En la lucha en contra de las economías ilegales en el P...
Es incuestionable que el mundo ha ingresado a una guerra comercial que desatará quiebras, recesiones, caídas de las bolsas de valores y todas las calamidades de una crisis económica mundial. Los bloques económicos se desplazarán y algunas potencias que parecían subir una escalera se detendrán e, incluso, quebrarán.
En este escenario la situación de los países emergentes se complicará y los avances en la lucha contra la pobreza extrema (apenas el 10% de la población mundial) adquirirán otros ritmos y velocidades. En el nuevo orden comercial del mundo que emergerá existen muchos pronósticos, muchas evaluaciones y análisis que provienen de los sectores académicos e intelectuales que respaldaron sin mayores críticas la globalización luego de la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, la proyección de que China se convierta en la potencia hegemónica genera una serie de interrogantes. Todo está por verse, como se dice, pero es incuestionable que el asunto se resolverá con las innovaciones en la ciencia y la tecnología.
Desde el punto de vista del Perú es necesario desterrar una propuesta suicida e irresponsable que nos señala que ante la subida de aranceles en el norte se debe responder de la misma manera. Una locura colectivista y progresista que algunos promoverán. El Perú representa apenas el 0.02% del PBI mundial, ¿qué puede hacer frente a los gigantes de Estados Unidos y China? Por otro lado, la idea de responder con subida de aranceles no solo es ridícula, sino que esconde la locura de que el Perú se alinee con uno de los bloques en disputa.
Con China nuestro país debe mantener relaciones pragmáticas y constructivas, pero sin olvidar que nuestro modelo político e institucional es uno republicano, de equilibrio de poderes y respeto absoluto a las libertades constitucionales. Desde ese punto de vista el Perú debe desarrollar una estrategia independiente de todos los grandes bloques económicos que se formarán en la guerra comercial en curso.
En este contexto debemos aprender de los llamados Tigres de Asia que, durante la Guerra Fría del siglo pasado, desarrollaron reformas estructurales que posibilitaron que Singapur, Corea del Sur, Hong Kong y Taiwán se convirtieran en países desarrollados en apenas cuatro décadas, abreviando el camino a la prosperidad que a las sociedades occidentales le demandó más de dos siglos.
Planteadas las cosas así, el Perú debe avanzar en demoler el viejo Estado burocrático que se ha convertido en la peor muralla contra las iniciativas de la sociedad y el sector privado. Hoy nuestra sociedad es una de ingreso medio, pero con cerca del 70% de la población en situación de informalidad. En algunas regiones la informalidad duplica a los índices de pobreza llegando a representar hasta el 80% de toda la economía del departamento. El Estado, pues, bloquea inversiones y prolonga la pobreza; bloquea la legalidad y aumenta la informalidad.
Acabar con el Estado burocrático implica reducir los ministerios –a menos de la mitad– eliminar sobrerregulaciones, oficinas y burocracia para devolver recursos desde el Estado a la sociedad mediante una reforma tributaria que reduzca los impuestos y simplifique su cobro. Sobre esa base el país debe avanzar en la reforma de su sistema político y en la transformación de su sistema de justicia para organizar una mayor predictibilidad institucional y política.
Igualmente, el Perú necesita una reforma de la legislación laboral que establezca la plena flexibilidad en los contratos de trabajo, tal como sucede en los países desarrollados y en las economías populares y emergentes del país. Asimismo, necesitamos un shock total de inversiones en infraestructuras para cerrar las brechas que excluyen a gran cantidad de peruanos y evitan la conexión de los mercados internos y de éstos con el mundo.
Y si como parte de estas reformas desarrollamos una poderosa reforma educativa y una inversión sostenida en ciencia y tecnología, en las próximas décadas el Perú se convertirá en la potencia mundial que siempre debió ser por su ubicación geográfica privilegiada y la bendición de sus recursos naturales.
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