Arturo Valverde

Un personaje se mueve

Análisis de la técnica narrativa del gran Víctor Hugo

Un personaje se mueve
Arturo Valverde
30 de enero del 2024


Para un dibujante es primordial poder retratar el movimiento del cuerpo humano. La mano abierta, el brazo doblado, la cabeza de lado y hasta las piernas cruzadas exigen de aquel bastante práctica y dedicación. Hay que saber observar. No digo, mirar. Digo: Observar. Prestar atención al mínimo detalle.

Lo mismo aplica para el narrador. La diferencia es que este último pinta con palabras, como Víctor Hugo. ¿Se han dado cuenta de la minuciosidad con la que el autor francés describe cómo se mueven sus personajes? Como se mueve Fantine, por ejemplo:

“Aquello era más de lo que podía soportar la pobre Fantine. ¡Tener consigo a Cosette! ¡Salir de aquella vida infame! ¡Vivir libre, rica, feliz, honesta, con Cosette! ¡Ver de repente cómo florecían, en medio de la miseria, todas aquellas realidades paradisíacas! Miró, como atontada, a aquel hombre que le hablaba y sólo pudo soltar dos o tres sollozos: ¡ah, ah, ah! Se le doblaron las pantorrillas, se arrodilló delante del señor Madeleine y él notó, antes de que pudiera impedirlo, que le agarraba la mano y ponía los labios en ella” (Pág. 229, Los miserables, Alianza Editorial, 2022)

Nuestro cuerpo habla por sí solo. Si estamos tensos, los músculos se contraen, las venas parecen hincharse. Si estamos tristes, el cuerpo se encoge, la mirada baja. 

Hay otro fragmento, a la vez hermoso y didáctico, en el que Victor Hugo describe cómo se mueven las manos, los brazos y la boca de Fantine. Da la impresión de que ella, Fantine, está enfrente de nosotros: 

“Fantine se irguió, sobresaltada, apoyada en los brazos tiesos y en ambas manos; miró a Jean Valjean, miró a Javert, miró a la monja, abrió la boca como si fuera a hablar, le salió un estertor de lo hondo de la garganta, le castañetearon los dientes, estiró los brazos, angustiada, abriendo las manos convulsivamente; buscó en torno, como alguien que se ahoga, y luego se desplomó de golpe encima de la almohada. La cabeza golpeó contra la cabecera de la cama y le cayó, luego, sobre el pecho, con la boca abierta, con los ojos de par en par y apagados”. (Pág. 327, Los Miserables, Alianza Editorial, 2022). 

Quienes hayan leído Los miserables de Victor Hugo, de principio a fin, con paciencia, con el deseo de estudiar esta obra, jamás volverán a ver el cuerpo humano de la misma manera. Victor Hugo enseña que un personaje no solo piensa y siente, sino que también se mueve. Y movimiento es vida. Yo tengo claro que, en adelante, ni el mínimo gesto que se hace con una mano les pasará inadvertido.

Arturo Valverde
30 de enero del 2024

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