Patricio Krateil
¿Qué hay detrás de los cambios en la política internacional de Estados Unidos?
Donald Trump es el primer hiperrealista político de la historia
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La derecha está volviendo a posicionarse como la gran protagonista de los nuevos giros políticos. Y tiene en su figura central a Donald Trump, quien en cuestión de semanas ha alterado los estándares diplomáticos mundiales. Su estilo disruptivo, lejos de seguir las normas tradicionales de la política exterior, ha generado tanto expectativas como incertidumbre.
En definitiva, Trump está dando una patada al tablero político, rompiendo así con la histórica confrontación entre Estados Unidos y Rusia. Esto ha generado un miedo latente en gran parte de Europa, pero ciertamente se trata de un temor racional y comprensible.
Sin embargo, todo indica que su estrategia busca poner fin al conflicto bélico en Europa del Este, una guerra que ni el progresismo francés de Macron, ni el aliado de Rusia, el mandatario chino, Xi Jinping, han logrado apaciguar con éxito, debido al maximalismo excéntrico de Vladimir Putin.
En ese sentido, la administración Trump parece perseguir dos objetivos en relación con un eventual cese del conflicto bélico. En primer lugar, reducir al máximo el apoyo a Ucrania y dejar de financiar su seguridad; algo que, por ahora, parece quedar en manos de la Unión Europea. Sin embargo, ninguna ecuación es tan simple.
En segundo lugar, obtener beneficios económicos de los recursos estratégicos (“tierras raras”) tanto ucranianos como rusos. El reciente acercamiento con Zelensky derivó en un acuerdo favorable para Estados Unidos respecto a los recursos de las llamadas “tierras raras”. En líneas generales, el préstamo otorgado por la administración Biden estaría siendo devuelto en forma de tierras para exploración a cargo de empresas estadounidenses.
No obstante, el mismo escenario no se ha replicado con Putin. Quizás por ello, Trump ha optado por un acercamiento cauteloso, evitando confrontaciones directas y cuidando mucho su discurso sobre el conflicto, minimizando la invasión misma. Esta estrategia, aunque quizás pragmática, ha despertado críticas, pues algunos la interpretan como una indulgencia excesiva hacia el Kremlin. Incluso, ciertos miembros Republicanos.
Cabe aclarar que las llamadas tierras raras, que tanto interés despiertan en los Estados Unidos, son un grupo de 17 elementos químicos escasos en estado puro, como el escandio o el itrio, fundamentales para la fabricación de catalizadores, baterías e imanes. Se trata de una industria poco explorada, pero con un valor estratégico creciente en la competencia global.
Ahora bien, ¿qué hay detrás de todos estos movimientos de Washington? La postura de Trump frente a Rusia no deja de ser llamativa, pues, como recordó Fernando Díaz Villanueva en su canal, Ronald Reagan logró culminar la Guerra Fría tras numerosas reuniones con Gorbachov sin necesidad de suavizar la imagen dictatorial de la URSS ni jugar a doble cara con sus aliados.
No obstante, tampoco podemos ser excesivamente puristas. Durante su primera administración, Trump consiguió frenar —al menos temporalmente— posibles enfrentamientos bélicos. No es casualidad que haya sido el primer presidente estadounidense en reunirse con el líder norcoreano, Kim Jong-un, en tres ocasiones, y que además haya facilitado los Acuerdos de Abraham (2020), que llevaron a la normalización de relaciones entre Israel y varios países árabes.
Pero, ¿Trump es un pacifista? No lo creo. ¿Es un dictador? Para nada, esa es una acusación sin fundamento. Desde mi punto de vista, es el primer hiperrealista político de la historia. ¿Eso es positivo? No lo sé.
La teoría del realismo político plantea que los intereses del Estado deben prevalecer sobre los de otros gobiernos soberanos, entendiendo que el mundo, tal como lo describió Thomas Hobbes, es anárquico por naturaleza y, como señaló Hans Morgenthau, el conflicto es siempre inevitable (y todo tratado, es irremediablemente temporal).
El hiperrealismo, a mi modesto entender y tomándome la licencia de reflexionar con la pluma, implica reconocer que ni siquiera el más eficaz de los Leviatanes podrá imponer el orden. En otras palabras, incluso el realismo político, que prioriza el interés nacional sobre los demás Estados, es una construcción sujeta a circunstancias y percepciones cambiantes.
La identificación de aliados o enemigos depende de intereses circunstanciales, pero previo a ello se debe identificar un Estado, gobierno o legislación como marco general; es, en última instancia, un ejercicio conceptual. Creería, en ese sentido, que Trump probablemente conciba al mundo como Estados Unidos y el resto.
No hay una atadura necesaria a la formalidad, pues incluso dicha formalidad puede ser en sí misma algo que atente contra los intereses de la patria gringa, bajo la óptica trumpiana. Y conviene aclarar que esto no implica un juicio moral, sino una reflexión sobre las razones por las cuales, en determinados momentos, algunos líderes mundiales optan por desafiar las reglas establecidas por un determinado orden político.
No existe mejor ataque que el insospechado.
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