Una escalera chiquita

Al parecer, a Dina se le olvidó gran parte de la vieja canción infantil que decía que "para subir al cielo se necesita una escalera grande y una chiquita". Obvio que el sentido de los signos políticos post Castillo ha estado marcado por una escalera chica. En efecto, el señor Otárola es pequeño de estatura pero con una viveza y una vasta experiencia en poder administrar cuerpos y voluntades; una viveza que le viene de sus amores militares, policiales y de inteligencia. Suficientes competencias para ser esa escalera chica capaz de vérselas con el caricaturesco congreso.

Sin embargo el cielo de la tierra prometida y el del inmediato 2026 quiere hoy más que nunca de esa escalera grande. Tres años con el estilo de este tipo de Gobierno no son poca cosa sobre todo si se les suma la complejidad del cambio climático. Llegar al 2026 requerirá un shock de confianza. Sabemos que la presidenta inercial no puede garantizarlo.

Y allí tendrá que surgir esa figura nueva, decidida y patriótica que asuma enteramente la conducción política del país. Un hombre capaz de rodearse no de mediocres o falsos valores, sino de peruanos eficientes. Gente capaz de dibujar ya el país que nos espera en los años venideros. Que no es aquel que conocemos en lo político, económico, agrario y social. ¿Puede exportar confianza alguien que abandonó a las FF.AA., que ignoró soldados ahogados en un río y sobre todo impidió ondear el pabellón patriótico en suelo patrio?

Y ya estamos viendo peligrosamente ‘nuevos’ candidatos con ‘viejas’ ideas. Como si aspiraran a gobernar el país que fue. Una gran dosis de imaginación, ciencia y sacrificio necesitaremos los peruanos para buscar el país deseado. Por eso necesitamos la escalera grande.

La precaria estabilidad que se pudiese conseguir estos tres años tendría un altísimo costo por la desmoralización el 2026 en estos mismos tres años.