Sabino Alvarez
Si hubiera confiado en Dios…
Una lección de realidad

A menudo, la ciencia y la religión han sido consideradas incompatibles. Sin embargo, la pandemia, un presidente corrupto y poco escrupuloso (que, hasta ahora, sigue inexplicablemente libre), nos enseñaron que no solo de oraciones se cura uno.
Es innegable que nuestro país, a pesar de ser laico, tiene una fuerte presencia católica con influencia política. En teoría, esto podría dar tranquilidad, pero la realidad es distinta. Conocemos las sombras de la Iglesia Católica en nuestro país: los abusos de menores por parte de sacerdotes en Lima y provincias, el caso del Sodalicio (disuelto por el Papa Francisco, quizá lo mejor de su papado), y los cementerios de fetos de monjas en monasterios desde la época virreinal, cuya existencia sigue envuelta en misterio.
A pesar de estas controversias, muchos líderes religiosos sostienen que Dios es el Gran Arquitecto del Universo. Sin embargo, durante la pandemia, la fe se quedó corta. Oramos menos y confiamos más en la ciencia para sobrevivir. A nivel general, la población se guió por los estudios científicos, acatando instrucciones y priorizando las vacunas. Salvo minorías conspiranoicas, la mayoría buscó vacunarse lo antes posible, incluso viajando al extranjero para lograrlo.
La fe no fue suficiente. Por primera vez, el "te incluiré en mis oraciones" no bastó. Como sociedad, nos informamos, actualizamos datos y enfrentamos la crisis con conocimiento. Pero también nos vimos perjudicados por un gobierno inepto. Un ejemplo claro es el caso de Martín Vizcarra, quien aseguró haber participado en un "ensayo voluntario" de la vacuna de Sinopharm. Sin embargo, esta versión fue desmentida por Germán Málaga, uno de los médicos responsables del estudio en la Universidad Peruana Cayetano Heredia, quien reveló que Vizcarra pidió dosis para él y su esposa.
Málaga violó el protocolo del estudio, administrando una vacuna sin estudios clínicos concluidos. A pesar de su falta grave, nunca fue investigado ni sancionado por el Ministerio Público. Peor aún, sigue ejerciendo la medicina como si nada hubiera pasado. Nunca se esclareció de dónde obtuvo las "vacunas extras" que distribuyó.
Otro error garrafal del gobierno de Vizcarra fue rechazar la oferta de Pfizer, que nos priorizó por la situación crítica del país. En su lugar, el gobierno apostó por Sinopharm, una vacuna con menor efectividad. Cuando nos dimos cuenta del error, intentamos renegociar con Pfizer, pero ya era tarde. Esta negligencia costó miles de vidas, sumada a otras decisiones cuestionables, como la compra de pruebas rápidas en lugar de moleculares.
La mala gestión también permitió el abuso de las clínicas privadas. En la Clínica Delgado, intentaron cobrarle a mi padre S/ 120,000 por una cama UCI, abuso del que fui testigo directo. Afortunadamente, encontramos atención más justa en la Clínica Centenario.
También queda en el aire la muerte del excongresista Moisés Mamani, quien había afirmado tener audios comprometedores contra Vizcarra. Oficialmente falleció por covid-19, pero nunca se encontró su celular, lo que levanta sospechas sobre un posible asesinato y encubrimiento.Han pasado cinco años desde la pandemia y, según la ley, Vizcarra ya podría ser investigado por sus irregularidades. Es hora de exigir justicia.
Para concluir, no está mal tener fe, pero confiar solo en la religión ante problemas que pueden resolverse con ciencia es irresponsable. Ya no estamos en la Edad Media. Como dijo Víctor Andrés García-Belaunde en el podcast de Javier Ponce, Ausencia Cultural: "Si hubiera confiado en Dios, estaría muerto".
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