¿Y qué fue del huracán Patricia?

Sobre el nuevo fracaso de quienes pronostican catástrofes climáticas

¡Esta vez iba ser la buena! A unos días de empezar la COP21, todo el escenario estaba perfectamente planteado. Ya se nos advertía “No hay un huracán en todo el planeta, en toda la historia, que haya llegado en la velocidad de sus vientos a 325 kilómetros por hora”. Y como no había que perder una ocasión de sensibilizar (entiéndase aterrar) a la gente, de inmediato salieron los alarmistas para decirnos que era otra evidencia del supuesto “cambio climático”.

Es así que Greenpeace, como lo reportaba también esta página, informó que el huracán Patricia “es una llamada más de atención en torno al desquicio del sistema climático”. Y vimos –momento de emoción- que incluso el presidente Obama, quien aparentemente no tiene nada mejor que hacer, mandó ¡un tuit de apoyo!

Pero -porque siempre hay un pero- parece que la tierra se mofa de sus más fervientes supuestos defensores y que nada ocurrió, una vez más, en el mundo real como lo predijo el mundo virtual generado por modelos informáticos sutilmente programados para dar un único resultado: la catástrofe.

Es así como nos enteramos, entonces, mediante mi periódico favorito, que “Se esperaba que Patricia fuera un huracán devastador pero no hubo muertos ni lesionados, ni caída masiva de transformadores de luz, ni pueblos sepultados por deslaves”. Noten que, en el contexto fijado por alarmistas, la frase “se esperaba”, tomada en su primer sentido, si bien marca una suerte de decepción suena particularmente horrible. Si yo hubiese podido escribir esa frase habría escogido palabras tales como: “se temía que”, y le hubiera agregado “felizmente no ocurrieron…”. ¡Pero basta de semántica!

Como la naturaleza -que parece ser la primera escéptica del clima- se rehúsa a cumplir con las predicciones de los climastrólogos, el problema de estos cada vez que no ocurre dicho evento es tratar de recuperar un poco de credibilidad. Entonces tienen dos posibilidades. La primera es guardar un silencio ensordecedor o un “discreto” borrador, como en el caso de los Polos del planeta no derretidos o el de los 50 millones de refugiados climáticos previsto para el 2010 y, hasta la fecha, desaparecidos.

La única solución que les queda, después de resaltar su decepción, es encontrar argumentos explicativos. Solamente que, para que esto funcione, se necesita una suerte de sutileza de la cual carecen los alarmistas. Así, nos explican que si no hubo víctimas sería porque la “ciudadanía respondió”, pero unas líneas antes nos dijeron que el huracán se desvió hacia una zona menos poblada. Y, además, ¡rayos!, que el huracán se fue sobre una zona montañosa. Y eso, amigos, una zona montañosa, para tomarla en cuenta en un modelo informático donde todo se mueve, no es cosa simple. ¡Pero basta de burla!

En efecto, cuando los alarmistas afirmaron que “No hay un huracán igual(…) en toda la historia”, distorsionaron u olvidaron algunas consideraciones. La primera es que en la historia sí hay, para el mismo lugar, precedentes claramente peores, como el huracán de México de 1959 y sus 1,800 víctimas fallecidas. ¿Vale la pena recordarlo? ¡Y hasta esa fecha no se había emitido tanto CO2 como hoy en día! Permítanme indicar que, en estas condiciones, si Patricia fue una “llamada más de atención”, personalmente espero más “locuras” del clima.

No podría terminar sin insistir en que hace apenas 30 años se puede medir mediante satélites las velocidades de los huracanes. En otras palabras no se conoce las velocidades exactas del evento de 1959, por lo tanto es imposible hacer una comparación con lo ocurrido la semana pasada.

Por ende, ya que hablamos de medición satelital, reto a cualquier persona intelectualmente honesta a que encuentre una correlación (que todavía no sea de causalidad) entre el aumento constante de la tasa de CO2 en la atmósfera y cualquier indicador de seguimiento de ciclones tropicales.

Por: Vincent Dumortier