George Maslucán

Platero sí, la izquierda no

La izquierda en el Perú ha fracasado totalmente

Platero sí, la izquierda no
George Maslucán
28 de marzo del 2025


Platero era un burro del que en mi niñez me encariñé bastante, un cariño de lector voraz e incipiente. Siempre pensé que Platero solamente se quedaría como un recuerdo de niñez, como un burro blando y con ojos duros cual dos escarabajos de cristal. Se ha cometido el error de comparar con Platero a la gente ignorante, de poca lectoría y desatinados que vociferan las primeras palabras que se les vienen a la mente. Y la mayoría de esa gente es de izquierda, de una izquierda que ahora está corrompida —como quizá lo estuvo siempre— por el poder; son víctimas de su propia ceguera, con esa formación que en la sociedad de hoy no es meritoria de respeto.

La izquierda peruana, desde el punto de vista político, se ha opacado por tener gente con muy mala formación política y profesional que, desde luego, no cumplen las expectativas sociales prometidas en campaña ni tampoco buscan beneficiar a la sociedad más que a ellos mismos. La izquierda está en una crisis que la llevará a la ruina en muy poco tiempo; en parte, se debe a que la gente ya no confía en los políticos de siempre y menos en aquellos que hayan hecho un mal gobierno —si es que lo tuvieron—. Un problema más grande ahora es que la sociedad se deja sensibilizar por el rostro; un rostro “cholo” es sinónimo de buena gente, de honrado, de fiel, y claro que no es así, especialmente en el caso de los políticos o candidatos cínicos y farsantes Si la izquierda quiere levantarse y no irse a la ruina, no tiene que integrar gente bruta; necesita gente que trabaje, que no cause destrozos, porque a la gente bruta se le encarga una cajetilla de fósforos y propaga un incendio. Pero mandemos a un burro a caminar por el barro y buscará piedras donde pisar. No es cuestión de saber ver, es cuestión de tener sentido común y no cometer errores viciosos.

Castillo fue el último presidente que se dijo era de “izquierda”. ¿Era cierto? ¿Era de izquierda? Claro que no lo era, no era de izquierda ni tampoco sabía qué hacía en Palacio de Gobierno. Castillo no tenía una ideología concreta, no tenía un plan de gobierno, fue un presidente obsoleto. Y la izquierda de hoy es así, sin ideología, contradiciéndose entre ellos mismos. La izquierda está muerta, es un fantasma rondando, esperando irse por completo a la ruina. Mariátegui estaría completamente insatisfecho, destruido. No hay que negar que el “Amauta” fue un intelectual que se desarrolló muy bien en los años veinte; lástima que la izquierda no haya aprovechado eso. Barrantes no habría querido ni saludar a Castillo o a Cerrón, se habría sentido avergonzado, porque no son de izquierda. Lo único que quieren es conseguir el poder a costa del pueblo y lograr sus ambiciones personales, que no llegan lejos porque ni siquiera eso saben planear bien.

La política es vocación por el servicio, por la familia, por los niños, por la sociedad, algo que la izquierda no comprende, no tiene la vocación de servicio y no tiene una digna representación. El Perú tiene un problema y es que los gobiernos por venir —la gran mayoría— son de izquierda, algunos más que otros, pero desde ya, es un problema grave. Si la izquierda nunca nos ha dado nada bueno, ¿cómo podemos confiar nuevamente en esas muertas y arruinadas agrupaciones que dicen ser de izquierda y al final terminan por ser un grupo más de personas buscando el poder, como hienas hambrientas que buscan a su presa?

La izquierda y la gran mayoría de partidos son bastante ingeniosos para sus discursos persuasivos, y es una de las peores puñaladas a los ciudadanos, y más cuando esos discursos llegan a los lugares donde menos recursos hay —en Perú hay muchas de estas comunidades—, porque es allí en donde, con la más mínima compasión, dicen la típica frase: “soy provinciano como tú”. Ser provinciano, y digámoslo con toda la pulcritud posible, no significa ser progresista, no significa ser de izquierda y perder la cabeza; hay que admitir que hay muchos provincianos que todavía tienen la inteligencia que aporta mucho para sacar a este país de la desgracia en lo que los políticos corruptos y carroñeros le han convertido.

La gente odia a los personajes repetitivos de la política, a los personajes títeres de la izquierda y de aquellos partidos que entran al legislativo o ejecutivo no para gobernar, sino para robar lo que al Perú en tantos años le ha costado conseguir. El odio en un país como el nuestro es imprescindible; es un sentimiento puro y verdadero. Odiar a la justicia, odiar al gobierno, odiar a los congresistas es algo natural y bastante aceptable. No se puede amar a personajes que no hacen el bien, que desmoronan poco a poco al país. Es así como el odio es admisible en estas situaciones; odiar a Fujimori, a Castillo, a Toledo es sinónimo de cariño al país.

A estas alturas, no podemos, en ninguna circunstancia, pedir un gobierno de izquierda; sería condenarnos a una lenta y dolorosa muerte, opresora de las malas cosas y benefactora de la benevolencia social. La izquierda en el Perú ha fracasado totalmente; hay quienes deben saber reconocerlo. El gobierno de ahora no es un gobierno de izquierda, liberal o de derecha; es un gobierno que genera caos, castrado de toda ideología política, nublado por el poder y con cirugías que cubren las arrugas de la desgracia y visten de esperanza lo que el tiempo marchita.

En efecto, en el Perú la gran mayoría son de izquierda, y lo peor es que cuando se atacan entre ellos, afirman que “por la derecha estamos así”, cuando en ningún momento ha tenido que ver. Es más, la mayoría no sabe de ideologías, solo usan “derecha” porque es una palabra bonita, pero no saben lo que realmente es y lo que realmente piensa y transmite. Es una equivocación para los que dicen saber de política.

Los políticos son codiciosos, y más cuando no saben de lo que realmente es la política y a dónde quieren llegar. Si Mariátegui viviera, si Barrantes diera unas clases de política, si Haya De La Torre pasara por Trujillo llevando lo que alguna vez quiso, la política izquierdista ceñida de caudillismos, políticos sin bandera, oportunistas y “cojudignos” sería más soportable y menos caótica. Lástima que ya no es soportable, porque los gobiernos solo esperan cosechar aplausos, entregar bonos, conseguir votos y hacer negociaciones bajo la mesa. Cada elección, la misma tortura: ir a votar sabiendo que nada cambiará, entregando un voto a una persona que claramente deshonrará a su pueblo, pero es así. Los políticos son así, han hecho de la política un fragmento en descomposición donde cualquier interés personal puede más que un interés social.

No nos dejemos engañar por los políticos de izquierda; en estos casos no funciona la frase: “es mejor malo conocido que malo por conocer”. Y seguro me tildarán de puritano y cobarde, pero no soy tonto para creer en gobiernos izquierdistas y de poca o ninguna ideología, porque para hacer política no basta ser conocido. Lo que importa es el respaldo intelectual que cargamos en la espalda, que es un contrapeso efectivo para confrontar a la adversidad equivocada.

George Maslucán
28 de marzo del 2025

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