Miguel Rodriguez Sosa

Salir de la crisis política: ¿desde dónde?

Para remontar la moral cínica que colorea el alma nacional

Salir de la crisis política: ¿desde dónde?
Miguel Rodriguez Sosa
29 de abril del 2024


Huelgan las evidencias de que en el Perú vivimos un estado de crisis política que no es coyuntural. Sobre todo desde el 2016, año en el que se inicia el período en que los gobiernos sucesivos presentan déficits graves de legitimidad de gestión (y de legitimidad de origen, dicen algunos).

La crisis muestra además las apariencias de haberse normalizado al compás de fórmulas precarias de convivencia política que a veces estallan, como el 2018 con el cierre del Congreso por Martín Vizcarra, por la algarada que terminó con la renuncia de Manuel Merino o con el frustrado autogolpe de estado de Pedro Castillo; o bien que se mantienen con el recurso a las convivencias políticas como la que fue soporte de Francisco Sagasti o lo es ahora de Dina Boluarte en la presidencia, y esta última transita temblorosa entre el perfil de la convivencia de baja intensidad con el Congreso presidido por José Williams a la convivencia de alto contraste con el mismo Legislativo presidido por Alejandro Soto.

En esencia, la crisis manifiesta la vigencia de mutuas complacencias entre fuerzas partidarias que han abandonado el ámbito de la representación política para servir intereses de grupo y convienen en tolerarse para preservar el statu quo mientras les sea posible con decisiones populistas y clientelistas.

Observada con agudeza esa crisis que parece más bien una situación de “equilibrio crítico” -armonía de la disonancia- a mi parecer comprende dos factores esenciales: uno es el decaimiento del discurso -idea, método y práctica- de la representación política que se materializa en la figura de los partidos y erige el modelo de la democracia competitiva, un fenómeno mundial de desgaste ampliamente señalado; otro es el muy marcado deterioro del sistema institucional y la imposición de poderes fácticos en el orden de Estado.

En ese panorama lúgubre aparece la dicotomía de si es posible superar la crisis “desde adentro”, resolviéndola con las mismas reglas que la han generado; o si es imperativo remontar la crisis “desde afuera”, tópico de todos las refundaciones del orden político y social. En el Perú esta opción sigue expresándose como un movimiento que impulsa el “momento constituyente” que cambiaría las reglas del juego.

Hay que empezar por reconocer que quienes plantean la necesidad o conveniencia de resolver la crisis “desde adentro” a continuación afirman que “la ciudadanía ha dejado de creer que el entramado institucional refleje un interés nacional o produzca bien común” y además no hay confianza ciudadana “en que el sistema vaya a producir mejoras” y tiran la toalla sin esbozar siquiera una respuesta ante la pregunta propia: “¿puede revertirse la espiral en que estamos metidos?” (Alberto Vergara. 3 de marzo 2024).

Por el lado de los que plantean que la crisis debe resolverse “desde afuera”, enfocados en cuestionar la que miran como preeminencia de los poderes fácticos que conducen decisiones de Estado para las que no han sido elegidos, queda claro que ha colapsado la “democracia electoral” basada en el acto de votar periódicamente esperando que se respete ese voto, sugiriendo que la crisis política "no se resuelve con un domingo electoral, porque eso es precisamente lo que (las fuerzas políticas involucradas) rompieron". Proponen entonces como vía y medio de salida una “coalición democrática popular” que estaría conformada “con la gente que ha demostrado una legitimidad, una coherencia y sobre todo un compromiso con la agenda en la que se van a comprometer (sic)” (Laura Arroyo. 11 de abril 2024).

La cuestión álgida aquí es que no se identifica a esa gente con legitimidad y coherencia, no se señala sus características en tanto sujeto político y cabe la muy fundada duda de que se refiera a los mismos que han sido los electores -ahora desengañados- de esas fuerzas políticas involucradas como agencias de la crisis. Emerge entonces en mi razonamiento la pregunta: ¿quiénes son y dónde están?, que ciertamente no aparecen en el escenario.

Tal vez sucede que la aporía de si la crisis se puede resolver “desde adentro” (Vergara) o “desde afuera” (Arroyo) está desenfocada y no concibe o no avizora al sujeto social y político capaz de lograr una solución compositiva de la crisis política.

Hay otras visiones, sin embargo, y una que me parece relevante es la de construir utopías nuevas que permitan remontar –muy bien expresado– la moral cínica que colorea el alma nacional y que tiene en la clase política su máxima expresión; utopías diseñadas con el “arte de idear o imaginar situaciones que desafíen este presente tan desilusionador que nos invade”. Es la visión planteada por figuras nuevas en el quehacer intelectual (Maite Vizcarra. 4 de abril 2024) apuntando a la germinación de arquetipos ideales de creación colectiva que -dice esta autora- debe ser obra de “gente que se da la licencia para construirlas”.

La virtud de esas utopías es que surjan de momentos de incertidumbre, como ahora, y se encuentran enmarcadas en preocupaciones sociales reales y acuciantes abriendo paso a nuevos liderazgos que se formen en la sociedad civil. No debería ser ésta, empero, la pseudo representación que se han irrogado las oenegés, que son en esencia apéndices de la partidocracia existente, sino iniciativas que ya están apareciendo como la utopía de la escucha activa, la utopía de un capitalismo solidario, la utopía de la productividad acordada, la utopía del compromiso ultragremial, la utopía de la trascendencia compartida, la utopía del empleo de las tecnologías de información y comunicación que sustituya a los mediadores “políticos” venales para refundar las ideas de representación y democracia activa.

Maite Vizcarra menciona algunos de los gestores de esas utopías. Corresponde enfrentar la tarea de examinarlas y someterlas al juicio crítico reflexionando en qué medida y de qué maneras puedan contribuir a remontar la crisis política abandonando la dicotomía artificiosa de si debe ser desde adentro o desde afuera “del sistema”.

Avanzar en esa tarea supone, desde luego, desechar los proyectos políticos neo-partidistas que están brotando como hongos en nuestro país, con etiquetas de reciclaje presentándose como “lo justo” que es, precisamente, más de lo mismo y pésimo.

Miguel Rodriguez Sosa
29 de abril del 2024

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