Juan C. Valdivia Cano

Milei y Argentina (VI)

Ni ideología ni doctrina

Milei y Argentina (VI)
Juan C. Valdivia Cano
06 de noviembre del 2024


Y si hablamos de cosmovisión, a propósito del liberalismo, es para no hablar de “ideología” o de “doctrina”, porque el liberalismo no es una ideología, ni una doctrina, ni una teoría solamente. “No se vuelve a una teoría, se hacen otras, hay otras por hacer”, decía el recordado Gilles Deleuze. Cada liberal reinventa el liberalismo, aunque siempre coincida con otros liberales en lo esencial: los fundamentos, lo fundamental. Y aunque no coincida con ellos en otros aspectos contingentes o aleatorios. Lo que un liberal no puede soslayar es que el liberalismo constituye un solo paquete, que no se le puede dividir en tajos, como advierte el maestro Benegas Lynch Jr. No se puede ser liberal solo en economía, o solo en política, dejando de lado la ética o la filosofía o la literatura o la historia, etc. 

Milei, por ejemplo, consecuente con sus creencias judías, está expresamente contra el aborto en nombre del derecho a la vida del concebido, sin que se le pueda acusar de inconsistencia liberal porque, a su manera, él defiende la vida, porque hay libertad de creencia y pensamiento, y porque él no va a imponer su opinión personal como jefe de Estado. Lo tiene claro y lo cumple: un vero liberale. Pero no es menos liberal el que defiende el derecho a la vida, al cuerpo y la salud de la mujer (que es un individuo concreto, un ser humano, una persona con derecho a la dignidad) cuyo parto ponga en peligro su vida o su salud de manera grave y permanente y en consecuencia el derecho a interrumpir su embarazo; o el de interrumpirlo cuando ha sido violada, ya que no se le podría obligar a tener el hijo que no desea, si libertad es “ausencia de coacción”. Y este es un caso de cruel coacción. Lo que demuestra que son posibles las excepciones legítimas, que dependen de razones o argumentos humanos. Sin pretender zanjar sobre ese asunto -pues carezco de una postura definitiva al respecto- parece lo más razonable que sea la mujer misma quien lo decida y no el Estado o la Iglesia o el marido o los vecinos.

 Solo quiero insistir en la idea de que nadie es más o menos liberal que otro. No hay ortodoxia liberal. En el párrafo anterior ambas posiciones defienden la vida, a su modo y desde su perspectiva. El liberalismo puede justificar perfectamente ambas a la manera del budismo oriental, que incluso acoge lo contradictorio. El liberalismo es el budismo de occidente, por así decirlo. 

 Mario Vargas Llosa llama “doctrina” al liberalismo, otros liberales “ideología”. Me parece que esto, aún si es contingente, genera una inconveniente confusión porque sus enemigos o desconocedores, que abundan en nuestros países, lo tratan mañosamente o por ignorancia como una ideología más y hay que estar aclarando que no se trata de una ideología, una doctrina, un conjunto de dogmas, de “verdades”, ni la expresión de sentimientos o emociones solamente, sino de la razón fundada en principios. O es una “ideología” que no manipula, que no lava el cerebro, que no aliena, que no adoctrina, que no enajena, que no ideologiza precisamente, o sea…que no es una ideología. Pero éste es solo un punto de vista -el de este escribidor- porque no hay “verdadero liberalismo”, que sería precisamente el mío, caro lector. 

Conscientemente o no, todos tenemos una cosmovisión. Nadie se vincula mentalmente en forma directa con eso que llamamos “la realidad” sino mediante nuestras representaciones mentales, como enseñó Schopenhauer en “El mundo como voluntad y representación”. Pero no todo el mundo está ideologizado, hay espíritus autónomos, si bien puede que la mayoría lo esté; no porque nuestra larga crianza o educación inicial está siempre a cargo inevitablemente de otros, padres, tutores, sacerdotes, profesores, etc, que están “pendientes” del discente; sino porque en países como los nuestros esa mayoría insiste en mantenerse en la época pre republicana, porque para eso ha sido educada dogmáticamente desde que nació, para mantener las cosas como están: temen y rechazan el cambio de paradigmas porque para ese temor han sido preparadas. ¿Mueren sin despertar?. 

Es la educación pre moderna contra el cambio, la imposibilidad de ruptura con el pasado; contra la modernidad, contra los nuevos valores, paradigmas e instituciones: los valores, paradigmas e instituciones modernas, es decir, democrático liberales. Un padre o un docente liberales no imponen el liberalismo y, si me apuran, ni siquiera intentan convencer al discente para que adopte la “ideología” liberal , reproduciendo la conducta de sus propios padres o profesores tradicionales o conservadores en esa actitud impositiva: no sería una conducta liberal. Tratan más bien de ofrecer, desde su punto de vista subjetivo (valga la redundancia) todos los instrumentos, herramientas o medios para que el discente busque y encuentre su propio camino, su propia manera de pensar y de ser y alcance poco a poco un máximo de independencia y autonomía mental. La autonomía, si cabe, es el mínimo de dignidad al que puede aspirar un ser humano: el derecho a disponer de su propio cuerpo y de su propia mente, en el improbable caso que fueran separables.

Una ideología -cualquiera de ellas- catolicismo, comunismo, feminismo, etc, no es un tejido de ideas sino más bien una sarta de dogmas que hay que seguir por obligación o sumisión mental, porque hay que cumplir, porque hay que obedecer, porque alguien se arroga la propiedad de “la verdad” y su imposición, como si fuera el representante de la divinidad en la tierra, y otro cae como inocente oveja y lo asume. Lo único que constatamos y podemos constatar es la diversidad de puntos de vista humanos, perspectivas y no “verdades”. Esta idea genera pluralismo y el pluralismo genera tolerancia -la firme- que no tiene que ver con “el aguante” -la falsa- sino con la comprensión. 

 En ese sentido peyorativo, una ideología (como falsa conciencia y no en el inocuo sentido descriptivo -conjunto de ideas- que no evita la confusión) es un mecanismo de poder a partir del cual un individuo o grupo aceptan sin juicio crítico ni reflexión las ideas del que se arroga la propiedad o representación de “la verdad”. Todo por “respeto” irracional a la autoridad mental de turno, padre, maestro, pastor, jefe, etc. (Cesar Vallejo, el poeta peruano, se burlaba de los “obispos bolcheviques”, como él los llamaba, quienes para ver si hacía buen clima , o no, abrían su manual básico de marxismo leninismo de Bujarin, Mao, Stalin, o Martha Harnecker, en vez de abrir la ventana y comprobarlo directamente ellos mismos).

Juan C. Valdivia Cano
06 de noviembre del 2024

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