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El candidato Yonhy Lescano no solo ha propuesto una asamblea constituyente para cambiar el régimen económico de la Constitución, sino que acaba de declarar su admiración por el modelo económico de Evo Morales, hoy convertido en un autócrata que persigue a la oposición.
Si bien Lescano todavía no declara su admiración por el autoritarismo y el control que ejerce el MAS, partido de Evo, sí ha señalado que el Perú debe cambiar su legislación sobre inversión en recursos naturales y copiar la fórmula boliviana, sobre todo en lo que respecta a gas e hidrocarburos. Sin embargo, antes es necesario poner algunos puntos sobre las íes con respecto a los avances y resultados de los modelos económicos de Perú y Bolivia.
El PBI del Perú suma alrededor de US$ 200,000 millones (cifra que debe ajustarse por la pandemia) y el PBI per cápita está en alrededor de US$ 6,500. Cabe destacar que el PBI se triplicó entre 1990 y la segunda década del siglo XXI, porque venía de superar la destrucción económica y social que causó el velasquismo en los setenta y los ochenta. De otro lado, nuestro país, hasta antes de la pandemia, había logrado reducir la pobreza, del 60% de la población a solo 20%, y en cuanto a macroeconomía mantenía déficits fiscales por debajo del 2% del PBI y una deuda pública de alrededor del 25% del PBI.
¿Cuáles son las cifras que llevan a Lescano, a Mendoza, y a todos los candidatos antisistema a admirar el modelo de Evo? No obstante que Bolivia tiene casi la misma extensión territorial y las mismas posibilidades en recursos naturales que el Perú, el país altiplánico tiene un PBI de alrededor de US$ 40,000 millones (la cuarta parte del PBI peruano) y un ingreso per cápita de más de US$ 3,000 (Bolivia solo tiene 12 millones de habitantes). De otro lado, la pobreza en Bolivia –antes de la pandemia– superaba el 30% de la población y los déficits eran del orden del 8% del PBI y la deuda pública superaba el 30% del PBI.
¿De dónde entonces proviene el enamoramiento de Lescano del modelo económico de Evo? Nadie lo entiende. Otra vez, como sucede con todas las propuestas antisistema, la ideología es más poderosa que la realidad.
El candidato Lescano ha propuesto copiar la legislación de hidrocarburos de Bolivia y acabar con uno de los milagros económicos del Perú: la minería moderna. Plantea, por ejemplo, que el Estado solo les pague a las compañías mineras por los servicios de inversión y exploración, tal como sucede en Bolivia. El commodity extraído sería propiedad estatal.
En efecto, en el país altiplánico la empresa estatal Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB) es la dueña del gas que explotan las compañías a las que se paga por servicios. Esta fórmula se aplicó luego de una ofensiva estatizadora del Gobierno de Evo Morales, desde el 2006. El sistema funcionó relativamente porque los altos precios del commodity y la demanda de Argentina y Brasil –principales compradores de YPFB– sostuvieron el experimento hasta que un día el país altiplánico paralizó sus exportaciones por el mantenimiento del campo Margarita. El modelo comenzó a caerse en pedazos.
De pronto el Gobierno bolivariano de Morales advirtió que las reservas de gas habían caído a 8.95 trillones de pies cúbicos (TFC). Y si las cosas seguían por ese rumbo, Bolivia se quedaba sin gas en diez años. El modelo de negocios de Evo era incompatible con las inversiones en exploración, que solo pueden prosperar cuando las compañías proyectan rentabilidades en el mediano y largo plazo.
El Gobierno boliviano pretendió retirar los subsidios internos para enfrentar la situación. La protesta social hizo que el Ejecutivo reculara. Finalmente, quedó claro que Bolivia no iba a cumplir todos sus compromisos con Argentina y Bolivia. La única posibilidad de superar este atolladero pasaba entonces por derogar la legislación de hidrocarburos y copiar la legislación minera del Perú.
Lescano y Mendoza, entonces, pretenden copiar el fracaso boliviano. Pero eso no es todo. Como parte de su vocación populista y chavista, Lescano, en la práctica, ha propuesto cambiar a Julio Velarde, director del BCR. Es decir, pretende cambiar al director de la única entidad que ha funcionado impecablemente en las últimas tres décadas, y que convoca la admiración del mundo entero.
Como se aprecia, en todos lados se propone el suicidio nacional como propuesta electoral.
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