¡Con tremendo nudo en la garganta!

Keiko Fujimori y PPK disputarán segunda vuelta

Al cierre de esta edición, los avances en el cómputo electoral establecen que Keiko Fujimori habría conseguido cerca del 40% de la votación y que PPK sobrepasa el 22%, desplazando a Verónica Mendoza, quien era relegada apenas por algunos puntos. Un gran sector del país celebró la segunda ronda entre el fujimorismo y el pepekausismo como un triunfo de la sensatez, la prudencia y la predictibilidad, frente a las propuestas —de la señora Mendoza— de reeditar el proteccionismo, el Estado empresario y de derogar la Carta Política de 1993.

Un posible ballotage entre Fujimori y Mendoza habría reeditado todas las pasiones, enconos y polarizaciones de la segunda vuelta del 2011, en la que se impuso Ollanta Humala. Sin embargo, a nuestro entender, no hay mucho que celebrar. Una vez más la mayoría de peruanos asistió a una elección con un tremendo nudo en la garganta, rogando para que no pasara al ballotage la propuesta antisistema, que representaban Mendoza y el Frente Amplio. Y si observamos la votación en el sur del Perú, en algunos departamentos del centro y en Cajamarca, es evidente que la izquierda ha vuelto a alzar sus banderas en el escenario nacional; no pasó a la segunda vuelta, como se dice, por un pelo.

¿Por qué una democracia que desarrolla su cuarta elección nacional sin interrupciones, y que ha reducido la pobreza como nunca en su historia, suele desarrollar elecciones que la ponen al borde del abismo y que niegan la historia de los últimos 25 años? A nuestro entender, en la primera vuelta de ayer se repitió, de alguna manera, el enfrentamiento de dos países —de un Perú formal y otro real—, que se produjo en los comicios del 2006 y del 2011.

El electorado del sur y de las provincias no votó por Mendoza como manifestación de una identidad de izquierda, sino como protesta contra un Estado que, en las últimas décadas, contó con incontables recursos fiscales, pero fue absolutamente incapaz de construir carreteras, resolver los problemas de energía, cambiar los sistemas de educación y de salud, y de superar sus problemas institucionales. Protestaron en contra de un Estado que solo se aparece para cobrar impuestos y que se ha convertido en el peor enemigo de la sociedad, creando sobrerregulaciones y trámites insostenibles. No reconocer ese hecho es negar la realidad.

Si no percibimos esa realidad que padece el Perú profundo, ese Perú que emerge, cualquier propuesta radical tendrá audiencia. Hoy alejamos la amenaza antisistema, pero si no cambiamos el “modelo”, creando un nuevo Estado, mañana no será Verónica Mendoza sino Antauro Humala que ya gozará de libertad. ¿0 no?

No queremos ser aguafiestas, pero estas elecciones deben ser motivo no de celebraciones sino de profunda reflexión. Ante nuestros ojos permitimos que prosperara el antivoto que destruye la democracia, que busca excluir otras propuestas; de pronto aparecieron César Acuña y Julio Guzmán, hasta que —por descarte— se quedó Verónica Mendoza. Cualquiera menos mi enemigo. La señora Mendoza se subió a la ola del antivoto, luego hizo clic con el sentimiento antiestatal del sur del Perú y casi avanzamos a un ballotage realmente sombrío para la gobernabilidad.

Una vez más el sueño republicano, que consolida su cuarta elección nacional sin interrupciones, se permite un respiro. Quizá no exista otra oportunidad. No existe libertad ni sociedad abierta si no se desarrolla una guerra ideológica, una confrontación de ideas permanente en contra de sus enemigos. La historia no avanza linealmente, sino en círculos, en zigzags, y a veces se impone el pasado. Todo depende de la voluntad política e ideológica de quienes defienden las libertades políticas y económicas.