Arturo Valverde

Reformar, reformar...

Lo que el Perú necesita es una revolución  intelectual

Reformar, reformar...
Arturo Valverde
05 de junio del 2019


En estos últimos días, la palabra “reforma” ha sido repetida tantas veces, que me recuerda esa canción de los Saicos: "Demoler, demoler, demoler…". Es cierto que todos hablamos de “reforma”, aún quienes no han leído sobre la reforma. La “reforma” es tema de políticos, académicos, periodistas; en fin, qué duda cabe, “reforma” es la palabra de moda en el Perú.

Algunos que defienden la tan mentada reforma que se discute en el país, señalan que hace falta tener instituciones sólidas para reforzar la democracia. Y en alguna ocasión, han tomado como referentes a Daron Acemoglu y James A. Robinson, ambos autores del best seller ¿Por qué fracasan los países? En resumen, postulan que los países alcanzan su desarrollo cuando tienen instituciones sólidas.

Creo que Acemoglu y Robinson se equivocaron o, por decir lo menos, no tomaron en cuenta un componente importante. Las instituciones, cualesquiera que estas sean, desde un club deportivo hasta las grandes instituciones sobre las que se construye un Estado, dependen de las personas que las hacen funcionar, la gente que, de una u otra forma, gira la rueda. Si la sociedad está enferma, se refleja en sus partidos políticos, en sus clubes, en sus iglesias.

Pueden existir muy buenas intenciones detrás de las reformas, pero no sirven si no atacamos el peor de los males que puede afectar a una sociedad: la ignorancia de su gente. Si lográramos elevar el nivel intelectual de la sociedad, estoy seguro de que eso se reflejaría en los hogares, las escuelas y hasta el propio Congreso de la República.

Algo más: si los peruanos leyéramos  más, entonces habría en la sociedad mayor entendimiento, porque encontraríamos soluciones comunes a problemas comunes. Las reformas por sí solas pueden cambiar los parámetros en los que se mueve un grupo de gente, que deberán adaptarse a las nuevas reglas de juego. Pero seguirán siendo las personas, los seres humanos, quienes se encarguen de construir o destruir sus instituciones.

Ahora, antes que una reforma, lo que el Perú requiere es una revolución intelectual, que pasa necesariamente por poner al Perú a leer. No es posible que sigamos arrastrando la cifra de un libro leído por año. Y si profundizáramos en ese dato, veríamos que se lee muy poco sobre historia.

Pío Baroja, en su libro Divagaciones apasionadas, decía que cuando citaba el término “intelectualidad”, los hombres y mujeres de su época lo relacionaban con un tema elitista. Sin duda alguna, en España se lee más que en Perú. Los problemas que existen en ese país, responden a otras causas.

Quienes leemos y sabemos que el Perú es un país muy rico, estamos convencidos de que a muchos les beneficiaría vernos divididos; enfrentados por causa, justamente, de la ignorancia. Mandamos a los niños a las escuelas, es cierto, pero fuera de las aulas del colegio y de la universidad corren el riesgo de formar parte de las filas de los ignorantes alfabetos.

Antes que una reforma política, lo que el Perú necesita es una revolución intelectual, que es la revolución de las ideas, del pensamiento. ¿Quién podría estar en contra de poner a leer al Perú? Miremos la historia, miremos a otros países que han estado en peores situaciones, como esos que formaron parte de la Unión Soviética, o los que  fueron destruidos en la Segunda Guerra Mundial.

Lograr que los peruanos lean más sería un tremendo golpe a la quijada de los que pretenden imponer la dictadura del pensamiento único. Ellos son los extremistas de este país, que ven las cosas de dos colores y tienen como máxima: “estás conmigo o estás en mi contra”.

Saldremos de esta, no tengo duda. Tengo esperanza y optimismo en mi país, porque esa también es mi labor como aprista: combatir el pesimismo y la desesperanza. Los peruanos ya saben que sí se puede crecer 8%, sí se puede poner en marcha un tren eléctrico, sí se puede volver a un Mundial de Fútbol. La neblina se disipará y volveremos a retomar el camino del desarrollo, y quizás entonces dejaremos de repetir al estilo de los nuevos Saicos "reformar, reformar, reformar", y empecemos a repetir: leer, leer, leer.

 

Arturo Valverde
05 de junio del 2019

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