Hugo Neira

Un día excepcional, viernes 18 de setiembre

En la no vacancia hay un contenido de estrategia política

Un día excepcional, viernes 18 de setiembre
Hugo Neira
20 de septiembre del 2020

«Si hubiera un pueblo sagrado, éste se gobernaría democráticamente.
Gobierno tan perfecto no corresponde a los humanos» —Jean-Jacques Rousseau


Desde las 10 de la mañana me concentré sobre lo que iba a pasar en el Parlamento (lo del Congreso no es el nombre adecuado. Una cosa es ir a un congreso de médicos, juristas, antropólogos, reunión de expertos para tratar temas específicos, otra representar a ciudadanos). Algún día regresará la palabra legítima,
diputado.

Ese viernes me parecía decisivo, se jugaba la gobernabilidad del Perú en medio de un torbellino de contagios y muertes. Escuché el debate pese a que tenía cosas que hacer. Nada más engorroso que dar clases a distancia. Cuando dictaba una clase presencial distribuía documentos impresos a cada alumno. Hoy esos mismos textos entran a un sistema electrónico. Lo están diciendo en los Estados Unidos y en Europa, nada reemplaza la presencia del profesor y el aula de alumnos que puedes ver, y ellos hacerte preguntas. Pero volvamos a nuestro dilema legislativo. Vacancia o no vacancia. 

No pertenezco a ningún partido. Ni a ninguna ideología. Y no quiero ningún cargo público, «aunque usted no lo crea» (una frase que corrió por muchos años en los diarios norteamericanos). Ahora bien, ese viernes no fue una decepción. Al contrario. Se ha estado diciendo que ese Congreso es el peor que hemos tenido. Siento mucho decirlo, pero no me parece. No hablo de los contenidos, hablo del discurso mismo. Lo que estoy diciendo es que son oradores, por algo están ahí. Discuten, argumentan, a veces el tono es sardónico, a veces se exceden y llegan al insulto o a desear la pena de muerte. Ahí se pasaron, Crowte Chagua, de UPP. Está en el diario Correo. Que lástima que se hayan ocupado diversos diarios de «las frases más pintorescas». Por lo visto, no podemos tener un instante de gravedad. El placer del cochineo nos devora. 

Debate y el poder de la palabra, Roberto Pereira no solo se ocupó de la defensa de Martín Vizcarra sino que en 40 minutos, le dio vuelta al debate. Brillante jurista —no lo conozco ni me han pagado para que lo diga—, no solo por sus argumentos sino porque lo sitúo en el campo jurídico. Con lo cual estaba diciendo, ustedes no son el Poder Judicial. Si el amable lector ha seguido ese debate, se acordará del momento en que levantó las manos por el cielo, liquidando este mito, «lo que cuenta son los votos». Claro que después, más de un congresista insistió en que el Congreso puede también investigar. Posibilidad de una Comisión que Lenin Checco, vocero del Frente Amplio, propuso después. En cuanto a Pereira les recuerda al hemiciclo y al país entero que «los hechos graves que el presidente Vizcarra habría cometido, no estaban corroborados». Y claro está, todo el mundo estaba al corriente que de esos «hechos» se está ocupando la Fiscalía y el Ministerio Público. Acaso ese fue el momento en que dejaron de pensar usar la guillotina, al menos por esta vez. El abogado Pereira les estaba diciendo, entre líneas, que el tema de la vacancia no tendría fundamento, por el momento.

Ahora bien, hasta el último momento, no se sabía si el presidente Vizcarra iba o no iba. Y de pronto, muy tranquilo, Vizcarra. Y Merino, el presidente del Congreso, tuvo que darle la palabra, al inicio. En fin lo que ya había dicho, «doy la cara, la frente alta», etc. Y puso sobre la mesa dos cartas notariales de Karem Roca, arrepentida de falsos testimonios. Pero, ocurrió una cosa, el presidente Vizcarra las mostró delante de todos, y se olvidó de dejarlas. Y los congresistas pidieron esos papeles en el largo debate. En cuanto a que llegó y se fue, está claro que prefirió salir porque luego le dijeron zamba canuta, «pato cojo» (Omar Chehade). «Muerto viviente» (Daniel Urresti). Qué representantes tan finos y educados, ¿no? 

¿Por qué 78 votos en contra de la vacancia, 15 abstenciones y 32 a favor? Al presidente Martín Vizcarra lo salva la pandemia. Un viento de sensatez corrió por el hemiciclo. Más de una bancada sabe que el peruano de a pie, hace rato que no le interesa la política peruana, y eso, antes de la pandemia. Y no se diga hoy, cuando cada día se cuentan los contagiados y los muertos. Si hubieran votado por la vacancia, habríamos entrado no solo en una situación de cambio de gobierno y mayor caos, perdiendo lo poco que se puede hacer para vencer el coronavirus. O sea, no pensaron en su partido sino en el «bien común». Vaya, por una vez, ¡Por el Perú!, dijeron. Pero la guerra del Parlamento y Palacio continuará. 

En la no vacancia hay un contenido de estrategia política. Si las bancadas más radicales tumbaban al presidente, era una victoria simbólica, con efectos en las elecciones. De ahí Keiko, contra los populismos. De ahí, el cambio de opinión de Acuña. Es algo lógico. Ambos le cerraron la puerta a Antauro. 

Por lo demás, varios temas de fondo se me quedan en el tintero. En el debate, he encontrado la confrontación de las bancadas, no solo los que votaron por el sí y el no. ¿Cómo llamarlo? Mentalidades distintas. María Céspedes, vocera del FREPAP, solo razona en torno a la moralidad. Su criterio es religioso. Lo suyo es una nostalgia del Absoluto en este país de corrupciones, ¿emerge una antítesis puritana? ¿Habrá que elegir obispos, como hacen los musulmanes en Irán? Otro tema, ¿es saludable que se espíe a los ciudadanos? Y otro tema, mis paisanos no conocen una regla ética propia a la cultura anglosajona. «Vicios privados, virtudes públicas». Private Vices, Public Benefits. En otras sociedades se separa lo privado de lo público. Pero no aquí, los mezclamos, herencia de la colonia, y con un complot chismoso de secretarias y bailarines, por poco no se tumban nuestra precaria democracia. De joven, leí 1984, la fantasía de Orwell, una sociedad sin privacidad. Eso es ya Lima.

En fin, un match de fútbol nos da una sana narrativa. La rojiblanca ante Paraguay, 4 a 1, pero a Vizcarra le habían hecho un gol al no darle la medida cautelar. Pero en el match, el abogado Pereira mete un gol de media cancha con eso del tema jurídico. Luego, el congresista Urresti se mete un autogol, cuando se pone a decir que no iba a haber vacancia. Esas cosas no se dicen, señor. Es usted sincero. Pero en política caben las estrategias y como en el fútbol, se driblea. El cuarto gol lo hizo un joven de la bancada morada. Cita a Manuel González Prada, quien se indignaba que los peruanos estuvieran desunidos durante la guerra del Pacífico. Y fue muy atinado preguntarse qué dirían en el futuro, «que en plena pandemia, seguimos desunidos». En fin, votaron contra la vacancia. Acto sensible —dada la peste— y sensato, prudente, ante la imprudencia de unas cuantas bancadas. Como lo dice Juan de la Puente, eso fue una «revuelta parlamentaria», fallada.

Hugo Neira
20 de septiembre del 2020

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