Las bancadas de la centro derecha –entre ellas Fuerza Po...
En un comunicado difundido días atrás por la empresa minera Antapaccay, concesionaria de la operación Tintaya (uno de los yacimientos cupríferos más importantes del denominado Corredor Vial del Sur), se señala que la minera ha postergado, en el “corto plazo”, el desarrollo del proyecto Coroccohuayco en la provincia cusqueña de Espinar.
El proyecto Coroccohuayco es una ampliación de la mina Tintaya. Y a nuestro entender, la suspensión de la inversión representa un golpe durísimo para la inversión privada en general y la minera en particular. Las inversiones en cobre en el Perú comienzan a postergarse en el preciso momento que los especialistas señalan que la inversión privada en general puede caer hasta el 20% en el 2022.
En el comunicado se indica que la minera “no planea ejecutar este año o el próximo” el proyecto de ampliación Coroccohuayco, con una inversión de alrededor de US$ 600 millones. Las razones, según el comunicado de la empresa, tienen que ver con que el desarrollo de dicho proyecto “dependerá de los resultados de los análisis de viabilidad”, sobre todo en el área social. Semejante anuncio –que paraliza Coroccohuayco–, se presenta en el marco de una nueva ola de protestas en Espinar en contra del mencionado proyecto. Una ola de protestas promovidas por algunas oenegés en determinadas poblaciones y comunidades.
El anuncio de la empresa sobre la postergación de la ampliación de Tintaya debe leerse como la reacción natural de los ciudadanos y las empresas, que postergan inversiones o envían sus capitales al exterior luego de los anuncios del Ejecutivo de promover una asamblea constituyente, nacionalizar el gas, desarrollar “una segunda reforma agraria” e industrializar la hoja de coca.
Los dirigentes de las 13 comunidades de las provincias de Chumbivilcas y Espinar (en el Cusco), que hoy se oponen a la ampliación del proyecto minero, señalan que existen “afectaciones ambientales” por la operación Tintaya. Sin embargo, todos los estudios descartan semejante posibilidad. En un informe difundido por el Ministerio del Ambiente el 5 de marzo de este año, se concluye que ningún componente de la operación minera Tintaya afecta o contamina las comunidades aledañas.
Si bien el proyecto de ampliación Coroccohuayco está en etapa de consulta previa y, por lo tanto no hay ejecución, tampoco representa una amenaza para las comunidades. Lo que sí cabe señalar es que en casi todas las provincias altas del Cusco existe una contaminación natural de las aguas de los ríos por la mineralización natural, debido al fenómeno lahar, proveniente de la intensa actividad volcánica de la zona. A través de las lluvias se trasladan los restos de la actividad volcánica y las aguas se mineralizan con metales como el cadmio o zinc.
Sin embargo, las organizaciones no gubernamentales asociadas a los líderes de izquierda radical y extrema, así como operadores y ciertos dirigentes, continúan con la perorata acerca de que existe contaminación por metales pesados debido a las empresas mineras.
Hoy, por ejemplo, el distrito de Espinar representa un milagro económico y social. Gracias a los círculos virtuosos de la mina Tintaya la pobreza –desde el 2009 hasta antes de la pandemia– se había reducido de 80% de la población a 21%.
La postergación de la ampliación de la mina Tintaya es un duro golpe al crecimiento y al proceso de reducción de la pobreza. Postergar una inversión en cobre cuando los precios de este mineral alcanzan niveles históricos es un verdadero crimen social en contra de los más pobres.
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