Carlos Adrianzén
Sería algo bueno
Desmantelar la burocracia

Estamos inmersos en una campaña electoral peculiar. Alguien la podría etiquetar como facts-free (pocos candidatos parecen tener una idea razonable de la real situación y perspectivas económicas del país); y logic-free (tampoco muchos parecen tener ideas integradas de cómo manejar el desastre económico-epidemiológico recibido del dúo Vizcarra-Sagasti). De hecho, en este proceso de Elecciones Generales se ubicaron en el punto de partida 24 agrupaciones, la mayoría de ellas recién nacidas o poco conocidas en la discusión pública nacional. A la fecha, aunque nadie sabe cuántas serán finalmente depuradas por el gobierno, no se observa nada parecido a una discusión abierta de ideas.
Pero no se confunda. Entre los candidatos existen personas valiosas, capaces y honestas, y también muchas que no lo son. Desafortunadamente, con contadas excepciones, hoy prevalece el espectáculo, la turbidez en los comportamientos mediático y gubernamental; mientras se da una evasión histérica de cualquier contraposición elaborada. Aquí, las normas electorales y la pandemia retroalimentan una apatía casi generalizada. En estas líneas nos gustaría ayudar a quebrar esta desazón. Entendamos que nada estaría seguro en la economía peruana de estos tiempos. Ni siquiera lo elemental. Hoy está en juego mucho más de lo que se cree. Otra elección oscura o irracionalmente polarizada nos saldrá aún más cara.
En esta pesquisa busco conectar la inercia política con lo económico. Para ello usaré el espejo chileno. Compararemos indicadores económicos y políticos recientes. Para empezar, recordemos que hoy cuando hablamos de Chile y Perú, hablamos de dos naciones que hace más de una década dejaron de crecer a ritmos significativos.
Chile, nuestro referente económico usual desde los años ochenta, es hoy el país más rico de Sudamérica (con un producto por persona que no alcanza la quinta parte del Suiza). Su PBI por persona es casi 2.6 veces el nuestro, la renta que extraen de sus recursos primarios por habitante es 4.2 mayor; a pesar de su consistente declive en la última década, su flujo quinquenal de formación de capital por habitante resulta 2.6 veces mayor que el peruano; y al 2020, su crecimiento quinquenal por habitante (0.4%) ya se hizo mayor que al nuestro (ese -2.1% post PPK-Vizcarra-Sagasti). Ambas son economías en visible declive, cada año crecen menos y se alejan del mundo desarrollado (ver Figura I), mientras las tendencias de sus variables políticas solo parecen empeorar las cosas.
Los hechos confirman que Chile y Perú hoy se parecen mucho. De acuerdo a la evidencia sobre scores de libertades económicas y políticas, graficada en las figuras II y III, ambas plazas han caminado hacia la izquierda (la contracción de las libertades). Y eso, de acuerdo a la evidencia global disponible, es algo tóxico en materia económica.
Antes de avanzar en este plano les recuerdo que, cuando me refiero aquí a la izquierda, no estoy enfocando retóricas ideológicas sino rangos concretos de en los índices de libertad económica y política (ver los valores publicados anualmente por Freedom House o Heritage Foundation). De hecho, naciones desarrolladas como Suecia o Finlandia, que usan retóricas o discursos socialistas, registran consistentemente índices de libertades mucho más altos que los peruanos, colombianos o chilenos.
Sí, estimado lector. Las cifras son insolentes, resultan difíciles de rebatir y desautorizan muchas creencias locales. De hecho, los gobiernos con índices opresores de las libertades en la región resultan ostensiblemente más pobres y sus burocracias más corruptas. Así las cosas, nos encontramos con que las clases políticas locales se han pasado más de una década negando la realidad.
En el caso chileno, por ejemplo, sus gobiernos de izquierda han desmontado exitosamente el modelo liberal (i.e.: reducido sus grados de libertad política y económica). En la actualidad, de acuerdo a estimados del score chileno de Libertad Política habría regresado a los niveles de opresión de los años setenta. Paralelamente, en la última década, con la señora Bachelet y sus colaboradores, se han acercado a los deprimidos niveles de libertad económica del Perú. Lo curioso aquí implica descubrir que existen posiciones que nos refieren –explícita o tácitamente– al supuesto respeto, en los tiempos del Frente Amplio y la Nueva Mayoría, al modelo liberal de los Chicago Boys. Referencia flácida para cualquier observador cuidadoso.
Lo llamativo de esta situación implica ponderar el poder de influencia del marketing político. Que sus electores achaquen a las reformas pinochetistas (ya revertidas), los errores y frustración despertada por la política económica de los últimos tres quinquenios, explica la popularidad de los desórdenes públicos del 2020. Protestan contra Piñera, pero no contra Bachelet. Y, por supuesto, que la gente vote por una nueva Constitución Política (que posiblemente) los oprima tanto como en los días de Allende resultaría solo un corolario.
En el caso chileno podemos enfocar similitudes útiles para la campaña electoral en curso. Aquí también existen almas bien intencionadas que, desde gremios o la opinión pública, cada día más mercantilistas, defienden un modelo (ya desmontado desde el congreso y el MEF). Pero nótese: la autocomplacencia peruana se da dentro de rangos de libertad económica y política mucho menores a los chilenos. No es por casualidad que ellos nos triplican en producto por persona y cuadruplican en la extracción per cápita de las rentas de sus recursos primarios. Aunque ni ellos, ni nosotros, cerremos diferencia con los productos por persona de naciones subdesarrolladas, Chile resulta hoy, institucionalmente hablando, mucho menos nación-fallida.
A pesar de las diferencias (ellos están por encima del promedio global y nosotros por debajo) nos hemos creído la misma explicación. Que estamos en declive por haber persistido aplicando un delo de libre mercado que habíamos abandonado. Y que por lo tanto necesitaríamos una nueva Constitución como la espuria de 1979. De corte socialista-mercantilista. Nada más errado.
Aquí la perspectiva para los candidatos que Sagasti no depure, por alguna causal, resulta meridiana. Perú como Chile son plazas más atrasadas y menos dinámicas por los errores de sus gobiernos. Ergo, por su desvío hacia la izquierda a lo largo de la última década. Esta no es una observación retórica. Los índices publicados contrastan el tránsito hacia la opresión de las libertades políticas y económicas de sus ciudadanos. Y que, este tránsito, ha barrido el crecimiento y la reducción de pobreza y (en el caso peruano, dada su debilidad institucional posvelasquista) ha enervado significativamente la corrupción burocrática.
En esta campaña facts y logic free me pregunto ¿Habrá algún candidato que haya visualizado esto? Como en la Rusia post soviética ¿Comprenderán lo difícil que resulta desmantelar la burocracia enquistada en el Perú actual? Hacerlo, sería algo bueno para el país.
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