Censura, democracia y economía

Sobre la distensión política que vive el país tras la censura del Gabinete Jara.        

En contra de cualquier pronóstico, la censura del Congreso a la ex jefa del Gabinete Ana Jara, la posterior renuncia de los ministros, y la designación de Pedro Cateriano como titular de la PCM, ha desencadenado un clima de distensión política que no habíamos visto durante el gobierno nacionalista, caracterizado por la confrontación con la oposición. Las reuniones del jefe de Gabinete con Keiko Fujimori y Alan García todavía son difíciles de creer en un país que, desde su Independencia, cultivó la preeminencia de la facción, de los anti, del enfrentamiento, antes que el pacto y el acuerdo con el rival.

Ahora bien, ¿cómo entender la sorprendente tregua política que atraviesa el país? Algunos tenderán a explicar los desenlaces por el talante democrático de Cateriano, lo cual es verdad. Sin la voluntad política del Primer Ministro no habría tregua. Sin embargo el análisis de los hechos históricos y de la coyuntura política no se puede atribuir a la voluntad de los individuos, sino, principalmente, a los grandes alineamientos de los actores y las colectividades en una sociedad. Y aquí el gran mérito reside en la oposición: entendió que, ante los despropósitos del régimen, había que aplicar al Ejecutivo la máxima sanción política que establece la Constitución; que no había alternativa a menos que la institucionalidad fuese devorada por sectores oscuros.

Antes que empujar a la democracia al abismo de una crisis de gobernabilidad, como sucedía en el siglo XX, la censura ha producido una rectificación en el Ejecutivo. De una u otra manera, en el preciso momento en que el país se acercaba al precipicio, el oficialismo y la oposición decidieron arriar banderas y sentarse a conversar. Es decir, a pesar del descrédito de los partidos, los políticos e instituciones, ha surgido una conciencia civil y democrática que comparten la mayoría de actores políticos. No todo es malo, pues, en la política.

Este espacio de tregua, tal como lo ha manifestado Cateriano, debería servir para relanzar el crecimiento económico. Oficialismo y oposición deberían entender que si la democracia avanza  sin interrupciones hacia el cuarto proceso electoral -no obstante el deterioro del espacio público- ello solo se puede explicar por el modelo económico del último cuarto de siglo, que ha impulsado el crecimiento, la reducción de la pobreza y la desigualdad como nunca en nuestra historia.

Jamás se incluyó a tantos peruanos en las posibilidades de bienestar y desarrollo. Los militantes de las capillas de izquierda niegan esta realidad y hoy pretenden agruparse en un frente para “enfrentar el modelo neoliberal”. Pero la mayoría de actores políticos y candidatos, por el contrario, más allá de algunos cálculos electorales, apuestan por preservar el modelo de crecimiento y la continuidad de las inversiones, sobre todo la privada, la principal fuerza de cambio en la reciente historia.

Quizá un pronunciamiento del oficialismo y la oposición por la continuidad del proyecto de Tía María en Arequipa podría indicar la manera cómo los demócratas comienzan a entender que la actual democracia peruana no se puede desligar de la economía de mercado y el reciente crecimiento. Suena un objetivo difícil porque la agenda de gobernabilidad del país se entrecruza con el cronograma electoral, pero la política democrática –tal como lo demuestran los últimos acontecimientos- es el arte de hacer posible lo que parece imposible.

13 - Abr - 2015