Hugo Neira

Sonderweg, concepto alemán

Las contradicciones entre ética y gobernabilidad

Sonderweg, concepto alemán
Hugo Neira
06 de enero del 2025


El concepto de
Sonderweg quiere decir una vía particular. El objetivo bien puede ser la construcción de la nación, tema del siglo XIX y XX, y acaso de muchas naciones no concluidas de nuestros días. O bien el desarrollo, el auge de una sociedad y el gran salto a la modernidad. Y no es por azar un concepto alemán. Por una parte, la construcción de la unidad como Estado les fue muy difícil. Por otra, su desarrollo espectacular a fines del XIX lo fue por vías conservadoras y a la vez transformadoras. Se explica, entonces, que su propia inteligencia, sus historiadores en el XIX, inventaran el concepto intraducible de Sonderweg.

Alemania tuvo de siempre un camino muy distinto en su formación histórica al de otros reinos europeos. Esto lo saben muy bien los alemanes. Pero puede que el presente texto sea leído por una persona que no tenga ese origen o no le sea familiar la historia europea. En consecuencia hay que explicarlo. La formación de Alemania, su construcción estatal, desde los tiempos del Sacro Imperio hasta la unificación alemana de 1990, para decir lo menos, no es como la de otros reinos y naciones. Y si se alega que todas tuvieron vías especiales, ésta, la alemana, ha sido todavía más distinta, más inusual, más peculiar que las otras.

No es vano señalar que el primer Reich, en 1648, lo forman 350 estados, algunos minúsculos de villas libres, señoríos y abadías, pero también reinos mayores. Duró ese primer Reich hasta 1806. Y siempre bajo el poder de los Habsburgo. Fue por siglos un espacio alemán, pero sin unidad de Estado y de nación. La guerra de religiones había cesado en 1648, la población había disminuido, y esa sociedad de estamentos y varias noblezas y campesinos pobres, tenían al menos un punto en común, la lengua. Tolerancia y lengua común producen el auge de sus universidades. Contrariamente a lo que puede pensarse, no es el sentimiento étnico sino de lengua y cultura lo que los une y explica su sentimiento patriótico, el saberse un país de filósofos —Herder, Goethe— y naturalmente, una minoría de nobleza y burguesía culta alienta esa suerte de identidad por el saber, y pronto, llega el Sturm und Drang, el romanticismo alemán, y la rivalidad con los franceses: otra lengua y pueblo filosófico.

La revolución francesa los sacude y hace surgir un sentimiento patriótico que se suma al anterior. Esta vez de carácter territorial y político. De 1806 a 1871 hay un intenso trabajo para unificarse. Sumariamente: el Sacro Imperio Romano Germánico deja paso al Imperio pensado por Bismarck. No sin la originalidad de una guerra entre dos reinos alemanes, Prusia y Austria. Vence Prusia, y tiene tanta significación esa victoria militar como en la guerra civil de Norteamérica, del Norte sobre el Sur. Bismarck reúne unos 60 micro Estados alemanes. Ha llegado la hora de la economía industrial, de un país con fábricas y de una gran burguesía. Sale esta de una sólida enseñanza superior, y en el plazo que media entre 1870 y 1913, Alemania se da los mejores gimnasios o colegios secundarios, laboratorios de ciencia química y mecánica y con un marco de banqueros, científicos, profesionales modernos y militares competentes, se convierte en la primera potencia industrial de Europa, acaso del mundo, solo en competición, en las cifras, con los Estados Unidos de América al otro lado del océano. Ese camino al desarrollo es Sonderweg. Cuenta en el modelo bismarckiano los grandes bancos, el Darmstädter Bank, el Disconto-Gesellschaft. Y por otra parte, una serie de pactos salariales y de seguros con la clase obrera: las primeras indemnizaciones de vejez de la historia de la protección social, de enfermedad o accidente de trabajo. En la economía y en la sociedad alemanas, la intervención del poder político será decisiva. Quien lo estudie, hallará un proceso de grandes reformas llevadas a cabo por un Estado manejado conservadoramente. Y eso es lo que va a sorprender a propios y ajenos, una vía particular. Su Estado-nación se construye lejos de las normas inglesas o francesas. Ni liberales ni socialistas. El Estado alemán del II Reich es un oxímoron, ¡un conservadurismo modernizador! Se entiende que para Marx, en el exilio, eso fuera una abominación. Incluyendo a los socialdemócratas alemanes, a los que aborrece (Crítica al Programa de Gotha, 1875).

