Eduardo Zapata

“Roba, pero hace obra” y el chantaje político

“Roba, pero hace obra” y el chantaje político
Eduardo Zapata
18 de septiembre del 2014

Reflexiones sobre la neo-corrupción, manipuladora de conciencias ciudadanas

En los últimos tiempos hemos asistido al intento de posicionar en la mente de los electores esta expresión: roba, pero hace obra. Dicha –claro está- como una implícita pero genérica sanción moral. Pero evidentemente dirigida a descalificar a aquella o aquellas personas que consideramos rivales políticos.

Estamos lejos de los fundadores del maniqueísmo. Que se concebían a sí mismos como detentadores de una verdad y una moral que pretendían invalidar a todas las demás. Sin embargo, los convenidos herederos de dichos creyentes religiosos o aun quienes transitan por las antípodas del agnosticismo o el ateísmo, persisten en dividir al mundo entre buenos y malos, honestos y deshonestos. Buenos y honestos serán aquellos como yo y mis amigos o mis aliados; al resto no se les debe aplicar siquiera la presunción de inocencia sino- por el contrario y como acto de fe- la presunción de culpabilidad. Difícil entender esto en un Estado de Derecho. Más difícil entre quienes se reclaman demócratas.

Como consecuencia de este maniqueísmo la palabra corrupción signa hoy, particularmente, todo el quehacer público. Desde la traumática experiencia vivida en los noventas en orden a los manejos de los dineros públicos, unos se convirtieron en corruptos por definición y otros creyeron convertirse –también- en redentores por definición.

Si bien una mala regionalización y una no menos mala regulación del quehacer público nos han puesto frente a la magnificación de la corrupción –al punto que muchos, muchísimos, postulan hasta en aras de ella- la persistencia indiscriminada en el uso de la palabra ha terminado por banalizarla al hacerla –peligrosamente- inherente a la gestión pública y a toda persona que aspira a ella.

Como consecuencia, el vigor auténtico de la palabra se ha evanescido. Pues si todos son corruptos es difícil –por lo pronto- creer en personas que se declaren depositarias de la honestidad y la moral públicas.

En este contexto se ha acuñado la expresión Roba, pero hace. Dirigida claramente a eliminar a los enemigos de quienes se autotitulan impolutos.

Sin embargo, esta expresión revela algo más pernicioso. Revela un profundo desprecio hacia la gente que –no dispuesta a votar por candidaturas ´impolutas´- persiste en votar por quien desea.

Como la palabra corrupción la banalizaron sus propios impulsores (que con sus actos cayeron hasta en su propia trampa), ahora recurren a la nueva expresión como un chantaje moral. “Si votas por A eres un corrupto”.

Digámoslo con claridad. Periodistas e intelectuales –y aun algunas encuestadoras- se han prestado a este peligroso y antidemocrático juego. Aunque el precio sea la generación de pérdida de fe en la democracia. Roba, pero hace podría ser políticamente ´correcto´, pero –finalmente- es moralmente incorrecto.

No creo que alguien que se reclama honesto acepte el chantaje de la coerción psicológica que trata de inhibir la libertad o esconder errores propios de gestión o aún inmoralidades propias. Como usar el chantaje como arma de la política. A no ser que se adhiera –por conveniencia y cálculo- a un maniqueísmo redentorista e interesado.

Quiero creer que las personas verdaderamente honestas –que las hay y son mayoría- serán capaces de sancionar tanto a los habitualmente llamados corruptos como a los neo corruptos manipuladores de las conciencias ciudadanas.

Por Eduardo E. Zapata Saldaña
(18 Set 2014)

Eduardo Zapata
18 de septiembre del 2014

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