Mister Trump y los sospechosos de siempre

El otro día leí un artículo de María R. Sahuquillo titulado “La democracia en cuarentena por coronavirus”, en el que daba cuenta sobre las medidas que se han tomado en otros países. Como en Rusia donde, según cuenta la autora, se revisan las noticias que podrían informar falsamente sobre el coronavirus. En Polonia se vigila, a través de aplicativos móviles, a las personas que ingresan al país; y en Bélgica se ha llegado al punto de buscar a posibles contagiados a través de las conversaciones telefónicas.

En nuestro país, donde no hace mucho se pusieron en debate nacional los cuestionamientos al cierre de un poder del Estado como el Congreso, lo que llegó hasta al Tribunal Constitucional, no hemos llegado a situaciones como en Bélgica, Polonia o Rusia. ¿O me equivoco? Hace cinco años, en enero de 2015, la revista Correo semanal denunciaba presuntas actividades ilegales de “seguimiento” en el Gobierno de Humala. Hoy, el petardeo por las redes sociales y el ninguneo a algunos médicos dejan mucho que pensar. ¿Hay una brisita de represión en esta cuarentena? 

Por otro lado, si hay un virus endémico en nuestro país, ese parece ser tratar de encontrar la culpa en otros, antes que la responsabilidad en uno mismo. Hace unos días el presidente de Estados Unidos de América, Donald Trump, parecía ser el responsable de nuestros problemas; en seguida, en las redes sociales se impulsaba una corriente de opinión en contra del expresidente Alan García, que cumplirá un año de fallecido este abril, por las medidas sobre el acaparamiento de productos. Es decir, ¿un hombre que inició su Gobierno hace 14 años es el responsable de la falta de decisiones del presente? Después de él, ¿Perú no tuvo más presidentes? A García, guste o no, le debemos que en este momento tengamos más hospitales. 

A la campaña del cierre del Congreso y la tan anunciada reforma de la justicia parece seguirles ahora, al menos temporalmente, la campaña de la reforma de las AFP. Oponerse a este debate solo significaría un bajón en las encuestas de aprobación. Así parecen entenderlo algunos. Se suma a este panorama la preocupación por las clases escolares. El reto digital de impartir clases a distancia parece enorme. Pero aún más, en los meses siguientes quizás nos encontremos con el temor de enviar a nuestros hijos e hijas a estudiar después de la cuarentena. 

Las dificultades que afrontan las familias son distintas: mientras unos buscan mascarillas otros, lamentablemente, no cuentan con agua potable. Y otros, considerados dentro de la población vulnerable a este virus, y que viven en abandono en las calles, han sido trasladados a la Plaza de Toros de Acho, donde han encontrado refugio temporal. Por el bien de nuestro país, espero que muy pronto podamos superar esta difícil etapa, y que el día después de la cuarentena nos encuentre más unidos.