Gonzalo Rojas
¿Quién es Héctor Béjar?
Un amplio perfil del nuevo canciller peruano

Cada cierto tiempo, en épocas de prepandémica e ignorada felicidad, el suscrito abajo firmante solía darse un salto por Amazon Books (la feria del libro informal del jirón Amazonas) y luego por el centro de la vieja Lima para adquirir esos pasquines delirantes de a sol que nadie lee, y que solo se pueden encontrar en los quioscos de La Colmena y en las librerías piratas del jirón Camaná. Unidad, órgano oficial del Partido Comunista (moscovita) del Perú, era uno de ellos.
Béjar figuraba entre los fundadores de Unidad, y la lectura de sus artículos significaba un viaje hacia el pasado, un regreso a tiempos e ideas que pensábamos ya superados y a una mentalidad absolutamente disociada de la realidad. Cual paladín medieval, el ya octogenario Béjar era el único personaje de la izquierda conocida, limeña, que defendía (y defiende) abiertamente a los Castro y a Maduro.
Otra característica muy marcada en las furibundas diatribas bejarianas era y es el odio visceral por los Estados Unidos, perverso causante –según el exguerrillero– de todos los males que en el mundo son y han sido. Debo confesar que, pese a su tono extraviado, o quizás por eso mismo, Béjar me despertaba una cierta curiosidad, como cuando vemos esos salmones remontando la corriente para morir entregados a un eterno e inútil retorno.
Su gran derrota, su baldón, su culpa irredimible, como la de Cesar Calvo y buena parte de su generación, fue la de no morir en la selva como Javier Heraud. Tuvo el mal gusto de sobrevivir, y para colmo de males fue amnistiado por Velasco Alvarado, a quien luego sirvió leal y fielmente, como ha jurado ahora ante Castillo. Paladín de esa izquierda polpotiana, estalinista, dura, que vive subyugada por militares y entorchados, hay algo autodestructivo en la sonrisa forzada y sarcástica de Béjar.
¿Estoy exagerando? Varios artículos suyos nos servirían para poner en evidencia la esquizofrenia política, el demonio destructivo, que posee a nuestro actual canciller. He escogido solo uno, escrito en julio de 2016, y reproducido en febrero de 2019 en su blog, y que se puede leer en:
https://revolucion3octubre.com/hablemos-claro-sobre-venezuela-y-cuba
El título es: “Hablemos claro sobre Cuba y Venezuela” y en él se puede leer lo siguiente:
César Hildebrandt ha exigido que Verónika Mendoza se pronuncie contra Venezuela y Cuba en una entrevista con el programa de radio del IDL. El IDL comparte esta posición, aunque no lo dice explícitamente. Se sostiene que, para que la izquierda electoral consolide las posiciones ganadas en el último proceso, debe deslindar con los regímenes “autoritarios” de Venezuela y Cuba. Decirlo así implica aceptar que los regímenes de Estados Unidos, Honduras, México y otras “democracias” latinoamericanas, no son “autoritarios”. ¿Dirán lo mismo los negros y latinos de Estados Unidos, los campesinos de Honduras, los maestros de México y otros ciudadanos de estas democracias? Algunos de ellos probablemente sí. Están satisfechos. Creen que viven en democracias porque no tienen conciencia social y política; o aceptan el régimen establecido porque no se puede hacer otra cosa. Si no, uno puede ir a la cárcel o ser asesinado. Tal como suena, así sucede en Honduras, México, Paraguay. En Cuba no se tortura ni se mata a los opositores. En Venezuela son los opositores los que matan a los chavistas. No. El ataque frontal tiene que ser contra Cuba y Venezuela. A Hildebrandt no le gustan los Castro ni los Maduro. No le gustan los Castro porque se mantienen en el poder desde hace cincuenta años, ni Maduro porque apoya a los Castro y contra él, como antes contra Chávez, se ha proyectado una imagen de abuso y demagogia.
