Origen de la actual crisis política

Tan temprano como en los años sesenta, tras el reiterado fracaso de replicar el foquismo en territorio continental, esa agencia comercial de inteligencia y sabotaje que es la satrapia castrista cubana —a la sazón proveedora del imperio sovietico— decidió priorizar la formación de redes de simpatizantes locales y la infiltración del magisterio y las Fuerzas Armadas. Años después, en los setenta, tras el final de la dictadura de Juan Velasco, controlado ya el magisterio, con presencia ideológica decreciente en el Ejercito y la Fuerza Aérea (y casi nula en la Marina), comenzó con habilidad la infiltración de la academia y la prensa, aprovechando el idealismo bobo de no pocos herederos de esfuerzo ajeno.

Actuaban sobre costa ablandada por una infiltración temprana en la Iglesia católica. Empezaba a dar frutos los años de martilleo emocional y siembra de culpas genéticas, en base de remover hechos y de omisiones de su entorno histórico. De paso se retomaba el mito artificial de Túpac Amaru, y empezaron a sembrar odio al innegable ancestro ibérico de nuestra cultura.

Caído el muro olvidamos, junto con nuestros primos en Europa y todo America, que tras los moros, la madre Rusia fue con razón el eterno cuco de Europa occidental, antecediendo en siglos al nacimiento de Marx. Entretanto el fracaso desastroso de las recetas sovieticas, aplicadas desde 1968, llevó a un sector del marxismo peruano a radicalizarse interpretando sangrientamente la ya entonces decadente doctrina maoísta.

Eran tiempos de la revolución de los ayatholas contra el occidental Sha en Irán, que el sesgo errado —proveniente de nuestra perspectiva cristiana, veía con simpatía, como un renacimiento de valores espirituales frente a la frivolidad, creyéndola compatible con nuestra idea de virtud. Hoy miles de muertos y el caos europeo obligan a releer la historia buscando entender mejor las razones de las cruzadas. No vimos que se empezaba a disparar metástasis a un lugar tan lejano como la patria.

China, por su parte, fue abandonando en parte el ostracismo, empezaba a otear el horizonte en búsqueda de terreno para expandir su poder. Una busqueda que acabó haciéndose de casi toda Africa y se expande ahora por una Latinoamérica que los mira (cuando los llega a ver) con esos ojos ingenuos que poblaban los cartoons japoneses de mi infancia. El abandono culpable de las raíces culturales que hacían fuerte a occidente alcanzó su apogeo durante los dos gobiernos de Obama en EE. UU., y el adversario no perdió tiempo y avanzó.

La corrupción, tan antigua como el amanecer, se fue haciendo tan tolerable que perdió todo pudor, surgieron a su sombra nuevas fortunas —hoy “respetables”— en los castrenses años setenta, los años ochenta y los noventa; y siguió pasando en este siglo. Ellos se percataron de ese talón de Aquiles tan peruano, como esperar que alguien haga algo y, tras demonizar la media (para preservar su poder) y todas las formas de función publica, hasta convertir en casi un acto masoquista aspirar a ella, fueron avanzando callados por las regiones.

Derrotado policial y militarmente Sendero Luminoso, migraron hacia una infiltración del Ministerio Público, el Poder Judicial y, en menor medida (no por eso menos preocupante), las FF.AA., en simbiosis con la creciente tolerancia al narcotrafico. La alianza temporal con sus predecesores en la zapa era solo cuestión de tiempo. Hoy vemos sus frutos.

Esta crisis tuvo años de preparación. Es razonable pensar que la solución será larga, dura y peligrosa. Pero requiere para empezar conciencia de la enfermedad seguida de inteligencia, valentia, decisión y compromiso sostenidos.