría la propiedad privada, los mercados, ni menos la verdadera libertad de expresión, que nace de la propiedad privada de los medios. De lo contrario el Estado, como en el sistema soviético, sería el único propietario. ¿O no?

No existe la libertad absoluta como tampoco existe la igualdad absoluta. Se trata de un pensamiento políticamente correcto, de un ejercicio racional que nada tiene que ver con la naturaleza humana y la realidad de las sociedades. Nuestro ejercicio de la libertad siempre tiene condicionamientos históricos: nacemos en un país, dentro de una familia, dentro un territorio y tenemos responsabilidades antes de venir a este mundo. No podemos evitar nuestra historia.

Cuando se discute si la autocensura de la PUCP de la ofensa en contra de la Virgen María pone en peligro la libertad de expresión hemos entrado a este debate de fondo. Y el problema es que los filósofos neomarxistas, simplemente, se han comido el cerebro de todas las élites occidentales, y despertar de la droga de lo políticamente correcto tomará muchos años y luchas. Si tuviéramos libertad de ofender porque ejercemos nuestra libertad de prensa –más allá de cualquier acción legal–, tarde o temprano se desataría la violencia de todos contra todos, un objetivo central de los teóricos progresistas de la libertad absoluta.

  • 17 de enero del 2025

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