La comisión de Constitución del Congreso de la R...
Cualquier analista u observador que pretenda establecer un balance del resultado de las elecciones regionales de este domingo se encontrará con un rompecabezas imposible de descifrar. Al cierre de esta edición, los resultados electorales a boca de urna revelaban que las elecciones regionales y municipales se habían convertido en movilizaciones locales impulsadas por líderes regionales y provinciales. Y de pronto, la idea de un resultado que nos indicará una opción política del país o la existencia de partidos políticos nacionales se alejaba como posibilidad. El Perú sigue siendo una suma de retazos inconexos.
No obstante, si analizamos el desgobierno nacional que desató Pedro Castillo con sus anuncios de promover una asamblea constituyente y las nacionalizaciones de los recursos naturales –cuando llegó al poder, un año y algunas semanas atrás–, los resultados electorales del domingo nos indican que el Perú está demasiado lejos del proyecto bolivariano. El pronunciamiento electoral de la gente ha enterrado sin miramientos a Perú Libre y cualquier epígono del eje bolivariano.
A pesar de la fragmentación política, pues, el proyecto de la constituyente ha sido enterrado en estas elecciones subnacionales. De allí que, en la mayoría de resultados electorales regionales no se advierta el perfil antisistema y anti inversión que solían tener los candidatos que emergían en comicios pasados. Las elecciones regionales entonces han sancionado que el Perú no debe avanzar por el camino del eje bolivariano.
Una de las tareas de los sectores democráticos que defienden el sistema republicano y la Constitución será apoyar en las segundas vueltas regionales a aquellos candidatos que defiendan con más firmeza la Constitución, la economía de mercado y las inversiones en el país. Allí reside una de las grandes tareas que nos deja el resultado electoral.
Los resultados no solo han castigado con extrema dureza a los partidos del eje bolivariano sino también a Acción Popular. El viejo partido de Fernando de Belaunde Terry, no obstante que en las últimas dos elecciones nacionales tuvo resultados significativos, hoy prácticamente ha desaparecido por el efecto de los “niños” del Congreso. Otro de los hechos que llama poderosamente la atención es la abstención de Fuerza Popular en las elecciones subnacionales y las derrotas allí en donde presentó listas.
En medio de la fragmentación política y las evidentes sanciones a los partidos y aliados del desgobierno nacional de Castillo, es necesario subrayar el intenso trabajo de bases que han desarrollado Alianza para el Progreso, Somos Perú, Podemos, Renovación Popular y Avanza País, que se expresan en los triunfos alcanzados en los distritos de Lima y varias regiones del país. De una u otra manera, en el logro de estos movimientos se percibe la intención de convocar a los mejores líderes locales para continuar haciendo política desde el universo distrital y provincial.
En cuanto al resultado en Lima la posibilidad de la elección de Rafael López Aliaga revela que el sentimiento opositor al Gobierno continúa presente y sigue expandiéndose en la sociedad. Sin embargo, el triunfo de Renovación Popular tenía que confirmarse en el conteo rápido y en el cómputo final que desarrollará el sistema electoral.
De otro lado, los resultados electorales nos indican que es urgente reformar la legislación electoral que, de una u otra manera, ha promovido la destrucción del sistema de partidos políticos y una balcanización extrema de la representación política. Una de las preguntas que emerge es cómo se ha sobrerregulado, burocratizado y se han colocado innumerables aduanas para la inscripción y continuidad de los partidos a nivel nacional, mientras que casi no se exige requisito alguno para la inscripción de un movimiento regional.
¿En qué lugar del mundo las repúblicas han funcionado sin partidos nacionales? Las reformas electorales progresistas han destruido el sistema político, lo han balcanizado hasta el paroxismo y, en realidad, hoy le permiten al Gobierno absorber el durísimo golpe electoral.
En cualquier caso, las elecciones regionales le otorgan un nuevo aire al sistema republicano.
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