Antimineros no dan tregua

Sobre la imparable creación de relatos izquierdistas contra las industrias extractivas   

Un ecologista radical acaba de publicar en el portal de izquierda La Mula un artículo en el que sostiene que las actividades extractivas son la mayor fuente de contaminación y de conflictos sociales. Sin duda, el artículo se enmarca en la estrategia política e ideológica radical que, bajo pretextos ambientalistas, busca liquidar el modelo económico y restaurar estatismo que condujo a la pobreza al 60% de los peruanos.

Veamos la primera afirmación del artículo: las actividades extractivas -minería e hidrocarburos- son la causa el mayor impacto ambiental. Esto es falso. Todos los estudios ambientales señalan que, en el Perú, las principales fuentes de contaminación son la basura y los desagües arrojados a los ríos, lagos y playas (ver ¡Es la basura, estúpido!), y sin embargo, los ecologistas radicales solo se ocupan de las actividades extractivas.

Las otras actividades que más impactan en el medio ambiente de nuestro país son la agricultura y la ganadería. En la selva, por ejemplo, la actividad agrícola legal e ilegal (coca) arrasa con los bosques y degrada los suelos. Y la ganadería produce una enorme cantidad de dióxido de carbono (CO2) en las bostas del ganado y en el uso de estas como combustible. ¿Vamos a prohibir la crianza de ganado y los cultivos también?

En contraste, NO EXISTE ningún estudio que demuestre que la minería esté contaminando hoy las fuentes de agua. Ni en Tintaya, ni en Antamina, ni en Cerro Verde, por ejemplo, se contamina el agua porque operan con tecnologías proambiente modernas y todos sus procesos son supervisados, controlados y monitoreados por el Ministerio del Ambiente (OEFA), la Autoridad Nacional del Agua (ANA) y otros organismos estatales. Además, para poder financiar sus proyectos, la banca global les exige a las compañías que cumplan los estándares ambientales internacionales, de lo contrario no hay crédito.

La única minería que contamina es la informal, que se realiza sin controles, depredando literalmente la naturaleza y, sin embargo, los ecologistas radicales se callan convenientemente ante este problema. Solo les interesa atacar a la gran inversión privada,

También es mentira que la industria extractiva sea la primera fuente de conflictos sociales. Afirmar esto es ocultar el rol decisivo que juega el relato antiminero en esos conflictos: Si a los habitantes de un pueblo les dicen mentiras como “la mina va a envenenar tu agua, tus hijos se van a enfermar, tus animales van a morir”, es imposible que no protesten. ¿Cuál es entonces el origen real de las protestas? (ver El relato antiminero).

La estrategia extremista consiste precisamente en construir relatos alarmistas basados en falsedades, para generar pánico en los pueblos, manipularlos y movilizados con violencia contra los proyectos extractivos. (Ver Pánico; arma predilecta de antimineros). Ejemplos sobran: “se acabará el limón de Tambogrande”, “las cabeceras de cuenca” en Cajamarca, “el polvo de Tía María” o “los campesinos contaminados” por la mina Tintaya, etc.

Este último punto, que acaba de ser desempolvado, fue desmentido hace tres años al revelarse que el “estudio” que sustenta esa versión fue manipulado de manera grosera para alterar sus resultados. Otro estudio posterior, realizado por acuerdo de la Mesa de Diálogo de Espinar, concluyó que no hay contaminación por actividad minera en esa zona. Pero además, comparando las muestras de sangre de los campesinos de Espinar con las de los limeños que habitan en la Av. Abancay, estos tienen dos o tres veces más plomo en la sangre que los primeros. ¿Por qué los radicales no hablan de esto?

La ofensiva antiminera no da tregua, por eso es necesario enfrentarla y desnudar su esencia ideológica disfrazada de ecologismo y su propósito final: liquidar el modelo económico que ha reducido la pobreza y la desigualdad a niveles sin precedentes.