Otras pandemias y esperanzas a la vista

Como si no fueran suficientes la psicosis y el caos provocados por el Covid-19, el virus político anidado en el Congreso complicará el panorama nacional con otra epidemia desestabilizadora. La reforma política propuesta por este Ejecutivo fue un defectuoso experimento, mal aderezado por intereses de congresistas clausurados. El resultado –un remedio peor que la enfermedad– engendró bandadas de parlamentarios novatos, extravagantes, ansiosos de figurar, sordos a la sensatez del consejo experto, apurados por la brevedad de su legislatura y propensos al populismo y la demagogia que los medios competirán por amplificar. 

Ignorando la importancia de preservar los fundamentos macroeconómicos que nos defienden de las peores consecuencias de la crisis, el Congreso descartó la opinión que solicitó a la Ministra de Economía y al Presidente del BCR sobre el retiro de fondos de las AFP y aprobó una ley insensata, cuya promulgación reclama al Ejecutivo en forma casi unánime. 

Para hacerse conocidos y figurar en el escenario político los parlamentarios han iniciado un festival de convocatorias a los ministros más presionados por la pandemia para que informen sobre lo mismo a diversas comisiones congresales. Lo han hecho con el ánimo de ejercer el control político que les corresponde, pero que en esta delicada coyuntura no deben aprovechar para justificar posiciones efectistas que socaven el esfuerzo común en defensa de la salud pública y la economía, a menos, claro, que pudieran sorprendernos con alguna contribución concreta y positiva. 

Durante el lapso de aprendizaje del Congreso no solo aflorarán sus espectaculares falencias sino también la ambición de quienes se sienten candidatos a la Presidencia de la República en las elecciones que se realizarán en menos de un año. Es el caso del controvertido general Urresti, cuya impronta populista y autoritaria será un lamentable referente para sus futuros competidores. Aunque sea en formato virtual, el Parlamento será uno de los escenarios más llamativos de la campaña electoral inaugurada con la iniciativa de Podemos (el preocupante duo Urresti/Luna) para la devolución “TOTAL” de los aportes a las AFP y su “rentabilidad”. Desgraciadamente, tendremos una campaña electoral que correrá paralela a la pandemia, y que buscará “superar” las limitaciones que impiden la actuación presencial de los congresistas en el hemiciclo y el Hall de los Pasos Perdidos.

La inversión del desborde popular

El impacto sobre el trabajo informal de las normas que restringen la movilidad ciudadana ha comenzado a invertir la situación generada por los flujos masivos de migrantes peruanos del interior, especialmente a Lima, donde se asentaron en cerros o desiertos (para no ser erradicados). 

Las marchas de familias que ahora escapan de la capital para retornar a sus provincias son el inicio de una peregrinación en sentido inverso al fenómeno que produjo el “desborde popular” caracterizado por José Matos Mar en 1984. El “deshacinamiento” de nuestra colapsada capital podría ser una inesperada consecuencia del coronavirus y la nueva realidad viviremos. 

Es un fenómeno que ha creado una inesperada crisis dentro de la crisis, pero que en el contexto disfuncional de la absurda regionalización toledista que descoyuntó al Perú, implicará problemas políticos y severas deficiencias de gestión que probablemente agravarán la pandemia que padecemos.

Más allá de estos estrangulamientos, lo que podría avizorarse es una redistribución demográfica de la mano con los espectaculares progresos de la tele educación (“Aprendemos en casa”), que se acercaría a los sueños de quienes migraron a Lima para que sus hijos tuvieran la educación que a ellos les faltó.