¿Abuso y demagogia en Cuba y Venezuela? Nada que ver, es solo “una imagen”. Seis millones de exiliados son un holograma, son loquitos, vagos, antipatriotas al servicio del imperialismo que dejan su tierra y su familia para no trabajar por el socialismo. El problema no es Maduro, el problema son los opositores que matan impunemente a los patriotas. Pero agárrense que las líneas que siguen nos muestran cuán democrático es el “pensamiento” Béjar:
La permanencia de los Castro en el poder es parte de la estabilidad del régimen, se trata de una monarquía laica, característica de los pueblos que necesitan de un conjunto de símbolos perdurables que den estabilidad a sus procesos. Pero coexiste y se somete al poder popular organizado. ¿Son siempre malas las monarquías? Si las monarquías son malas ¿por qué es buena y democrática Europa que está poblada de monarquías? ¿El voto del pueblo, veleidoso y casi nunca informado, debe ser siempre determinante para la suerte de los países? Si es así, entonces aceptemos a Keiko. El pueblo es base de la democracia, pero tampoco es un Dios al que tengamos que rendir pleitesía. Casi siempre se equivoca y elige lo peor, desde el punto de vista de las elites a las que pertenecemos. Porque tiene el hambre que nosotros no tenemos, la inseguridad que nosotros no padecemos, los instintos primitivos de los que huimos, sentimientos y resentimientos distintos de los nuestros. Porque es educado por la educación del Banco Mundial y el ministro Saavedra (dicen que el mejor de los ministros). Eso juega igual con Keiko que con Chávez, con Hitler que con el Brexit en la Inglaterra de hoy. No es un santo, no es mejor ni peor. Y solamente a ese pueblo no podemos entregar la suerte de él mismo. Así como la guerra es un asunto demasiado serio para entregarlo a los militares, la democracia es demasiado importante para entregársela solo al pueblo.
Saltó la liebre. Si las constantes equivocaciones del pueblo juegan igual con Hitler, con Luis XV o con Chávez, tenemos que reconocer que aplican también, perfectamente, a Castillo. La democracia es demasiado importante como para dejársela a la turba ignorante. Para eso están el partido comunista y Perú Libre, para interpretar lo que conviene al pueblo. La democracia es apenas un pretexto para hacerse del poder y aplicar el ideario y el programa de la elite iluminada. ¿Y Venezuela?
¿Y por qué no discutir sobre Venezuela? ¡Discutamos sobre Venezuela! Un sector de venezolanos, coalición de ricos y de plebe, impulsados unos por la ambición ya conocida y otros por el desabastecimiento y la inseguridad, quiere derribar un gobierno antes de que termine su período presidencial. Los ricos del mundo le juraron la guerra a Chávez antes de que hiciera algo y le hacen la guerra a Maduro porque es heredero de Chávez. Venezuela, lo que se llama Venezuela, es decir el país en sí mismo, no les interesa.
Maduro y los Castro son los infalibles defensores del pueblo. La culpa de todo la tienen “los ricos del mundo”, a los que habrá que fusilar apenas estén dadas las condiciones. La pregunta que se cae de madura es esta: ¿En que cabeza cabe la idea de poner al timón de Torre Tagle a un sujeto visiblemente perturbado? No olvidemos que Béjar, entre otros colectivos, anima la Asprata (Asociación Patriótica por la Recuperación de Arica y Tarapacá) que publicita en su ideario lo siguiente:
Buenos días Arica y Tarapacá, hasta mañana Santiago. Si Tacna volvió, Arica y Tarapacá volverán.
Y propone una Asamblea Nacional de los Pueblos del Perú (ANPP), que se parece bastante a la Constituyente de Castillo y Cerrón:
...coordinaremos acciones de insurgencia (desobediencia civil), con los trabajadores y las organizaciones sociales, al haber perdido legitimidad el actual sistema político de gobierno, constituyendo este 2019, un gobierno de transición, que convoque a una Asamblea, con representantes, uno por provincia, incluyendo dos asambleístas uno por Arica y otro por Tarapacá, sería el mejor mensaje a Chile de que hay deudas pendientes por saldar…
¿Cómo va a manejar la relación con EE.UU. o con Chile un canciller que justifica a dictadores sanguinarios y propone invadir Chile mañana mismo, y ante quien el norcoreano Kim Jon Un parece de ultraderecha? Poner a Béjar como canciller está en la misma línea que la insistencia en colocar a alguien como Bellido en el papel de presidente del Consejo de Ministros. Es una burda provocación, una burla a los profesionales de Torre Tagle urdida, qué duda cabe, por Cerrón para “agudizar las contradicciones”. Tanto Bellido, como Castillo y el propio Béjar, son piezas que Cerrón desechará cuando ya no las necesite. Ellos y otros tontos útiles como Francke serán descartados y probablemente acusados de traición en su momento. No hay que ser “politólogo” para entender esto.
¿Deben revisarse algunos aspectos de la Constitución? Desde luego, por ejemplo, el sistema electoral en virtud del cual candidatos que no llegan al 20 % de los votos pueden pasar a una segunda vuelta o aspectos referidos a la financiación y publicidad estatal sin las cuales nunca un movimiento radical, exótico y marginal, como Perú Libre, habría podido llegar al poder. El Congreso puede perfectamente cumplir esta tarea en dos legislaturas. Pero una constituyente, significará, como dice V.A. Ponce, el fin de la República y de la democracia en el Perú.
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