¿Cómo se edifica en esas condiciones una nación moderna? ¿Desde sus arcaísmos? Eso es exactamente lo que intriga en el Sonderweg alemán. De alguna manera, el II Reich, se desploma en 1918, quedaba su nostalgia que pesó mucho en la desdichada República de Weimar, lo que explica el clamor de las masas alemanas por el III Reich, una de las banderas de Hitler. El tema es, pues, cuánto de distinto tenían todavía entre sí los alemanes hacia 1933, cuando asciende el nazismo, lo que acaso explica el llamado al Volkssturm, a la comunidad étnica como medida extrema. Se entienden muchas cosas si se entiende el Sonderweg. Entender no es aprobar. La idea de Reich como encarnación de un ideal nacional está en los actos de guerra de 1871, 1914, 1939, en la política de Bismarck, de Guillermo II, en el patriotismo socialdemócrata (los obreros fueron a la guerra contra los obreros franceses), es decir, las naciones que no se han terminado de formar son las más propicias a engendrar nacionalismos apasionados.

Más allá del caso alemán, cabe preguntarse cuántos otros casos de Sonderweg o vía particular al desarrollo se pueden observar en el curso de la historia. ¿No es acaso el camino que toma Japón con los Meiji? Y qué es hoy, ¿una monarquía? ¿Un sistema de partidos modernos y un arcaísmo, un emperador? ¿Japón contemporáneo es una combinación de pares contrarios? ¿Y es entonces un Sonderweg asiático? Y Rusia después de 1991 ¿cuándo dejó de ser soviética? Sería ingenuo creer que se han vuelto una sociedad liberal. ¿Cómo funciona Rusia? se preguntan los especialistas. Con capitalismo, burócratas, nuevos oligarcas, criminalidad organizada y el factor Putin. Los dos casos señalados, Japón y Rusia, y los tres Reich alemanes, tienen algo en común: una combinación de arcaísmo y modernidad, de autoritarismo y eficacia. ¿Un Sonderweg es una familia distinta de Estados en el pasaje de la tradición hacia la sociedad industrial y posindustrial? El Sonderweg, entonces, es una suerte de desviación fructífera al progreso por caminos que no son estrictamente ni liberales ni modernos. El problema es que lo políticamente autoritario y reaccionario y a su vez económicamente modernizador, caracteriza la España de Franco, el Chile de Augusto Pinochet, y al poder chino que se dice comunista en Pekín, que a la vez juega al capitalismo abriendo el país a la inversión internacional mientras cierra las puertas a todo control de la población sobre sus actuales dirigentes. Si el camino Sonderweg es posible, entonces ¿cómo se le puede aprobar si implica dosis enormes de pérdida de los derechos humanos? ¿Cómo se le puede juzgar si son actos soberanos de Estados en su propio camino al progreso? Aquí, ya no solo la sociología tiene un reto sino la filosofía política: las contradicciones entre ética y gobernabilidad. Esta nota plantea el problema. Estamos ante una aporía, como se dice en filosofía, es decir, ante un problema cuya dificultad no permite nunca la posibilidad de una sola verdad.

[HN, ¿Qué es República?, Fondo Editorial USMP, Lima, 2012, pp. 242-243]

Hugo Neira
06 de enero del 2025

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