Juan Sheput
Pequeños intereses: juegos de tronitos
Socavan la moral que da fortaleza a la institucionalidad

Si algo tuvo el Congreso elegido en el año 2000 fue realismo y voluntad política. Sin ella se hubieran negado a aceptar la fuerza de los hechos y negado a recortar su mandato, tal y como lo hicieron en octubre del 2000. En el mismo sentido, separar del cargo a Martha Hildebrandt y elegir a Valentín Paniagua como presidente, fue un hecho que apresuró la renuncia de Alberto Fujimori, pues la vacancia era inminente.
En la actualidad hay un caos motivado por la diversidad de intereses que, revueltos, socavan la moral que da fortaleza a la institucionalidad. No se apuesta ni se toma una decisión política que permita una correcta transición democrática, con el menor costo social, político y económico para el país. En medio de la desgracia se hacen cálculos, buscando se concrete el escenario que mejor convenga a los pequeños intereses de los diversos grupos.
Por un lado, están quiénes buscan la caída de Pedro Castillo lo más pronto posible, no por el bien del país sino esperando que la cuestionadísima Dina Boluarte asuma la presidencia. Ello garantizaría que retomen el control del poder la sobrevalorada izquierda y el corrupto progresismo. El tiempo es vital para ellos. Tienen que presionar la salida de Castillo antes de que el Congreso destituya a Boluarte.
Por otro lado están los congresistas que quieren quedarse atornillados a su curul, como si el problema no fuera con ellos. Dilatan el proceso de acusación constitucional contra Dina Boluarte buscando el escenario de sucesión, similar al que busca la sobrevalorada izquierda. Saben que si asume Boluarte las posibilidades de elecciones generales se diluyen; o caso contrario, las elecciones direccionadas serían un hecho, favoreciendo a candidatos a gusto de la cúpula impuesta en la presidencia de la República. Ya pasó en las elecciones del 2020 y del 2021. Volvería a suceder.
También están los que tienen la convicción de que Castillo y Boluarte deben irse, pero les falta fortaleza, voluntad y peso político para emprender dicho encargo. Tal vez deberían empezar por el principio: un gran pacto que coloque a un político con gravitas al frente del Parlamento para enfrentar la complejidad de los tiempos políticos que se asoman. Elegida la nueva mesa debería abocarse el Congreso a prescindir, por la vía de la vacancia o destitución, a Pedro Castillo y Dina Boluarte. Luego se convocaría a elecciones generales, las cuales, sin Castillo o Boluarte o un allegado a ellos tendrían menos posibilidades de ser direccionadas, y resultarían, por tanto, más justas, imparciales y transparentes.
El deterioro se ha incrementado a niveles insostenibles. La situación no da para más. El Congreso debe actuar a la brevedad, pensando en lo mejor para la Nación.
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