Darío Enríquez
Y tú, ¿por qué odias a Fujimori?
Recuento de las “razones” de ese odio político

Escribo para todos, pero en especial te hablo a ti, que no soportas al fujimorismo o rechazas todo lo que se le parezca. El antiaprismo marcó profundamente la política del siglo XX en el Perú, en el siglo XXI sucede lo propio con el antifujimorismo. Hacer un recuento de las “razones” (véase las comillas) de tales odios es tarea compleja. Sin embargo, trataremos de delinear algunos elementos y componentes de aquel odio que hoy marca el ritmo de la actualidad política en el Perú y en especial te marca a ti: el antifujimorismo.
Para empezar, sabes que tanto el aprismo en el siglo XX como el fujimorismo en el siglo XXI se convirtieron en barrera objetiva y potente contra el socialismo y todas sus variantes autoritarias, desde las más avezadas hasta las versiones lights. Las izquierdas guardan muchas facturas políticas por cobrar tanto a unos como a otros: no hubo partido con mayor expresión popular en el siglo XX que el Apra, y no hay ninguna expresión con tanto arraigo popular como el movimiento fujimorista, hoy convocado por el partido Fuerza Popular, liderado por Keiko, la hija de Alberto Fujimori.
Ese sentido popular que las izquierdas nunca consolidaron y que solo Alfonso Barrantes pudo amagar a mediados de los ochenta. Esa falsa primavera rosa cayó fulminada en 1990 como parte de la crisis terminal del modelo militarista socialista implantado en 1968, a partir del violento golpe de Estado perpetrado por el dictador Juan Velasco, que en un cuarto de siglo de vigencia nos llevara al fondo del abismo.
El sorprendente triunfo de Alberto Fujimori en 1990 fue el de un “chinito” desconocido que derrotó en forma inobjetable al laureado escritor Mario Vargas Llosa. Tal vez tú también votaste por él, espantado por la más infame, inmunda y multimillonaria campaña electoral desatada por las soberbias huestes de Marito. Una mayoría abrumadora le encargó la misión de encontrar una salida a la crisis, lo que se inició liquidando el régimen militarista socialista que imperaba desde el golpe de Estado de 1968, mediante un autogolpe institucional restaurador en 1992 y una nueva Constitución (1993) para derogar a la ilegítima de 1979, impuesta por la dictadura militar con la complicidad de políticos tradicionales, incluidas las izquierdas.
La Constitución de 1993 fue aprobada por referéndum, siendo la primera vez en nuestra historia que una carta magna se sometía al escrutinio popular. Las bases de un nuevo modelo se establecieron con ella, y es el sustento del proceso de crecimiento, reducción de la pobreza y prosperidad que el Perú vive hasta hoy.
Aunque desde las diversas izquierdas se destila un odio permanente y visceral contra el fujimorismo, es especialmente notorio desde aquel difuso conglomerado que llamamos “CaViaRes”. Una suerte de falsa intelectualidad de izquierdas, que se caracteriza por un discurso igualitarista y una praxis más bien elitista, muy cercana a la máxima orwelliana: “Todos somos iguales, pero unos somos más iguales que otros”. Ellos, por supuesto.
Ante la carencia de arraigo popular, las izquierdas no han tenido otro recurso que el de auparse a todo poder constituido y legítimo para desplegar desde allí sus planes y estrategias. En su momento no dudaron en formar parte incluso del Gobierno de los noventa, infiltrándose en diversos organismos e instancias del Estado. Son los tristemente célebres “fujicaviares’, diligentes y aplicados funcionarios al servicio del fujimorismo en los noventa, que hoy lucen como furibundos antifujimoristas. Tú los conoces muy bien.
Pero no sólo los CaViaRes son antifujimoristas. Como dice la frase de nuestros abuelos “hay de todo como en botica”, a saber: CaViaRes, CaViaRones (cuasi CaViaRes), hueveras (falsos CaViaRes), moluscos, crustáceos, jureles y cojinovas. Dejamos a tu imaginación ubicar a tu zurdo favorito en tal tipología. Aunque no solo las izquierdas odian al fujimorismo, como bien anotan otros analistas. Además, lo hace la vieja oligarquía mercantilista —también referida como “poderes fácticos”— que perdió sus privilegios cuando Fujimori modernizó la economía y permitió que las clases emergentes tengan acceso al mercado.
Sin embargo, más allá de todo ello, también hay gente sana, sin compromisos ideológicos ni mercantilistas, gente real y legítimamente indignada contra la corrupción, que se ha hecho antifujimorista. Gente como tú. En forma inadvertida, pero muy efectiva, por quienes suscitaron esa reacción desde su hegemonía en los medios, creen que la corrupción nació en los noventa y es exclusiva de Fujimori. Quizás otros son muy jóvenes, y al no haber vivido los extremos rigores de la crisis de 1990 caen en lo mismo.
En nombre del odio arraigado en tales creencias —conscientes, subconscientes o inconscientes—, tú terminaste votando en oposición al fujimorismo, a favor de “salvadores de la democracia” que desbordaron luego en gobiernos infestados de megacorrupción, como Alejandro Toledo, Alan García, Ollanta Humala, Luis Castañeda, Susana Villarán, Pedro Pablo Kuczynski, etc. El engaño que ha sufrido gente honesta, trabajadora y bien intencionada como tú es más que evidente y penoso.
Dentro del nuevo fujimorismo se invoca lo bueno de los noventa y se propone retomarlo en un proyecto político. Cuentan con gran apoyo popular, pese a una campaña agresiva y feroz de los medios y los poderes fácticos, que siguen engañando a gente buena como tú. Estos poderes fácticos quieren continuar expoliando en forma impune al Perú. De hecho, lo siguen haciendo. Ellos controlaron las sanciones a la corrupción de los noventa desde un Poder Judicial a su servicio y desde posiciones clave en el Ejecutivo. Ellos han continuado corrompiéndolo todo desde 2000 hasta 2018, impidiendo que se castigue a los culpables.
Ellos participaron de la terrible corrupción de los noventa, y en los últimos quince años también ellos han sido socios privilegiados de la megacorrupción del socialista Foro de Sao Paulo, el reo en cárcel Lula da Silva y los brazos financieros Odebrecht y Cía., incluyendo socios locales como Graña y Montero (principal accionista de El Comercio), entre otros. Tú tienes el poder del cambio desde la verdad. Búscala. Indaga. Contrasta. Reflexiona.
COMENTARIOS