Carlos Adrianzén

Sobre la nueva historia del Perú

En reemplazo de la tóxica historiografía que enseñan en las escuela

Sobre la nueva historia del Perú
Carlos Adrianzén
21 de agosto del 2024


Cuidado con los lugares comunes. No todo el mundo los usa comprendiendo la misma idea. Y es que la popular observación acerca de que los pueblos que no conocen su historia están condenados a repetirla (atribuida, entre muchos otros, al estadounidense George Santayana) tiende a ser fácilmente tergiversada. 

La idea central de que si un pueblo no aprende de sus errores y logros pasados estaría destinado a repetirlos, tiene una enorme contraindicación.  No es inteligente confundir la historia con la historiografía oficial. Esta última puede ser fraguada. En Cuba, Bolivia o la Venezuela actual, los dictadores la reescriben a su discreción. Refiriéndonos a la frase de George Orwell, el presente controla lo que se registra (oficialmente) como… el pasado.

En nuestro caso es posible que, en una dictadura neolítica de corte socialista, los habitantes de este ambiente hayan distado de ser felices o prósperos. Y que ni las aludidas epidemias, guerras civiles, o la aparición en escena de una civilización más avanzada, expliquen por qué pocos tanhuantisuyenses defendieron al opresor.

Igualmente, a los peruanos nos serviría ponderar hoy si mucho antes de los Incas, existieron civilizaciones diferentes y desaparecieron por desastres medioambientales o aniquilación militar. También resultaría interesante dilucidar si en el siglo XIX España –por su extrema debilidad económica e institucional– fue incapaz de mantener sus territorios en ultramar, dada la voracidad de otra potencia (entonces emergente). Es decir, si los legionarios financiados por los intereses ingleses fueron o no auténticos libertadores. O si ese acaudalado arriero mestizo –cuyo nombre quechua fue usado por un difunto rapero estadounidense– solo defendió valientemente sus intereses. Y, por supuesto, descubrir la importancia de los cambios acaecidos a lo largo de los tres siglos. En el mercantilista y bipolar tiempo en el que nuestro espacio configuró un territorio español … y no una colonia. 

En todos estos casos, conocer –lo más precisa e insesgadamente posible– la historia asociada a la aparición del Perú, configuraría una apasionante y útil tarea intelectual. Para los peruanos y también para otras naciones. Notemos que estas pesquisas merecen ser discutidas científica e implacablemente no solamente porque dibujan los antecedentes directos del Perú. Hacerlo, nos serviría de mucho para valorar aciertos y no seguir cometiendo errores garrafales propios de la prédicas socialistas y/o mercantilistas, que gran parte de nuestra historia oficial maquilla. Nos serviría para dejar de sub-desarrollarnos, copiando pasivamente las lecciones de una historiografía fraudulenta.

Tengámoslo bien claro. Más allá de las iras de desconcertados, es necesario comprender que los paradigmas y la evidencia se revisan inevitablemente, tarde o temprano. Y que algo mucho, mucho peor, está en juego. Y es que si no borramos las imprecisiones que estamos enseñando en las escuelas no estamos envenenando. Seguiremos tomando como referente una historiografía tóxica. De esas que –por pura ideología– etiquetamos como exitoso un terrible estado de cosas; y como falaz o inexistente, un periodo de recuperación o florecimiento.

Por todo ello, y dados nuestros dos antecedentes ideológicos, desconfiemos de lo generalmente aceptado y (1) filtrémoslas lógicamente, y (2) cuando existan cifras validadas –o exista la posibilidad de usar lecciones globales de economía comparada– revisemos las creencias. Necesitamos construir una nueva historia económica, apegada a los hechos y la lógica. 

Otra historia económica del Perú a la que el ex presidente estadounidense Bill Clinton la llamaría ideology-free. Nos haremos un enorme daño si, en cambio, creyésemos que ya existe bibliografía histórica moralmente intocable, e irrevisable, o sagrada per se; y nos aferrásemos a los escritos de alguna secta woke o a los libros de Historia Oficial (referidos por regímenes Mercantilistas-Socialistas o Socialistas-Mercantilistas, totalitarios a su elección). 

La nueva historia económica del Perú (cuando la Historia es un pretexto para aprender economía)

Un punto de partida implica extrapolar a Lao Tsu, recordando que la verdad histórica no siempre es bella, ni las historias bellas son la verdad. Bajo esta perspectiva, en la tarea de filtrar científicamente la historiografía local, la simpleza nos ayudará. Notemos que –sin importar cuánta retórica, idealización o romanticismo le inoculemos a la narrativa socialista y mercantilista prevalecientes– la data torturada, confesará. 

En nuestros doscientos tres años de existencia, no hemos sido precisamente exitosos. Han existido marcadas fluctuaciones económicas para bien y para mal. Pero la evolución de un índice de desarrollo económico relativo serio, como el que muestra el siguiente cuadro, sugiere que hoy somos una nación menos desarrollada que en 1821. No olvidemos que aunque nuestro nivel de consumo por habitante resulta casi diez veces mayor que entonces, relativamente hemos retrocedido, ergo fracasado.

Buscando la perspectiva, y aunque a la arqueóloga Ruth Shady se le rompa el corazón, encontraremos que la llegada de los españoles implicó una drástica revolución institucional en el Perú. Un quiebre tecnológico e institucional tan pronunciado que nos hizo saltar desde una civilización ubicable en el neolítico avanzado hacia –a inicios del nacimiento del Perú– un producto por persona (relativo al similar estadounidense) equivalente al doble de su valor actual. 

El detalle aquí pasa por reconocer que en estos casi dos siglos, la economía nacional creció a niveles difíciles de comparar, pero el mundo desarrollado también creció. Nos quedamos atrás. ¿qué nos pasó?

Ni el caudillismo, ni la combinación de mercantilismos y socialismos, que selló para mal nuestra historia en estos dos siglos, nos ayudaron. Estas dos últimas ideologías opresivas –como la data y la lógica nos enseñan– resultaron sinónimos seguros de fracaso económico. 

La nueva Historia Económica del Perú nace con muchos retos, pero con una lección implacable: los dos antecedentes históricos del Perú -el comunismo inca y el mercantilismo español- han dibujado una sociedad consistentemente oprimida, ergo fracasada. Hemos sido libres solo en la retórica de nuestro himno.

Refiriéndonos otra vez a Orwell, este pasado fraguado, mentiroso por sesgo ideológico socialista, implica un futuro deplorable. Han sido dos siglos y pico en los que se toleró –y hasta se hizo apología de– el abuso y la corrupción estatal. Es momento de comprenderlo.

Carlos Adrianzén
21 de agosto del 2024

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