Puede producirse un estallido social

En un reciente tuit muy difundido en las redes sociales, aparece una señora dedicada al comercio ambulatorio y explica por qué ella no cumple el aislamiento social decretado por el Gobierno. La señora dice: “La ley y el Gobierno nunca nos han protegido de nada. Hemos tenido muchas enfermedades y nos hemos arreglado como pudimos. Esa enfermedad de ahora es una gripe china, traída por los pitucos de Europa”. Es una manera de pensar y sentir mayoritaria entre los millones que viven en los cerros y desiertos sin agua ni desagüe, hacinados en casas de una sola habitación. Son comerciantes informales y trabajadores eventuales; son taxistas, choferes, mototaxistas, albañiles, carpinteros, vendedores de comida y de todos los oficios que usted pueda imaginar. Son la inmensa mayoría del país.

Para estos peruanos es vital salir a la calle, donde se ganan la vida y viven más horas que en sus casas, pues de lo contrario no consiguen dinero para comprar sus alimentos diarios. Muchos tienen enfermedades crónicas como el dengue, la tuberculosis y otras que supuestamente ya han sido erradicadas. No tienen seguridad ciudadana, ni seguro médico ni social, y utilizan el transporte público ineficiente, donde viajan apretados como si estuvieran en una lata de sardinas. Ellos son ignorados por el Perú oficial, que los considera trabajadores independientes.

En las redes sociales circulan imágenes de diversas regiones del país donde tampoco se acata el aislamiento social dispuesto por el Gobierno. En tanto la presencia de los militares, quienes reaparecen en la escena pública para hacer cumplir la cuarentena, atemoriza a los pueblos andinos, donde la gente cree y sospecha que se trata del retorno de Sendero Luminoso. También circula un video donde se ve a un soldado golpear salvajemente en la cara a un joven que ha sido detenido por desobedecer el toque de queda. Otras imágenes muestran cómo la Policía Nacional detiene a los dirigentes sindicales del gremio médico del Seguro Social, quienes denuncian la falta de seguridad y la negligencia del Gobierno por la muerte de dos ciudadanos abandonados a su suerte. Son imágenes que nos recuerdan el golpe de Estado del 5 de abril de 1992.

La crisis que atravesamos nos debe llevar a afirmar el orden democrático, y no a fomentar la tentación caudillista y el retorno del autoritarismo ramplón. Sin embargo no es esa la idea de los medios de comunicación beneficiados por la publicidad estatal, que exaltan al presidente Vizcarra como el gran salvador de la crisis sanitaria. El Gobierno no quiere ver la ansiedad ni la angustia creciente de miles que han perdido sus trabajos, que no pueden pagar sus deudas ni los servicios básicos, a los que no les alcanza para comer. Los pequeños empresarios tampoco pueden pagar las planillas de sueldos, y muchos trabajadores reciben notificaciones de reducciones salariales o de despido. Y el turismo, del que viven millones, está quebrado.

El economista Waldo Mendoza, prestigioso catedrático de la PUC, sostiene en un informe que la falta de ingresos puede provocar un estallido social. La pregunta es: ¿cuál es el plan del presidente Vizcarra para solucionar esta situación? ¿Cómo pueden vivir en cuarentena los trabajadores y sus familias si no tienen ingresos? Si el Gobierno no presenta un plan eficaz de reactivación el país puede estallar, tal como señala el profesor Mendoza. Porque de no existir dicho plan caminamos hacia el caos y la violencia.

La aprobación de la que goza hoy el presidente Vizcarra corre el riesgo de transformarse, en estas circunstancias, en un bumerán que regrese sobre él con un repudio masivo. Lo más complejo está por venir.