A través de la prensa de los Estados Unidos se acaba de...
Los organismos multilaterales han comenzado a hablar de una desaceleración sincronizada del crecimiento económico mundial en el 2019. Hoy se pronostica un crecimiento de solo 3% y todas las proyecciones están a la baja. Las economías asiáticas seguirán siendo los motores de la expansión económica, pero Latinoamérica (LATAM) continuará como la cenicienta del planeta. El FMI pronostica que Latam solo crecerá 0.2% en el 2019. El motivo: la desaceleración en México y Brasil. Y, por supuesto, la contracción de Argentina en 3.1% y la feroz caída del PBI venezolano en 35%.
En medio de este contexto se produjo el cierre inconstitucional del Congreso en el Perú, y los gobiernos de Ecuador y Chile pretendieron realizar ajustes de precios en bienes y servicios con objeto de mejorar la posición fiscal del Estado y de determinadas empresas. Sin embargo, movilizaciones de turbas radicalizadas crearon el descontrol en Quito obligando el presidente Lenin Moreno a retroceder en el incremento de los combustibles. Lo mismo sucedió en Santiago, en donde las movilizaciones callejeras también obligaron al mandatario Sebastián Piñera a suspender el incremento de los pasajes del Metro. Chile, el país con el ingreso per cápita más alto de la región era golpeado por turbas radicalizadas como si se tratase de una sociedad de ingreso bajo.
En este contexto, Diosdado Cabello, segundo en la jerarquía chavista de Venezuela, ha sostenido más de una vez que los casos de Perú, Ecuador y Chile, y las elecciones en Argentina —en las que puede ganar la dupla Fernández-Kirchner— presagian una brisa bolivariana que se convertirá en un huracán. Si bien el mandamás chavista peca de optimismo, resulta incuestionable que América Latina anda de mal en peor con respecto a la política y la posibilidad de seguir profundizando reformas.
El crecimiento de 0.2% que pronostica el FMI para la región es, simplemente, devastador. En buen cristiano, significa que Latam volverá a aumentar pobreza en el 2019, luego de haber acompañado a Asia en la reducción de este flagelo social en los últimos años. Y si le agregamos el hecho de que las turbas se radicalizan frente a los ajustes inevitables que deben desarrollar las economías para mejorar posiciones fiscales y macroeconómicas, ¿qué está sucediendo en Latam?
A estas alturas no es una exageración sostener que Latam es una de las regiones del planeta en donde el neomarxismo ha desarrollado una ofensiva ideológica y cultural en todas las líneas. La multiplicidad de oenegés del radicalismo ambiental que pretenden detener inversiones en recursos naturales, que “defienden” DD.HH. para erosionar la autoridad del Estado, que plantean los polémicos temas de género y otras cuestiones de mercado y empresa, simplemente, han terminado deteniendo la segunda ola de reformas que la región debió emprender para alejarse del bajo crecimiento y la lentificación del proceso de reducción de pobreza.
Después de las reformas de los noventa que acabaron con los estados empresarios, con las regulaciones de mercados y precios, en Latam no han existido nuevas reformas económicas y sociales (institucionales, educación, salud e infraestructuras). Muy por el contrario, los gastos estatales y sociales se han expandido —salvo excepciones conocidas— y la ralentización del crecimiento y del proceso de reducción de pobreza crean descontento social en las precarias clases medias que pueden retornar a la pobreza.
Toda la situación descrita tiene una explicación: los sectores que defienden las libertades política y económica han abandonado la lucha ideológica en defensa del modelo republicano y el capitalismo, y han dejando el terreno libre a las propuestas colectivistas y anticapitalistas. En este escenario, esos sectores avanzan sobre los sentidos comunes de la mayoría de las sociedades e influyen decisivamente en los medios de comunicación. Es hora, pues, de reaccionar si queremos que Latam no ingrese a una nueva década perdida.
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