María Cecilia Villegas

Una sucursal del Infierno

Una sucursal del Infierno
María Cecilia Villegas
27 de octubre del 2016

Tala y minería ilegal, tráfico de personas y prostitución infantil

Madre de Dios es lo más cercano al lejano oeste, sin presencia del Estado y donde quien manda es a quien se le teme. Es un territorio liberado, sin estado de derecho. La gran mayoría de actividades que se realizan son informales cuando no directamente ilegales. Las actividades económicas más importantes de la región son la minería ilegal y la tala ilegal.

La minería informal trabaja sin estándares mínimos y no cuenta con registros de trabajadores, con lo cual estos pueden desaparecer sin que nadie se entere. Las violaciones sexuales, las peleas y las muertes son cosa de todos los días. Entre enero y marzo, la minería ilegal en Madre de Dios ha convertido 130 hectáreas más de bosques en lagunas de fango marrón cubiertas de residuos químicos.

Semanas antes de que el gobierno del ex presidente Ollanta Humala llegara a su fin, declaró en emergencia los once distritos de Madre de Dios, en cuyo sus ríos se han vertido más de 3000 toneladas de mercurio en los últimos quince años. Ell, gracias a la minería ilegal. El 41% de la población de Madre de Dios está expuesta al mercurio. Se calcula que cada año se extraen 18,000 kilos de oro, que más de 100,000 personas trabajan entre la minería informal y la ilegal, y que esta produce alrededor de US$ 2,000 millones al año, desplazando al narcotráfico como la principal actividad ilícita en el Perú.

Alrededor de los campamentos de minería ilegal se han generado pueblos informales. En ellos cientos de carpas de plástico esconden, detrás de bares en condiciones infrahumanas, a mujeres y niñas forzadas a la prostitución. Los mineros prefieren tener sexo con adolescentes jovencitas, porque tienen menos posibilidades de estar infectados con enfermedades venéreas. La falta de autoridades facilita el tráfico de personas (TP), la esclavitud y la prostitución infantil.

La TP es uno de los delitos más graves que existen y sus víctimas son en su mayoría niñas y adolescentes. El Departamento de Estado Americano emite un reporte anual sobre TP. El Perú está en el nivel 2 de 3, al no cumplir con los estándares mínimos para su eliminación ni ofrecer servicios adecuados para las víctimas. En Madre de Dios, existen 150 bares entre el Km 105 y 108 de la Interoceánica, que atienden a los trabajadores de la minería ilegal. Allí llegan víctimas de la TP, niñas y adolescentes de Lima, Piura, Trujillo, Chiclayo, Arequipa, Puno y Cusco.

Quienes llegan a La Pampa rara vez logran escapar. En el mejor de los casos escalan posiciones. Dejan la prostitución y se convierten en meseras, cocineras o administradoras, y en algunos casos en tratantes. No tienen más escapatoria que seguir vinculados a la TP. No conocen otra forma de vida. Las mafias de tratantes operan con absoluta impunidad y el intento de escape es castigado con violencia sexual extrema, cuando no asesinato.

La minería informal se rodean de ilegalidad desde el acceso a los bienes de capital (dragas y maquinarias) y los insumos que utiliza (gasolina, mercurio, cianuro), hasta la comercialización del mineral, que debe ser blanqueado a través del mercado formal. Según la SBS, en 2014 setenta empresas formales habrían exportado US$ 2,900 millones en oro de procedencia ilegal.

Esta es la realidad de Madre de Dios. El gobierno debe diseñar una política integral que logre formalizar a los informales, erradicar a los ilegales y sancionar a aquellas grandes empresas formales que protegen la ilegalidad. Para que esta política sea exitosa, es necesario entender el problema a profundidad y trabajar con los mineros informales para facilitar el proceso de formalización. El Estado debe también rescatar y proteger a la víctimas de TP y darles una alternativa de vida, permitiendo su resocialización e impidiendo que vuelvan a ser víctimas de la trata. No podemos seguir mirando hacia otro lado.

María Cecilia Villegas

María Cecilia Villegas
27 de octubre del 2016

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