Las bancadas de la centro derecha –entre ellas Fuerza Po...
Las afirmaciones de Héctor Béjar acerca de que la Marina de Guerra del Perú inició el terrorismo en el Perú desataron una gigantesca ola de repudio nacional que convirtió en imposible la permanencia del mencionado personaje al frente de la Cancillería de la República. No obstante, al margen de mancillar el honor y la tradición de una institución tutelar de nuestro sistema republicano –es decir, de la Marina de Guerra–, semejantes despropósitos posibilitan un debate frontal en contra de todos los relatos comunistas sobre los orígenes del terrorismo y la violencia subversiva.
Quizá valdría empezar, por ejemplo, preguntándonos por qué en el Perú de los años ochenta Sendero Luminoso desató una guerra del terror en contra de todos los peruanos. El relato marxista señala que el terrorismo y la violencia subversiva es “la respuesta del pueblo” a la pobreza y a “la situación de violencia estructural”. Sin embargo, ¿por qué en esa misma década, trágica para el país, no hubo terrorismo en Bolivia ni Haití, dos sociedades incluso más pobres y atrasadas que el Perú de entonces? Allí se empantana el relato comunista.
De otro lado, ¿por qué ha existido terrorismo en países más desarrollados que los latinoamericanos, como el de las Brigadas Rojas en Alemania, (Baader-Meinhof) y el ETA (Euskadi Ta Askatasuna) en España? En esos países no se conocía de la pobreza existente en la región latinoamericana. Asimismo, ¿por qué la prédica de Al Qaeda o de Isis (Estado islámico) puede prosperar en las sociedades árabes más diversas –desde las más pobres hasta las más prósperas– e, incluso, en los países europeos?
El terrorismo y la violencia no provienen de la pobreza y la exclusión, como arguye el marxismo, sino de la ideología, la cultura y la filosofía. Cuando el relato marxista y las corrientes comunistas establecen que la riqueza de unos es la explicación de la pobreza de los demás, alientan la lucha de clases y convierten a la violencia en la partera de la historia.
El relato marxista o fundamentalista pretende instaurar un igualitarismo utópico que violenta la naturaleza de la sociedad y del hombre. De allí su arbitrariedad y sus vínculos con la lucha de clases, la violencia y el terror.
Los relatos del marxismo sobre las violencias estructurales, pues, solo son simples quimeras, construcciones ideológicas intolerantes y excluyentes.
En el Perú, durante las décadas de los sesenta, los setenta y los ochenta, las corrientes comunistas comenzaron a controlar los tercios estudiantiles de las universidades públicas y, a partir de allí, empezaron a manejar los currículos y el nombramiento de los profesores.
En la universidad pública se enseñó el materialismo dialéctico y el materialismo histórico –manuales básicos de marxismo–, y de pronto, los centros de educación superior se transformaron en talleres de adoctrinamientos revolucionarios. En este contexto, era inevitable que la Universidad San Cristóbal de Huamanga pariera al Partido Comunista del Perú, Sendero Luminoso, que bañó en sangre al Perú de los ochenta.
Como se aprecia con absoluta claridad, el terrorismo y la violencia en el Perú son el resultado de un intenso trabajo ideológico y cultural del maoísmo en la educación. Finalmente, el terror de Sendero fue un terror de maestros y estudiantes.
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