Editorial Cultura

La novela del mundial

La novela del mundial
  • 12 de junio del 2014

El deporte-pasión como insumo literario.                                                                                 

Los mundiales de fútbol se han convertido en una gran fiesta universal, vivida con especial intensidad tanto en el país organizador como en aquellos cuyas selecciones participan en el certamen. Y por supuesto, los mundiales también están entre los eventos más comerciales del mundo de hoy. Ambas cosas las sabe bien el escritor Santiago Roncagliolo (Lima, 1975), sin lugar a dudas el escritor peruano que mejor maneja el marketing, y por eso ha escrito La pena capital (Alfaguara, 2014), un thriller ambientado en la Lima de 1978, cuando esta ciudad estaba inmersa en la euforia por la participación de nuestra selección de fútbol (la de Cubillas, Cueto, Chumpitaz y Velásquez) en el Mundial de Argentina.

En ese contexto, las acciones narradas tienen como telón de fondo las transmisiones de los partidos de la selección peruana, que incluso dan título a los capítulos de la novela (“Perú-Escocia”, “Perú-Holanda”, etc.). El inspector Chacaltana –el mismo protagonista de Abril rojo, libro con el que Roncagliolo obtuvo el Premio Alfaguara de Novela 2006–, más interesado en el cumplimiento de la ley que en el fútbol, se dedica a investigar los asesinatos y desapariciones de jóvenes militantes izquierdistas, aparentemente víctimas de la represión. En su búsqueda de la verdad, Chacaltana llega incluso a ser integrante del llamado Plan Cóndor, un operativo que realizaban de manera conjunta las dictaduras militares que entonces gobernaban a Perú y Argentina.

Roncagliolo maneja bien la trama de este policial y logra mantener viva la atención del lector, quien va descubriendo poco a poco los excesos y crímenes cometidos por esas dictaduras. También está bien empleado todo lo relacionado con las fiesta popular en que se convierte cada partido jugado por la selección peruana en ese mundial; un recurso que ya empleó el autor en Abril Rojo, novela ambientada en las tradicionales celebraciones ayacuchanas de Semana Santa. Pero hay una tercera línea narrativa que hace que toda la novela se caiga: la evolución de Chacaltana, quien en el proceso de esta investigación pasa de un joven pusilánime manejado por su madre, a convertirse en un adulto dispuesto a casarse y ser cabeza de familia.

Como se recordará, en Abril Rojo Chacaltana era presentado como un personaje muy peculiar: tonto casi hasta el límite de lo verosímil, demasiado interesado en el orden y el respeto de los formulismos burocráticos, y obsesionado (casi hasta la necrofilia) con la memoria de su madre. En esta oportunidad, Roncagliolo ha querido entregarnos la historia de este personaje, mostrándolo en su juventud (inicios de su carrera profesional) y poniendo especial énfasis en la ausencia del padre y en la sumisión ante su autoritaria madre. Pero nada en esta historia logra redimir a Chacaltana, quien siempre actúa como tonto y que si logra resolver los misterios que se le presentan es únicamente por sus errores o torpezas. A la manera de los detectives de películas cómicas, como el inspector Clouseau o Maxwell Smart.

Esta similitud con los personajes de comedia nos da una de las claves de la narrativa de Roncagliolo: está hecha para un público más habituado a las películas masivas y series de televisión que a la literatura. Lo que busca este escritor es más que nada entretener, divertir al lector, aunque para ello tenga que apelar a recursos tan obvios como hacer de su protagonista un tonto superlativo, para que genere contantemente situaciones y diálogos cómicos. Una práctica que podemos encontrar en todas las comedias de televisión, desde El superagente 86 hasta Friends, pasando por la peruana Al fondo hay sitio.

Pero hay que reconocer que Roncagliolo al menos se ha preocupado de crear un tipo de “tonto” netamente peruano. El comportamiento de Chacaltana es risible porque va a contracorriente de lo esperado en un limeño “con calle”, de aquello que generalmente se denomina “viveza criolla”. Ahí donde los demás se saltan los trámites burocráticos o las órdenes de los superiores, él se empeña en cumplirlos y hacerlos cumplir. Es un “antivivo”, del tipo de personas que el humorista Luis Felipe Angell describió con acierto en su libro Los cojudos.

La literatura siempre es un reflejo de los problemas y contradicciones de la sociedad que la produce. Esto es especialmente notorio en el caso de los relatos policiales: cada época queda perfectamente retratada en la naturaleza de los protagonistas de este tan especial género narrativo. Así, la Inglaterra de fines del siglo XIX está bien representada por la frialdad y racionalidad de Sherlock Holmes; y la Norteamérica de la década de 1940, por el cinismo y pesimismo de Philip Marlowe. El floreciente Perú de inicios de siglo XXI ¿queda bien representado por la torpeza y estupidez de Chacaltana?

  • 12 de junio del 2014

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