Visas y rastro digital

Cuántas veces he leído que viajar desestresa, que es la nueva medicina. Incluso hoy he leído que la mejor forma de evitar el estrés previo al inicio de un largo viaje es simplemente planificarlo menos. Las torres de ropa que en estos momentos han invadido mi sofá y los cerros de hojas que está escupiendo la impresora a una velocidad casi supersónica son la prueba de que el espíritu libre que sugiere que dejemos todo fluir y que sea el cielo el que nos arrope cuenta con un pasaporte que le abre las puertas de cualquier frontera.

La mañana en la que Julian Assange fue arrestado me encontraba haciendo una fila en la Embajada de Estados Unidos. Muy pronto nos vimos acompañados de un buen grupo de policías armados. Esa mañana llovió de costado, granizó, sopló el viento, salió el sol y volvió a llover. A pesar del tono azul de mis dedos (por el estrés de ver armas del tamaño de mi brazo) y el inclemente clima, llevaba todo el tiempo un fólder apretado contra mi pecho, pues contenía mis movimientos bancarios, mi contrato de trabajo, una carta escrita por la jefa de mi compañía, mi pasaporte y mi tarjeta de residencia. Con esos mismos documentos estaba planificando viajes para junio, julio y agosto. Simplemente no te puedes dar el lujo de que sea el viento el que te elija tu destino cuando tu pasaporte no se encuentra en el top ten del poder.

La solicitud de visados deben de ser de los procesos más tediosos y estresantes que ha creado el hombre. En el formulario de la visa estadounidense me pidieron que escriba el nombre de los hoteles en los cuales me alojaría en Estados Unidos, y en la entrevista me pidieron que les cuente lo que haría en los días en que me encontrase en su país. Ahora como nuevo requisito para la visa americana te pedirán que compartas los datos de tus redes sociales de los últimos cinco años. Si bien entiendo que esta iniciativa nace por motivos de seguridad nacional (por el ataque en San Bernerdino, en el que los terroristas habían compartido mensajes en Facebook alentando a la yihad), me pregunto qué algoritmo utilizarán para revisar tu historia en redes sociales.

Conozco el caso de una mujer a la que se le consideró sospechosa por ser joven y nunca haber viajado dentro de Europa, por ello su solicitud de visado tuvo que pasar por otro filtro que casi hace que pierda un viaje de negocios. Ella me decía que nunca tuvo la necesidad de viajar y que, con dos niños, le parecía demasiado estrés empezar a hacerlo ahora. Una persona sin ansias de conocer el mundo es algo extraño para las naciones de exploradores que solo necesitan de una palabra para describir aquel deseo: Wanderlust.

¿Qué ocurrirá con aquellas personas que no tengan redes sociales? Aunque no lo crean, existen treintañeros sin Twitter, Facebook, Instagram, Youtube o LinkedIn. Doy fe de ello pues conozco a una millennial que estudia en Estados Unidos y es un fantasma en las redes sociales. Solo puede ser contactada por mensajes de texto. No sé si es más rara ella o que en estos tiempos nos parezca extraño la existencia de personas sin rastro digital. ¿Cuántos estudiantes con el sueño americano se autocensurarán a partir de ahora en las redes sociales? Extraños tiempos los que corren, especialmente para quienes tenemos que vivir con una agenda por haber nacido en un trocito de tierra demasiado tropical.