¿Vacaciones escolares?

Las vacaciones escolares, en teoría, buscan mejorar el bienestar de los estudiantes y prepararlos para el próximo año académico. Este período, sin embargo, adquiere diferentes matices dependiendo de las condiciones económicas y sociales de cada familia. Para algunos estudiantes en situación de vulnerabilidad, las vacaciones se convierten en un tiempo dedicado a labores domésticas o trabajos informales. En contraste, aquellos con mejores posibilidades económicas aprovechan este tiempo para participar en actividades educativas, deportivas o culturales que los ayudan a desarrollar nuevas habilidades. Otros optan simplemente por el ocio.

Así, las anheladas vacaciones transitan por un camino poco imaginado por quienes dejan temporalmente las aulas. Al pasar más tiempo en casa, los estudiantes “obligan” a sus padres a reorganizarse para mantenerlos ocupados, convirtiendo este período en un desafío para muchas familias. Lo que inicialmente debería ser un momento ideal para fortalecer los lazos familiares ha perdido su propósito original, transformándose en una etapa de aprendizaje informal que, lejos de unir, acentúa el distanciamiento familiar.

Frases como: “es altamente beneficioso que cada período de vacaciones ofrezca actividades culturalmente enriquecedoras”; “los niños necesitan oportunidades para explorar y desarrollar sus talentos”; y “es fundamental brindarles experiencias que estimulen su crecimiento personal y amplíen sus habilidades y conocimientos”, aunque válidas, resultan difíciles de aplicar a la realidad diversa de los estudiantes. Sin embargo, estas ideas han calado en los padres, quienes, presionados por una avalancha de ofertas, inscriben a sus hijos en cursos o academias bajo el concepto de “vacaciones útiles”. Estas actividades, promovidas como oportunidades de crecimiento, terminan extendiendo de forma informal el calendario escolar, con la aprobación tácita de las autoridades educativas.

El Instituto Nacional de Salud Mental subraya que las vacaciones útiles pueden ofrecer momentos de distracción y recreación necesarios para el desarrollo de niños y jóvenes. Estas actividades facilitan la interacción social, permiten escapar de la rutina académica y brindan experiencias nuevas con horarios más flexibles y normas menos estrictas. No obstante, la institución enfatiza que los padres no deben cometer el error de llenar todo el tiempo de los niños con cursos, pues las vacaciones también deben servir para fortalecer las relaciones familiares.

Sin desmerecer los programas serios y bien conducidos, que lamentablemente no son accesibles para todos, es fundamental replantear el enfoque de las vacaciones escolares. Este período debería ser organizado y asumido como una responsabilidad del Ministerio de Educación, garantizando que cumpla con su propósito original: ofrecer descanso y aprendizaje sin la presión o las exigencias propias del año académico.

No podemos ignorar la deuda formativa que arrastramos desde la pandemia. Durante los años 2020 y 2021, el confinamiento interrumpió la socialización y formación de los estudiantes, acumulando frustración que, al volver a la presencialidad, se manifestó en ansiedad, depresión y conductas negativas. Estas secuelas no fueron atendidas adecuadamente, dejando en evidencia la necesidad de un enfoque más integral y consciente.

Es responsabilidad del Estado asumir esta deuda, diseñando estrategias que aseguren igualdad de oportunidades no solo durante el período escolar, sino también en las vacaciones. Temas cruciales como la convivencia escolar, la salud mental y las tareas educativas exigen modificaciones profundas en las estrategias pedagógicas, tanto dentro de las escuelas como en el ámbito familiar y comunitario.

La implementación de una programación seria y coherente para las vacaciones escolares, liderada por el Ministerio de Educación, podría convertirse en un pilar clave para la inclusión educativa. Este asunto, lejos de ser secundario, debería ocupar un lugar prioritario dentro del Pacto Social por la Educación. Solo así se logrará aprovechar este período como un eje fundamental para la formación integral de las futuras generaciones.